En el capítulo anterior, analizamos el War Room de, probablemente, el régimen más polémico de nuestra historia, el Tercer Reich de Adolf Hitler. Este se destacó por su ideología nacionalista y por conceptos de marketing que aún tienen eco en la actualidad. Sin embargo, existe otro régimen que, aunque diferente en contexto y propósito, también empleó el nacionalismo como columna vertebral de su estrategia de poder: el Irak de Saddam Hussein.
Desde sus primeros pasos en el partido Baaz, Saddam mostró un enfoque singular hacia el poder. Cada decisión, desde su afiliación al partido de ideología panarabista y socialista, su participación en un intento de asesinato contra el primer ministro en 1959, pasando por la planificación del exitoso golpe de Estado de 1968, fue parte de una estrategia cuidadosamente diseñada. Su ascenso al poder, primero como vicepresidente y luego como presidente tras forzar la renuncia de Hassan al-Bakr, marcó el nacimiento de un War Room único: un centro no solo militar, sino también un laboratorio político donde se mezclaban pragmatismo, ambición geopolítica con un enfoque autoritario, nacionalista y secular.
Un War Room Multidisciplinario
Un War Room exitoso no es solo un espacio físico; es una sinfonía de mentes que trabajan de forma conjunta para realizar lecturas y análisis profundos que aborden múltiples desafíos. Saddam entendió esto a la perfección y rodeó su estrategia de asesores militares, economistas y expertos en propaganda, lo que permitió manejar múltiples frentes simultáneamente. Mientras nacionalizaba la industria petrolera para consolidar la independencia económica de Irak, también moldeaba una doctrina militar diseñada para enfrentar las amenazas externas. Entre tanto, las estatuas de su figura proliferaban, no solo como un símbolo de poder, sino como un recordatorio omnipresente de su liderazgo.
En la guerra contra Irán de 1980, Saddam logró ganarse el apoyo occidental, especialmente de Estados Unidos, al posicionarse como alternativa contra el fundamentalismo del Ayatollah. Este conflicto, brutal y prolongado, convirtió a Irak en un actor clave en la región, gracias al respaldo de tecnología y recursos extranjeros. Sin embargo, el War Room cambió drásticamente de estrategia en 1990 cuando Irak ocupó Kuwait en solo dos días, una Blitzkrieg, y realizó acciones de sabotaje contra Arabia Saudita, lo que llevó al colapso su relación con Occidente. La diplomacia agresiva de Saddam que buscaba unificar a los árabes bajo su liderazgo, comenzó a perder legitimidad frente a la comunidad internacional, costándole la Guerra del Golfo.
Cuidando el Frente Interno
Para mantener su posición, Saddam comprendió que debía asegurar no solo el control militar y económico, sino también la lealtad interna. Las medidas efectivas de un War Room surgen de la apertura al debate entre sus colaboradores, en el caso iraquí, el War Room no solo planeaba estrategias de guerra, sino que también discutía proyectos de desarrollo industrial destinados a modernizar el país. Bajo este enfoque las mentes más brillantes de científicos, ingenieros y economistas participaron en la diversificación de la economía. Entre ellas, el desarrollo industrial del sector petroquímico y la promoción de proyectos de infraestructura masiva.
Además, Saddam consolidó la lealtad de sus fuerzas armadas y funcionarios con gestos calculados, como la entrega de armas de oro. Estas acciones no solo eran símbolos de reconocimiento, sino también recordatorios tangibles de los beneficios de la fidelidad al régimen.
Una Ideología de Unión
En un mundo árabe fragmentado por diferencias religiosas y políticas, Saddam optó por el secularismo como una herramienta unificadora. Su War Room promovió una visión panarabista, donde la identidad árabe, empezando por el ser de nacionalidad iraquí, se elevaba por encima del fundamentalismo religioso. Esta estrategia le permitió presentarse como un líder moderno capaz de ofrecer una alternativa laica frente a regímenes religiosos más conservadores.
No obstante, esta misma narrativa sirvió como excusa para justificar acciones contra grupos étnicos y opositores internos. Los kurdos, por ejemplo, fueron reprimidos brutalmente reprimidos tras la ejecución de la Operación al-Anfal, bajo el pretexto de no formar parte de aquella identidad y de haber apoyado a Irán durante la guerra. Saddam utilizó la ideología panarabista para justificar estos actos, reforzando su autoridad y eliminando cualquier amenaza a su visión de una nación árabe unificada bajo su mando.
Sin embargo, luego de que el régimen de Saddam estuvo en el ojo público tras la supuesta fabricación de armas de destrucción masiva como analizamos en el capítulo 6 de la serie Ideologías en la Lucha Geopolítica, el War Room no pudo enfrentar la invasión estadounidense. En el siguiente capítulo, nos trasladamos a Irán, para analizar las estrategias ejecutadas por el enemigo de Hussein: el War Room del Ayatollah Ruhollah Khomeini, y su continuación por Alí Jamenei.