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Chiitas y Sunitas: Diferencias, Geopolítica y Conflictos Regionales

Portada sobre Chiismo y sunismo

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La religión islámica ha sido uno de los factores más influyentes en la geopolítica global, extendiéndose desde el norte de África, pasando por el Medio Oriente hasta llegar al Sudeste Asiático, alcanzando incluso regiones de Oceanía como Papúa Nueva Guinea. Sin embargo, la división entre chiitas y sunitas no solo ha marcado diferencias teológicas, sino que ha influido en la política exterior de múltiples países, generando conflictos, alianzas estratégicas y la configuración de bloques de poder en el mundo islámico. Esta división geopolítica mantiene impactos que van desde la rivalidad entre Irán y Arabia Saudita hasta las guerras en Siria, Irak y Yemen.

Profundizando en las disputas en Medio Oriente, entender esta diferencia nos ayudará a entender mejor el escenario internacional en relación a la existencia de grupos armados como Hezbollah (chiita) y otros como ISIS (sunita). En particular, estas dos organizaciones que, a pesar de profesar el islam, tienen intereses totalmente distintos. Hezbollah, apoyado por Irán, opera como una milicia con fuerte influencia en Líbano y Siria, mientras que ISIS, de corte extremista sunita, se ha enfrentado tanto a Irán como a las organizaciones chiitas. Tratar a ambas facciones como un mismo fenómeno es un error frecuente que ignora la complejidad política y religiosa del islam.

Militantes de Hezbollah, seguidores del islam chiita, en una ceremonia. (Fuente: De Khamenei.ir, CC BY 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=65505222)

Historia del Islam: El nacimiento de división entre Chiitas y Sunitas

El islam nació en el siglo VII, en el árido corazón de la Península Arábiga, cuando un comerciante llamado Mahoma comenzó a predicar sobre la creencia en un único Dios. Su prédica no fue bien recibida por las élites de La Meca -la ciudad comercial-, por lo que sus seguidores fueron perseguidos. Esto los llevó a huir a Medina en el año 622 d.C., -evento conocido como la Hégira-, que les permitió sobrevivir y establecer una comunidad fuerte y unida. Desde allí, Mahoma consolidó su liderazgo y, en solo una década, logró que el islam se expandiera por la región. Pero en el 632 d.C., su muerte dejó una pregunta sin respuesta: ¿Quién debía liderar a los musulmanes?

Esa incertidumbre desató una disputa que cambiaría para siempre la historia del islam. Un grupo de seguidores, convencido de que la comunidad debía elegir a su líder, apoyó a Abu Bakr, amigo cercano de Mahoma, como el primer califa: Así nació el sunismo. Pero otros no estuvieron de acuerdo, para ellos la persona que debía liderar a los musulmanes era Alí, primo y yerno del profeta, pues creían que el linaje llevaba una conexión divina: Así nació el chiismo. Esta fractura se convirtió en un abismo cuando, décadas después, Alí y su hijo Hussein fueron asesinados, marcando el chiismo con un legado de sufrimiento y resistencia.

Lo que empezó como una diferencia sobre liderazgo, se transformó en dos maneras distintas de entender la fe. Los sunitas, al no tener una autoridad religiosa única, dejaron que la interpretación del islam dependiera de los líderes locales. Los chiitas, en cambio, estructuraron su comunidad en torno a los imanes y los guías espirituales infaliblescomo la figura del Ayatollah-. Con el tiempo, esta división trascendió la religión y entró en el terreno geopolítico: Mientras Arabia Saudita se convirtió en el bastión del sunismo, Irán emergió como la gran potencia chiita. La rivalidad que nació hace más de mil años sigue viva hoy, moldeando la historia, las alianzas y los conflictos del mundo islámico.

¿Qué es el Sunismo y qué es el Chiismo?

