En el capítulo anterior, exploramos cómo el Ayatollah Ruhollah Khomeini, con un War Room meticulosamente planeado, tomó el poder en Irán en apenas un año, transformando un régimen monárquico en una República Islámica enfocado en consolidar el poder y en resistir guerras. Ahora, nos trasladamos a Rusia, un país marcado por un cambio de rumbo geopolítico sin precedentes bajo el liderazgo de Vladimir Putin.
Gobernar el país más extenso del planeta es un desafío titánico. No solo por el inmenso territorio, sino también por ser una nación que cargaba con las cicatrices del colapso soviético: un sistema ideológico hecho pedazos, una economía desmoronada y una sociedad en crisis. En ese contexto, Putin forjó su War Room, trazando un plan para devolverle a Rusia su estatus de superpotencia. Desde sus días como estudiante hasta convertirse en uno de los líderes más influyentes del mundo, cada paso fue una jugada cuidadosamente calculada.
De estudiante a espía: los cimientos del poder
En plena Guerra Fría, un joven Vladimir Putin, interesando e inquieto por la disciplina y por la estructura del orden, decidió estudiar Derecho. Las clases de ideología socialista lo atraparon; en ellas, encontraba historias de héroes que sacrificaban todo por el proyecto comunista, los héroes de su patria. Fascinado por esa narrativa, comprendió que la verdadera fuerza radicaba en la inteligencia y la seguridad del Estado, no solo en el ámbito militar, sino en la estrategia.
Tras graduarse, su primera gran decisión fue ingresar a la KGB, el servicio de inteligencia soviético. Allí, en el anonimato de las operaciones encubiertas, empezó a pulir sus talentos, observar el entorno se convirtió en su habilidad nata, entendió rápidamente que la inteligencia no es solo recopilar información, sino de analizar, prever y manipular la situación con ella. Destinado como colaborador en Alemania Oriental, Putin vivió de cerca la tensión de la Guerra Fría, aprendiendo a jugar con las sombras y a utilizar la información como arma. Esos años moldearon al líder que más tarde manejaría los destinos de Rusia con precisión quirúrgica.
El ascenso político: un estratega en la administración Yeltsin
Tras el colapso de la Unión Soviética, una nueva etapa de transformación política empezaría para Putin. Al dejar la KGB, se adentró en el círculo político de San Petersburgo, una vez ahí, se unió al equipo de Anatoli Sobchak, alcalde de la ciudad. Putin destacaba entre los demás, no solo por su eficiencia, sino por una lealtad calculada que le abrió puertas a mayores responsabilidades como la de asesoramiento y la de gestión de las relaciones económicas e internacionales de la ciudad, una experiencia que forjaría a Putin como un político hábil y estratégico.
En 1996, Putin se trasladó a Moscú, donde entró en la administración de Borís Yeltsin. Este lo nombró director del FSB, el servicio de inteligencia interna rusa y uno de los más importantes junto al SVR, de inteligencia externa, que hablamos en el capítulo 5 de la serie Servicios de Inteligencia Alrededor del Mundo. Pero Putin no solo ejecutaba órdenes; usaba su posición para construir su imagen como un tecnócrata leal y capaz, siendo promovido a Primer Ministro. El punto culminante llegó en 1999, cuando Yeltsin renunció inesperadamente, dejando a Putin como su sucesor natural. La transición, meticulosamente diseñada para evitar oposición, aseguró que el Kremlin quedara bajo su control sin turbulencias políticas.
Consolidación del poder: eliminar a los rivales
Una vez en el poder, Putin puso en marcha un War Room fortalecido y bien financiado, tanto para influenciar al electorado en las siguientes elecciones, como para idear estrategias en las futuras guerras donde se decida que Rusia debía participar. Su primer movimiento consistió en no descuidar el frente interno, por lo que redefinió la estructura del gobierno. Centralizó el control en el Kremlin, debilitó la autonomía de los gobernadores regionales y llevó a cabo purgas internas en los servicios de seguridad y las fuerzas armadas como comentó en su momento El País en su artículo Putin aprovecha una ‘purga’ para impulsar la reforma militar.
La eliminación de rivales no se limitó a maniobras políticas, sino en ataques directos. Bajo el pretexto de combatir los malos elementos del Estado, atacó a la «Oligarquía Rusa», un grupo de empresarios que habían amasado fortunas tras las privatizaciones soviéticas. Aquellos que no se alinearon con su visión fueron purgados como nos comenta Le Monde Diplomatique en su artículo El Kremlin contra los oligarcas: Mijaíl Jodorkovski, el hombre más rico de Rusia en su momento, fue arrestado en 2003 como señal de que el Kremlin no toleraría desafíos políticos; los que cooperaron, se convirtieron en aliados estratégicos. El comité de propaganda aprovechó la oportunidad para proyectar a Putin como un líder decidido y patriótico.
Además, las misteriosas muertes de opositores como Alexei Navalny, un opositor de Putin que le iba a disputar el poder en las elecciones de 2024, murió por envenenamiento, y Yevgeny Prigozhin, líder del grupo Wagner quien intentó realizar una «Marcha Sobre Moscú» tras disputas por el manejo de Rusia en la guerra Rusia-Ucrania de 2022, moriría tras un misterioso accidente aéreo. Por último, destacamos la firma de la ley que permitiría la reelección de Vladimir Putin hasta el año 2036. Todo esto envía un mensaje claro: no hay lugar para la disidencia en el régimen de Putin y nadie se escapa de las estrategias de su War Room.
El War Room en la era mediática: controlar la narrativa
El War Room de Putin no solo se dedica a la política interna; también es un maestro en influir la opinión pública tanto de su población como de los extranjeros. Mediante el uso de sus medios estatales, construyó un discurso que presenta a Rusia como una fortaleza para quienes se sienten amenazados por Occidente. Inclusive, en las redes sociales como las de Sputnik podíamos ver memes al respecto. Estas técnicas eran tan efectivas que, el 17 de setiembre, META decidió bloquearlas.
Esta narrativa alcanzó su punto álgido con la anexión de Crimea en 2014 y la invasión de Ucrania en 2022. Bajo la bandera de proteger a los rusos étnicos y combatir el “neonazismo”, acompañado de fotografías del Batallón Azov, Putin justificó sus acciones militares mientras alimentaba el orgullo nacional. El mensaje resonaba no solo en Rusia, sino también en otros países que veían a Occidente como un enemigo común, siendo un War Room sólido donde nos deja la pregunta: ¿Cuál será su siguiente movimiento?.
En el siguiente capítulo, nos trasladamos a China donde tendremos la oportunidad de analizar el War Room de Xi Jinping. Veremos como un campesino que vivió la Revolución Cultural escaló hasta ser el líder de China, y como la consolidación de su War Room lo ayudó a llegar al poder, consolidarlo y usarlo para estrategias económicas.