En el capítulo anterior, exploramos al MSS, el servicio de inteligencia chino, una maquinaria que se fusiona con la diplomacia para alcanzar los objetivos estratégicos del país sin recurrir al uso de la fuerza. Ahora, siguiendo en el hemisferio oriental, giramos la vista hacia Rusia, un jugador que sigue un camino marcadamente distinto. Con un enfoque donde se entrelazan intervenciones militares, propaganda y operaciones encubiertas, el servicio de inteligencia ruso se posiciona como una pieza clave en la consolidación del poder estatal y la defensa de los intereses del Kremlin.
El colapso de la Unión Soviética en 1991 no solo transformó a Rusia, sino que también marcó el final de la era del KGB, la legendaria agencia que orquestó operaciones globales durante décadas. De sus cenizas surgieron entidades especializadas como el FSB, responsable de la inteligencia interna; el GRU, encargado del ámbito militar; el FSO, centrado en la seguridad política; y el SVR, el heredero natural del legado internacional del KGB. Este último mantiene viva la tradición del espionaje clandestino y las operaciones encubiertas, solo que ya no con un enfoque ideológico, sino para prevalecer los intereses globales de la nueva Rusia.
El uso de mercenarios: ¿Una herramienta del Estado o un poder paralelo?
Nicolás Maquiavelo, filósofo político, en su libro El Príncipe advertía: «Los jefes mercenarios o son hombres eminentes o no; si lo son, no te puedes fiar de ellos, porque siempre aspiraron a su propio poder, o bien subyugándote a ti –su propio patrón–, o bien oprimiendo a otros en contra de tus propósitos”. El Grupo Wagner, una empresa militar privada fundada en 2014, ha sido un actor crucial en conflictos en Ucrania, África, Asia y América, sirviendo a quienes contratan sus servicios y asegurando los intereses rusos. Por ejemplo, lo podemos ver en las fotografías de ciudadanos africanos ondeando y pintándose banderas rusas tras los golpes de Estados en países como Níger y Burkina Faso.
Aunque técnicamente sus operaciones son independientes del Estado ruso, sus lazos con el SVR y con Yevgeny Prigozhin, su fundador y hombre cercano a Vladimir Putin, han alimentado teorías sobre su papel como brazo no oficial del Kremlin. Sin embargo, esta relación no estuvo exenta de tensiones. En 2023, Prigozhin desafió abiertamente al Ministerio de Defensa ruso por la gestión de la guerra en Ucrania, culminando en un intento de «Marcha sobre Moscú» que algunos vieron como un intento de golpe. Poco después, Prigozhin moriría en un misterioso accidente aéreo donde se acusó a la inteligencia rusa. Esto dejó preguntas sin responder sobre el verdadero alcance de su poder y la influencia del SVR.
Espías en espera: infiltración en el corazón del enemigo
Entre las armas más sofisticadas del SVR está su Programa de Ilegales, una red de espías infiltrados en diversos países, principalmente en Estados Unidos. Bajo identidades falsas, estos agentes son conocidos como «espías durmientes», viven vidas comunes, trabajan y regresan a sus domicilios ya que no tienen una misión fija, pero están aguardando el momento adecuado para ejecutar órdenes. En su tiempo de inactividad, recogen información, ejecutan campañas de propaganda y respaldan ataques cibernéticos. El Informe Mueller, por ejemplo, nos habla sobre un esfuerzo coordinado liderado por las agencias de inteligencia rusa que influyó en las elecciones de 2016 a favor de Donald Trump.
Pero el caso más ilustrativo fue el arresto de 10 agentes «durmientes» rusos en suelo estadounidense acusados de conspiración contra el gobierno, entre ellos Anna Chapman, quien se convirtió en un fenómeno mediático tras su captura debido a su belleza. A pesar de este desmantelamiento, el SVR logró recuperar a sus operativos a través de un intercambio de prisioneros, mostrando la persistencia y el alcance de las estrategias rusas.
Europa del Este: un tablero estratégico para Rusia
Los Balcanes y Europa del Este son escenarios donde Rusia ha desplegado gran parte de su maquinaria de influencia. En 1998, durante la Guerra de Kosovo, Moscú respaldó a Serbia, una postura impulsada tanto por intereses geopolíticos como por lazos históricos y culturales. Décadas después, en 2017, un intento de golpe de estado en Montenegro volvió a poner a Rusia en el centro de las acusaciones, esta vez por intentar impedir que el país se uniera a la OTAN.
En Ucrania, la intervención rusa alcanzó niveles críticos con el apoyo a los partidos separatistas en la zona del Donbás, una región clave para los intereses del Kremlin. Las operaciones del SVR en esta zona han fomentado la inestabilidad política y ampliado la brecha entre Ucrania y sus aliados occidentales, consolidando la influencia rusa en el conflicto.
En el siguiente capítulo, nos trasladamos a Alemania para analizar al BND, un servicio de inteligencia que estuvo envuelto en diversas polémicas desde su creación tras la Segunda Guerra Mundial, empezando con la influencia de la inteligencia Nacionalsocialista en su lucha por combatir a su contraparte oriental, el Stasi. Dado que Alemania estaba dividida en dos y ambos bandos tenían a las mentes más brillantes del mundo, en ese entonces, toda acción para ganarle al otro estaba justificado