Ahora que profundizamos en la historia donde vimos cómo la sucesión del liderazgo tras la muerte de Mahoma marcó una fractura irreparable entre sus seguidores; la diferencia entre chiitas y sunitas no se limita solo a una disputa sobre quién debía gobernar la comunidad musulmana, sino que ha evolucionado en dos maneras distintas de comprender la fe islámica. Mientras el sunismo se caracteriza por su estructura descentralizada, el chiismo ha desarrollado una jerarquía con líderes espirituales. Esto también ha tenido repercusiones en la declaración de la Yihad (lucha en el camino de Dios) en su lado militar en ambas ramas.

El yihad se divide en dos tipos: el yihad mayor, que es la lucha interna por fortalecer la fe, y el yihad menor, que implica la defensa del islam por todos los medios. En el sunismo, la yihad puede ser declarada por líderes religiosos o grupos independientes, lo que ha permitido su uso por organizaciones como Al-Qaeda. En el chiismo, solo un Imán puede declarar una yihad ofensiva, por lo que se considera suspendida hasta el regreso del Imán Mahdi. Empero, clérigos chiitas han promovido la yihad defensiva, justificando la lucha de grupos como Hezbollah, convirtiéndola en un instrumento clave en la geopolítica. A continuación, exploraremos en profundidad ambas ramas para comprender su impacto en el mundo islámico.

Sunismo

El sunismo es la corriente mayoritaria del islam, representando entre 85-90% de los musulmanes en el mundo. Su nombre proviene de la palabra sunnah, que significa «tradición», haciendo referencia a las enseñanzas de Mahoma. Los sunitas creen que, tras su muerte, el liderazgo debía ser elegido por consenso, priorizando la estabilidad y la unidad islámica. Por ello, respaldaron la elección de Abu Bakr como el primer califa, considerando que la autoridad en el islam no debía basarse en el linaje, sino en la capacidad.

La descentralización es una de las características más notables del sunismo. En lugar de tener un líder supremo, la interpretación del islam recae en los ulemas (eruditos religiosos), quienes estudian la sharía (ley islámica) y emiten fatwas (dictámenes religiosos) según la tradición y el consenso (ijma’). Dentro del sunismo, existen cuatro grandes escuelas de jurisprudencia islámica: hanafí, malikí, shafi’í y hanbalí, cada una con particularidades en la interpretación de la ley, pero compartiendo principios comunes. Esta diversidad ha hecho que el sunismo sea flexible y políticamente adaptable, lo que ha permitido su dominio a lo largo de la historia.

Otra característica del sunismo es su énfasis en la comunidad (Umma) como el pilar del islam. A diferencia del chiismo, que venera figuras religiosas específicas, los sunitas consideran que ningún líder es infalible ni tiene conexión divina, por lo que el islam debe regirse por las enseñanzas del Corán y la sunnah. Aunque no existe un «papa» sunita, ciertas figuras tienen gran influencia, como el Gran Imán de Al-Azhar en Egipto o el Consejo de Ulemas de Arabia Saudita. Asimismo, la familia real saudita ejerce un rol simbólico en el mundo sunita al ser los «guardianes» de La Meca y Medina, los lugares más sagrados del islam.

Fotografía de Abdulaziz bin Saúd, primer rey de Arabia Saudita, quien estaría a cargo de difundir la rama sunita en el país.

Por otro lado, dentro del sunismo también existen subcorrientes relevantes: De las más importantes es el salafismo, una interpretación ultraconservadora que busca volver a las prácticas del islam de los primeros musulmanes (salaf). Incluso, dentro del salafismo existe una subcorriente más estricta: el wahabismo, nacida en el siglo XVIII en Arabia Saudita que se convirtió en la doctrina oficial del reino saudita. De hecho, esta doctrina también ha inspirado a grupos extremistas como Boko Haram y Al-Qaeda. Si bien no todas las organizaciones salafistas son yihadistas, el salafismo yihadista ha servido como base ideológica para muchos grupos armados en el mundo.

