En el capítulo anterior, exploramos cómo el régimen saudí se mantiene vigente con distintas técnicas, entre ellas, el uso de un soft power para promover su cultura conservadora en la industria del entretenimiento, protegiendo su idiosincrasia de influencias externas. Ahora nos trasladamos a Occidente, a un país que ha encontrado en el conservadurismo una poderosa herramienta política: Polonia.
El influyente filósofo británico Roger Scruton, en su libro Fools, Frauds, and Firebrands: Thinkers of the New Left, reflexiona sobre cómo ciertos discursos políticos que critican la inmigración, las ayudas sociales a extranjeros o los movimientos LGBTQ+ suelen interpretarse como un rechazo al progreso social. Según Scruton, esta tendencia progresista se consolidó en Europa tras el final de la Guerra Fría, con partidos como el PSOE en España o el SPD en Alemania. Sin embargo, Polonia ha tomado un camino diferente, aferrándose a sus valores tradicionales que se manifiestan en las elecciones democráticas.
La República Popular como cuna del conservadurismo polaco
El comunismo marcó una etapa histórica en Polonia, pero también plantó las semillas de una férrea resistencia. Marx definía la religión como «el opio del pueblo», pero para los polacos, la religión fue el refugio en tiempos de ateísmo. Bajo la influencia soviética, el país, profundamente católico, luchó por mantener su fe y costumbres, demostrándose en la actualidad con el gran porcentaje de creyentes en la fe cristiana, alrededor de un 90% según fuentes como Datosmacro.
Cuando cayó el comunismo, el Partido Ley y Justicia (PiS) aprovechó el resentimiento que esa etapa dejó en la sociedad, así como la insatisfacción con los subsiguientes gobiernos luego de 1990. Con un discurso que evocaba el regreso a los valores tradicionales, el PiS consolidó una base de apoyo que lo llevó al poder en 2015, con una fuerte presencia en el Parlamento que se mantiene hasta hoy. Ules Adamska, en su artículo para Brig Newspapers llamado Analysis of ‘LGBT-free zones’ in Poland: How did it happen?, explora cómo el partido utiliza narrativas ideológicas para reforzar su posición, incluso, alegando que los ideales progresistas son peores que el comunismo. Ese temor resonó en una población ávida de proteger su identidad.
La Iglesia, pilar de la resistencia
En momentos de ocupación y represión, la Iglesia Católica se convirtió en el alma de Polonia, un refugio espiritual y cultural donde las costumbres se mantenían vivas. Su influencia no desapareció con el comunismo; por el contrario, se fortaleció y sigue vigente contra las ideologías hegemónicas contemporáneas. La religión impregna tanto la vida pública como la privada. Festividades religiosas tienen un lugar destacado en la agenda nacional, y las clases de religión forman parte del currículum escolar.
Dado a la gran cantidad de población creyente, la cooperación con la iglesia se convierte en un aliado imprescindible para cualquier partido político que aspire al poder. El PiS, consciente de esta realidad, ha abrazado la influencia religiosa, utilizándola en sus discursos para enamorar a la población. La Iglesia no solo es un símbolo de fe, sino también una herramienta estratégica para fortalecer el conservadurismo en el país.
Leyes y Políticas
En la última década, Polonia ha sido testigo de profundas transformaciones legales impulsadas por el PiS, siempre en línea con sus ideales. En 2020, el Tribunal Constitucional, respaldado por el gobierno, declaró inconstitucional el aborto eugenésico, restringiéndolo únicamente a casos de riesgo para la vida de la madre o embarazos producto de violación.
Las reformas no se limitaron a la salud reproductiva. En 2022, el gobierno revisó el sistema educativo para limitar algunos temas de educación sexual, argumentando que contravenía los valores nacionales. Además, se restringió la actividad de organizaciones no gubernamentales que promovieran agendas feministas o causas LGBTQ+. Mientras tanto, se buscó que los medios de comunicación dieran una imagen positiva del partido, lo que consolidó el apoyo popular pese a las críticas internacionales.
Un discurso desafiante ante la comunidad internacional
Como miembro de la Unión Europea, Polonia enfrenta constantes presiones para alinearse con posturas más progresistas. Las críticas no han sido leves: desde Bruselas, se ha cuestionado abiertamente si Polonia sigue siendo una verdadera democracia. Pero lejos de ceder, Polonia ha encontrado aliados en líderes afines, como el primer ministro húngaro Viktor Orbán, la presidenta del Consejo de Ministros de Italia Giorgia Meloni, y la política Marine Le Pen en Francia.
El uso de eslóganes como «Silna rodzina, silna Polska» (Familia fuerte, Polonia fuerte) han sido del agrado entre los ciudadanos. En su artículo Mythology of the Law and Justice Party’s Migration Discourse, Olena Yermakova explica cómo el PiS ha utilizado el miedo a la inmigración como una herramienta política, presentando a los extranjeros como una amenaza para la seguridad, la cultura y la cristiandad polaca. Este discurso, amplificado en redes sociales a través de videos y memes, ha consolidado su base al apelar directamente a las emociones de los votantes, y ellos han decidido confiar en el partido.
En el siguiente capítulo, nos trasladamos a Argentina, acá analizaremos como el nacionalismo, en el contexto de la guerra de las Malvinas, fue necesario para estimular los sentimientos de la población y que participen en la lucha. Sin embargo, una disputa entre dos formas de ver el nacionalismo no se quedaría atrás.