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Arabia Saudita: Teocracia Conservadora | IDEOLOGÍAS EN LA LUCHA GEOPOLÍTICA | Mantener el poder a través de la Fe

En el capítulo anterior, mencionamos algunos países del Medio Oriente que están inmersos en la carrera nuclear, destacando casos como el de Irán, cuya búsqueda por ese armamento sigue siendo una prioridad. Sin embargo, otra de las principales preocupaciones de este país radica en su rival regional, Arabia Saudita. Aunque ambos países comparten raíces árabes, lo que los separa profundamente es la rama del islam que profesan.

Arabia Saudita ostenta el privilegio de custodiar el lugar más sagrado del islam, La Meca, un bastión religioso que ha utilizado estratégicamente como una especie de escudo simbólico frente a posibles ataques directos. Este reino es el principal representante de la rama suní del islam, rama que profesan aproximadamente el 80 % de la población árabe.

Por su parte, Irán se erige como el líder de la rama chií, y la rivalidad entre ambos se manifiesta en su pugna por la hegemonía regional. ¿Lo más impactante? Mientras que Irán es una República Islámica que dice ser una democracia occidental ante la ONU, Arabia Saudita es un reino que rechaza abiertamente los valores del sistema occidental, apostando por la defensa férrea de sus tradiciones religiosas y culturales. Y este conservadurismo no ha impedido que cuente con el respaldo de potencias occidentales.

El Pragmatismo del Reino

Arabia Saudita se proyecta como el guardián supremo del islam, cualquier amenaza a su nación podría generar una colosal guerra santa, por lo que su enfoque religioso es parte de su estrategia diplomática. Sin embargo, su rivalidad histórica con Irán ha llevado también al reino suní a buscar aliados estratégicos gracias a su enfoque pragmático, entre los que destacan China, Estados Unidos e incluso Israel.

Un ejemplo de este pragmatismo es el acuerdo del Petro-Dólar de la década de 1970. Este convenio estipulaba que el petróleo saudí solo sería comercializado en dólares estadounidenses, lo que no solo fortaleció su relación con Occidente, sino que también influyó en otros países petroleros a adoptar el mismo modelo. Arabia Saudita, el segundo país con mayores reservas de petróleo en el mundo, aprovechó este acuerdo para consolidar su posición geopolítica.

Sin embargo, el panorama ha cambiado en los últimos años. Tras los conflictos en la Franja de Gaza y la no renovación del mencionado acuerdo en 2024, China ha entrado en escena como un socio clave para el reino, integrándolo al foro BRICS+, que promueve la cooperación económica entre países emergentes y contrarresta la influencia del G7. Este giro hacia Oriente representa un cambio significativo en la estrategia saudí, mostrando una flexibilidad que le permite adaptarse a nuevas dinámicas globales.

Negociaciones de las delegaciones saudí y china (Fuente: Ministerio de Relaciones de la República Popular China)

Los empresarios saudíes

El petróleo es un activo financiero muy volátil, es decir, en un día los barriles de este mineral pueden tener un precio altísimo, y al siguiente día desplomarse, poniendo en riesgo la estabilidad económica de los países que dependen exclusivamente de él. En respuesta, Arabia Saudita ha emprendido un ambicioso plan para diversificar su economía a través del Fondo de Inversión Pública Saudí (PIF).

Creado en 1971, el PIF inicialmente supervisaba las operaciones relacionadas con el petróleo, pero desde el año 2000 ha expandido su misión a otros sectores como tecnología, turismo, infraestructura y energías renovables. Bajo la supervisión del primer ministro, el fondo ha adquirido participaciones significativas en empresas globales como Uber, Lucid Motors, SoftBank y Vision Fund, apostando por la economía digital y tecnológica.

Asimismo, el PIF ha incursionado en el entretenimiento, como ocurre en la industria de los videojuegos, invirtiendo en compañías como Nintendo y Activision Blizzard. Estas estrategias reflejan la visión saudí de modernización económica, alineada con el plan Visión 2030, que busca reducir la dependencia del petróleo y posicionar al reino como un actor clave en diversas industrias globales.

El sistema que no ha sido criticado

Pese a las constantes denuncias de violaciones a los derechos humanos denunciados por medios como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, la monarquía saudí ha logrado evitar sanciones significativas de Occidente. La explicación es sencilla: su peso en el mercado petrolero global. Como segundo mayor poseedor de reservas de petróleo, cualquier interrupción en su suministro aumentaría el precio del crudo por la escasez, lo que paralizaría fábricas a nivel mundial.

La figura del rey saudí está profundamente arraigada en la cultura del país, proyectándose casi como un símbolo divino. Este culto a la figura real se refuerza a través de la educación, los medios de comunicación y, más recientemente, estrategias de «soft power». Utilizando su influencia en las industrias culturales y de entretenimiento donde el PIF es accionista, Arabia Saudita ha logrado moldear las percepciones de los consumistas internacionales, promoviendo una imagen favorable tanto del país como de su liderazgo.

Internamente, el reino utiliza su vasta riqueza para mantener la estabilidad social. A través de subsidios, programas de bienestar y creación de empleo, ha reducido significativamente el descontento popular. Además, la monarquía va introduciendo reformas graduales, como fue la autorización para que las mujeres conduzcan en el año 2018, esto con el fin de proyectar una imagen de progreso sin comprometer su esencia conservadora y mantener el sistema de gobierno.

En el siguiente capítulo, nos trasladamos a Polonia, donde analizaremos cuestiones parecidas con Arabia Saudita en torno al conservadurismo. Sin embargo, la diferencia principal es que en Polonia, esas ideas se han mantenido en las urnas electorales.

Redacción Goberna

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