Chiismo

El chiismo, que representa entre 10-15% de los musulmanes, surgió como una respuesta a lo que sus seguidores consideraron una injusticia histórica: la exclusión de la familia del profeta Mahoma del liderazgo islámico. La palabra «chiita» proviene de Shiat Ali («los seguidores de Alí»), pues defendían que Alí, primo y yerno de Mahoma, debía haber sido el primer califa. Cómo ya vimos, para los chiitas, el islam no podía estar en manos de cualquier gobernante elegido por consenso, sino que debía ser guiado por los descendientes directos del profeta, quienes, según su creencia, poseen una conexión divina especial para interpretar la fe de manera infalible.

A diferencia del sunismo, que se rige por la interpretación colectiva de eruditos, el chiismo está estructurado en torno a los imanes, quienes son considerados líderes espirituales con conocimiento divino. Según la rama mayoritaria del chiismo -el chiismo duodecimano-, hubo 12 imanes descendientes de Mahoma, el último de los cuales, el Imán Mahdi, desapareció en el siglo IX en la Gran Ocultación y regresará en el futuro como el salvador del islam. Debido a su ausencia, los chiitas creen que los Ayatollahs -máximos eruditos religiosos chiitas en la actualidad- son los encargados de interpretar la ley islámica hasta su regreso. En Irán, el Líder Supremo es el Ayatollah de mayor jerarquía y tiene tanto poder religioso como político.

El Ayatollah de Irán, Ruhollah Khomeini, regresa al país el 1 de Febrero de 1979 tras desatarse la Revolución Islámica. (Fuente: https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=4090332)

Otra gran diferencia con el sunismo es que el chiismo ha desarrollado una cultura del martirio. A lo largo de la historia, los chiitas han sido perseguidos por los imperios sunitas, lo que ha reforzado su identidad como una comunidad de resistencia. El evento más emblemático para los chiitas es la Batalla de Karbala (680 d.C.), donde Hussein, nieto de Mahoma e hijo de Alí, fue brutalmente asesinado junto a su familia por el ejército del califa sunita Yazid, historia que ya habíamos adelantado. Este suceso es conmemorado cada año en la festividad de Ashura, donde millones de chiitas realizan procesiones, autoflagelaciones y rituales de duelo para recordar su sacrificio.

Diferencias Teológicas y Distintas Prácticas

Aunque ambas ramas profundizan las enseñanzas del Corán, su visión sobre la autoridad religiosa ha moldeado diferencias clave en la manera en que practican su fe. Estas diferencias no solo se reflejan en la estructura de liderazgo, sino también en su teología, la interpretación de la Sharía (ley islámica), la forma en que oran y las festividades que conmemoran. Por lo tanto, a continuación, detallaremos las diferencias más importantes entre ambas ramas.

DiferenciaSunismoChiismo
Liderazgo religiosoNo hay una figura central, se sigue a ulemas y eruditos islámicos.Creencia en los imanes, considerados infalibles y guías espirituales que involucra a los Ayatollahs.
Sucesión tras MahomaAbu Bakr, elegido por la comunidad.Alí y sus descendientes, considerados los legítimos herederos.
Oración5 veces al día.3 veces al día (aunque incluye las 5 oraciones, pero se concretan juntándose varias en un mismo momento).
Fiestas religiosasCelebran el Eid al-Fitr y el Eid al-Adha.Además de las anteriores, celebran la Ashura en conmemoración del martirio de Hussein.
Grupos armados influyentes-Al-Qaeda (Internacional)
-ISIS (Internacional)
-Talibanes (Afganistán)
HTS (Siria)
-Jaish-e-Mohammed (Pakistán/India)
-Lashkar-e-Taiba (Pakistán/India)
-Boko Haram (Nigeria)
-Al-Shabaab (Somalía)
-Estado Islámico (Sahel africano)
-Hamás (Palestina, a pesar de que Israel confesó haber participado en su creación, tengamos en cuenta que esta organización ha estado aliada con las fuerzas chiitas dado a sus objetivos similares de destruir el sionismo -una ideología ultranacionalista judía que, según ellos, se encuentra dentro de la estructura estatal israelí-.
-Hezbollah (Líbano)
-Fuerzas de Movilización Popular (Irak)
-Houthis (Yemen)
-Kataib Hezbollah (Irak), Brigadas Badr (Irak)
-Kataib Sayyid al-Shuhada (Irak/Siria)
-Saraya al-Mukhtar (Bahrein)
-Al-Sabirin (Palestina).

Es oportuno realizar una precisión sobre la Sharía islámica, dado que es la base sobre la que se rige la vida de de los musulmanes. Para muchos, es un código de justicia, pero para los gobiernos y grupos armados, también es una herramienta de control e influencia. En países como Arabia Saudita y Pakistán, la Sharía es aplicada por tribunales religiosos con castigos estrictos, mientras que en Irán se usa principalmente para reforzar su autoridad sobre la sociedad.

Pero su poder va más allá de la ley. La Sharía es también puede usarse en una operación psicológica (PSYOPS), en una narrativa que puede movilizar a poblaciones enteras en tiempos de crisis. Si un régimen como el de los Ayatollahs en Irán o la monarquía saudita sintiera que su poder está amenazado, podría usarla como una justificación para la Yihad defensiva total, es decir, un llamado a una «guerra santa» en nombre del islam. En otras palabras, la Sharía no solo dictaría normas, sino que se convertiría en un llamado a las armas a casi toda la población musulmana, transformando un conflicto político en una lucha religiosa total.

Religión vs ideología política

Asimismo, también es pertinente hacer una aclaración con respecto a las ideologías políticas que se ponen por encima de la identidad religiosa, si bien esto se va por las ramas del tema principal (y lo desarrollaremos en otro artículo), nos ayudará a entender mejor la geopolítica del islam que desarrollaremos a profundidad en el siguiente subtítulo. En el mundo árabe han surgido movimientos políticos panarabistas que han intentado superar las diferencias religiosas en favor de una identidad árabe unificada. Uno de los más influyentes fue el Baazismo, fundado en la década de 1940 por Michel Aflaq y Salah al-Din al-Bitar, que promovía el nacionalismo árabe, el socialismo árabe y el secularismo.

Su objetivo era integrar a los países árabes bajo una sola bandera, sin distinción entre sunitas y chiitas, sino en pro de una identidad árabe o al menos de la nacionalidad que eran. Sin embargo, en la práctica, algunos regímenes baazistas adoptaron configuraciones sectarias: en Irak, bajo Saddam Hussein, el partido Baaz fue dominado por sunitas, marginando y reprimiendo a la mayoría chiita, incluso desatando una guerra contra el Irán de los Ayatollah. Mientras que en Siria, el régimen de Bashar al-Assad, aunque oficialmente secular, consolidó el poder de la minoría alauita -una subcategoría dentro del chiismo- con el respaldo de Irán.

Otras corrientes panarabistas vendrían a ser el Nasserismo, liderado por Gamal Abdel Nasser en Egipto, que promovió un modelo de unidad árabe con fuerte intervención del Estado en la economía, sin alinearse con ninguna rama del islam. El Gadafismo, impulsado por Muamar Gadafi en Libia, adoptó una versión del socialismo islámico, con un enfoque pragmático y laico. En el Magreb, el Frente de Liberación Nacional (FLN) en Argelia adoptó el panarabismo como su ideología central tras la independencia, mientras que el Frente Polisario, que lucha por la independencia del Sahara Occidental, ha mantenido una orientación más secular, sin alinearse con ninguna corriente islámica específica.

El sha Mohammad Reza Pahleví -antiguo líder de Persia (Irán) antes de la entrada del Ayatollah Ruhollah Khomeini-, junto al presidente argelino Houari Boumédiène y el líder irakí Saddam Hussein a raíz de la firma de la declaración de Argel de 1975.

Geopolítica del Islam

Ahora sí, luego de todo lo visto a lo largo de este artículo, ya podemos entender los objetivos geopolíticos tanto de las organizaciones armadas como de los países. Ya se pueden dar una idea de que la geopolítica del islam no se limita a la rivalidad religiosa-académica entre sunitas y chiitas, sino que abarca una guerra híbrida en la que religión, política y estrategias militares se ven envueltas. Así que a continuación, profundizaremos sobre ello.

Organizaciones armadas sunitas

Como vimos en el cuadro de diferencias, catalogamos la influencia de las ramas del islam en diferentes organizaciones armadas. Los grupos extremistas sunitas, como ISIS y Al-Qaeda, han promovido la visión wahabista y han dirigido ataques contra gobiernos chiitas. En el lado opuesto, Hezbollah ha sido clave en la en la lucha contra Israel -de hecho se organizó con ese fin a partir de la primera invasión israelí al Líbano en 1982-. Mientras los grupos sunitas buscan establecer califatos, las milicias chiitas -como las Fuerzas de Movilización Popular en Irak o los Hutíes en Yemen-, han actuado bajo la influencia de Irán, consolidando el chiismo como un factor clave en la política de Oriente Medio.

De hecho, es curioso e incluso sospechoso que las organizaciones yihadistas sunitas más relevantes -como ISIS-, nunca hayan realizado un ataque directo contra Israel, a pesar de que su retórica extremista los presenta como enemigos del sionismo y de Occidente. Considerando las tensiones históricas entre el mundo islámico e Israel, parecería lógico que estas organizaciones dirigieran su ofensiva hacia el Estado judío. Sin embargo, no lo han hecho, y esto ha llevado a la aparición de teorías sobre una agenda oculta detrás del yihadismo internacional, y una de las más impactantes estaría relacionada con la Operación Timber Sycamore.

Fotografía de los militantes de ISIS, no solo en esta foto, sino en otras que abundan en internet, véase la diferencia en el uniforme con otras organizaciones como Hezbollah -adjuntamos al inicio del artículo- que tienen un estilo similar a un ejército (Fuente: Comitato Atlantico Italiano)

Este programa encubierto, liderado por Estados Unidos, Turquía, Arabia Saudita (y posiblemente el mismo Israel), consistió en el entrenamiento, financiamiento y armamento de grupos rebeldes en Siria para derrocar al gobierno de Bashar al-Assad -a pesar de tener una ideología baazista, era aliado de los chiitas-. Sin embargo, lo inquietante es que muchos de estos «rebeldes moderados» resultaron estar vinculados a organizaciones como ISIS y Al-Qaeda. Documentos filtrados -como el publicado por Washington’s Blog titulado «ISIS is US»-, sostienen que la existencia de estos grupos no es espontánea, sino que responde a una PSYOP dirigida por EE.UU. y sus aliados.

Aunque la narrativa oficial se quedó en respaldar a los grupos «moderados», en la práctica, se canalizaron millones de dólares en armas y entrenamiento a facciones islamistas radicales. Como resultado, además de devastar Siria, este flujo incontrolado de armas permitió que combatientes altamente entrenados se expandieran a otras zonas de conflicto como Libia y el Sahel, intensificando la crisis de seguridad global. La ausencia de ataques de ISIS y Al-Qaeda contra Israel, en este contexto, no parece ser una coincidencia, sino una consecuencia de los intereses geopolíticos de las potencias que han manejado el yihadismo como una herramienta estratégica.

Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí, muestra un mapa en las naciones unidas donde se ve «la maldición», donde se ven los países con mayor influencia chiita y por ende iraní. Al otro lado, se ven los países de «la bendición», donde se ven países sunitas. (Fuente: CNN)

Organizaciones armadas chiitas

En el lado chiita, bueno ya no hay mucho que añadir a lo ya expuesto: las milicias responden principalmente a Irán, que promueve la narrativa contra «El Gran Satán» (EE.UU.) y el sionismo (Israel). A diferencia de los grupos sunitas yihadistas, más descentralizados, las milicias chiitas operan con una estrategia coordinada. Un claro ejemplo son los Hutíes en Yemen, quienes han llevado la guerra al ámbito marítimo, bloqueando barcos estadounidenses e israelíes en el Mar Rojo y el Canal de Suez. A través de drones y misiles, han perturbado el comercio global, demostrando que Irán puede asfixiar rutas comerciales clave cuando lo desee.

Otras milicias chiitas han mantenido una línea de ataque directo contra EE.UU. e Israel. Hezbollah -del que ya hemos hablado hasta el cansancio-, es el brazo más fuerte de Irán, ha lanzado ataques desde el Líbano y ha fortalecido posiciones en Siria para hostigar a Israel. En Irak, las Fuerzas de Movilización Popular (PMF) han atacado bases estadounidenses, consolidando el control iraní. Lo que podemos deducir es que estas milicias buscan objetivos geopolíticos concretos, con financiamiento estatal y respaldo ideológico de Irán, lo que las convierte en una herramienta de guerra más efectiva y persistente.

Fotografía de los Hutiés en Yemen (Fuente: El Mundo)

El papel de los Países Islámicos sunitas

Ahora, en la geopolítica islámica, Arabia Saudita lidera el bloque sunita, no solo como la cuna del islam dado que en su territorio se encuentra La Meca, sino como el principal patrocinador de movimientos sunitas en el mundo. A través de su riqueza petrolera, la monarquía saudita ha financiado la construcción de mezquitas, madrasas y redes islámicas en países como Pakistán, Egipto y Afganistán, promoviendo el wahabismo como ya vimos. Este respaldo ha sido clave en la expansión de la influencia saudita, tanto en la política como en la estructura religiosa de muchas naciones musulmanas.

Sin embargo, Arabia Saudita no está sola en este juego de poder, pues Turquía y los Emiratos Árabes Unidos (EAU) han emergido como actores estratégicos dentro del bloque sunita, utilizando tanto el soft power (diplomacia y ayuda económica) como la intervención militar para fortalecer su influencia. Turquía, bajo el liderazgo de Recep Tayyip Erdoğan, ha promovido una agenda «neo-otomana», aumentando su presencia en conflictos como Libia y Siria. Por su parte, EAU ha adoptado una política exterior más realista, estableciendo alianzas económicas con Occidente mientras financia facciones sunitas en zonas clave.

Además, estos países han tendido a ser más pragmáticos con Occidente. En los últimos años, hemos visto cómo estas naciones han normalizado relaciones con Israel a través de los Acuerdos de Abraham, firmados en 2020 entre Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Marruecos y Sudán. Incluso Arabia Saudita, aunque no ha formalizado un tratado de paz, ha mostrado señales de cooperación en temas estratégicos, especialmente en materia de seguridad y contención de Irán. Mientras tanto, Egipto y Jordania -también sunitas- mantienen acuerdos de paz con Israel desde hace décadas.

Chiitas y sunitas
El expresidente de Irán, Ebrahim Raisi -quien tiene una vestimenta negra- en el Aeropuerto Internacional de King Khalid en Riad, Arabia Saudita, para una cumbre árabe-islámica. (Fuente: CNN)

El papel de los países islámicos chiitas

Por otro lado, Irán es la principal potencia chiita, utilizando su influencia para consolidar regímenes y movimientos afines en Medio Oriente. Su control sobre Irak, Siria, Líbano y Yemen ha conformado un «Eje de Resistencia» contra las potencias sunitas y sus aliados occidentales. En Irak, el gobierno chiita mantiene lazos estrechos con Teherán, mientras que en Siria, Irán ha sido el principal apoyo militar del régimen de Bashar al-Assad hasta su caída. En Líbano, Hezbollah opera como un brazo político-militar iraní, mientras que en Yemen, los Hutíes han enfrentado una guerra devastadora contra Arabia Saudita. En todos estos conflictos, Irán ha utilizado proxies militares, entrenando y financiando milicias para expandir su influencia sin intervención directa.

Distinto al bloque sunita, que ha mostrado pragmatismo en sus relaciones internacionales, el chiismo político mantiene una postura más rígida y confrontacional, basada en la doctrina de resistencia contra Occidente e Israel. Desde la Revolución Islámica de 1979, Irán ha promovido el concepto de Wilayat al-Faqih (Gobierno del Jurisconsulto), que otorga a los clérigos el poder supremo en la política y la guerra como parte de su estrategia de inteligencia y contrainteligencia. Esta ideología ha permitido a Irán proyectar poder a través de milicias paramilitares, asegurando su influencia en la región sin necesidad de librar guerras convencionales.

Además, mientras los países sunitas han buscado acuerdos con Israel y Occidente, Irán ha consolidado alianzas con Rusia, China y Corea del Norte, apostando por un bloque antioccidental que desafía el orden de Estados Unidos. El bloque chiita funciona como una red de resistencia, con una estrategia basada en la guerra híbrida, propaganda y sabotaje. Irán, en lugar de depender de tratados diplomáticos, ha utilizado su influencia militar y religiosa para construir un frente común contra sus enemigos. Incluso, los chiitas han mostrado disposición a cooperar con los cristianos ortodoxos, especialmente en el contexto de Medio Oriente y Eurasia.

Esta relación se debe principalmente a su enemistad común con el extremismo sunita y su oposición a la influencia occidental en la región. Esto lo pudimos ver durante el conflicto de Nagorno Karabaj, donde Irán suministró ayuda a Armenia -país cristiano ortodoxo- contra Azerbaiyán que, a pesar de tener una población chiita, ha preferido mantener una identidad turca, por lo que estuvo respaldado por Israel. De manera similar, Irán ha fortalecido lazos con Rusia -país con mayoría cristiana ortodoxa- y ha salvaguardado las iglesias cristianas ortodoxas en Siria. A medida que la tensión con Israel y Estados Unidos aumenta, el bloque chiita sigue consolidando su poder.

Estudiantes militares norcoreanos se gradúan de una universidad militar iraní. (Fuente: Koosha Mahshid Falahi/Mizan News Agency, Attribution, via Wikimedia Commons)

Conclusión

La religión islámica ha sido un factor clave en la geopolítica global, con una influencia que se extiende desde el norte de África hasta el sudeste asiático y Oceanía. Sin embargo, la división entre chiitas y sunitas ha ido más allá de una simple diferencia teológica, transformándose en un conflicto político y militar que ha marcado el equilibrio de poder en Medio Oriente. La rivalidad entre Arabia Saudita e Irán, el uso de milicias y grupos armados y la lucha por la influencia en países clave como Irak, Siria y Yemen han convertido esta fractura en un eje central de los conflictos regionales y de la política internacional.

Comprender estas diferencias es esencial para analizar el presente y el futuro de Medio Oriente. Las alianzas estratégicas de los países sunitas con Israel y Occidente, el bloque chiita liderado por Irán con sus redes de milicias, y el impacto de grupos armados como Hezbollah, ISIS y los hutíes seguirán moldeando la región. Además, los datos demográficos muestran que la mayoría de los países musulmanes tienen una dominante población sunita, mientras que el chiismo se concentra en naciones clave como Irán e Irak. La rivalidad entre sunitas y chiitas no es solo un tema del pasado, sino un conflicto en constante evolución que seguirá definiendo la geopolítica global en las próximas décadas.

PaísMayoría Sunita (%)Mayoría Chiita (%)Notas
Arabia Saudita85-90%10-15%Gobierno sunita con minoría chiita en el este.
Irán5-10%90-95%Principal nación chiita del mundo.
Irak35%60-65%Gobierno dominado por chiitas, pero con importante minoría sunita.
Siria70-75%10-15%Anterior gobierno de Bashar al-Assad apoyado por chiitas. Ahora líderado por sunitas.
Líbano30-35%30-35%Se intenta un equilibrio entre sunitas, chiitas y cristianos.
Yemen55-60%40-45%Enfrentamiento entre sunitas y chiitas (houthis).
Pakistán85-90%10-15%Conflictos internos entre ambas comunidades.
Afganistán85-90%10-15%Dominio talibán sunita, minoría chiita hazara.
Turquía85-90%10-15%Gobierno secular con mayoría sunita.
Bahrein30-40%60-70%Gobierno sunita con mayoría chiita en la población.
Fuente: Al Jazeera y Pew Research Center

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