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Nagorno Karabaj – Países olvidados en el mundo (7)

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En el capítulo anterior, exploramos la división de la isla de Chipre, específicamente la existencia de Chipre del Norte, un Estado autoproclamado sostenido por Turquía y separado del resto de la isla por una franja desmilitarizada patrullada por las Naciones Unidas -siendo Nicosia la última capital dividida de Europa-. Este caso evidenció cómo los conflictos étnicos, históricos y geopolíticos pueden cristalizarse en realidades estatales paralelas.

Ahora, nos trasladamos al Cáucaso, una región montañosa y estratégica que ha sido testigo de los conflictos más antiguos y olvidados del mundo moderno. Allí encontramos a Nagorno Karabaj -también conocido como República de Artsaj-, un enclave habitado mayoritariamente por armenios cristianos, que tras la caída de la Unión Soviética se autoproclamó como un Estado independiente. Aunque nunca obtuvo reconocimiento internacional —ni siquiera por parte de Armenia—, funcionó durante más de tres décadas con sus propias instituciones, sistema político y una fuerte identidad nacional. Sin embargo, su destino cambió drásticamente en 2023, cuando Azerbaiyán lanzó una ofensiva militar definitiva que forzó su disolución, marcando el final oficial de Nagorno Karabaj como entidad política.

Nagorno Karabaj
Bandera de Nagorno Karabaj, es similar a la de Armenia solo que esta contiene una franja blanca en forma de escalera. Esta franja significa el deseo de la reunificación con todo el pueblo armenio.

Historia de Nagorno Karabaj: un enclave con raíces históricas

Ubicada entre montañas escarpadas, monasterios medievales y antiguas rutas comerciales del Cáucaso, Nagorno Karabaj —conocida por los armenios como Artsaj— ha sido históricamente una región de mayoría armenio-cristiana, profundamente ligada a las tradiciones del cristianismo ortodoxo. A lo largo de los siglos, su territorio fue controlado por sucesivos imperios: primero por los persas, luego por los otomanos y finalmente por el Imperio Ruso. Tras la revolución bolchevique, la región fue incorporada a la Unión Soviética, y en 1923 se estableció como una región autónoma dentro de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán, pese a las objeciones de su población armenia, que sostenía vínculos culturales, lingüísticos y religiosos con Armenia.

Durante décadas, la situación fue contenida bajo el control soviético, pero con la caída de la URSS resurgieron las tensiones. En 1991, los armenios de Karabaj proclamaron su independencia bajo el nombre de República de Artsaj, con el respaldo tácito de Armenia. Azerbaiyán respondió con una campaña militar que derivó en la primera guerra del Alto Karabaj, un conflicto que duró hasta 1994 y que dejó más de 30.000 muertos y cientos de miles de desplazados. Al finalizar la guerra, las fuerzas armenias controlaron Karabaj y siete distritos azerbaiyanos circundantes, creando un corredor terrestre hacia Armenia. Sin embargo, esta nueva república no fue reconocida por ningún país, ni siquiera por Armenia, y permaneció en un limbo jurídico.

Soldados armenios en Karabaj, 1994, con cascos de combate del ejército soviético y empuñando rifles de asalto AK-74. (Fuente: Armdesant CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=26474977)

Durante ese periodo, el conflicto permaneció “congelado”, aunque con constantes escaramuzas en la línea de contacto. Todo cambió en septiembre de 2020, cuando Azerbaiyán, fortalecido por sus ingresos energéticos y el respaldo militar de Turquía e Israel, lanzó una ofensiva relámpago de 44 días. Utilizando drones israelíes de última generación, recuperó vastas zonas perdidas en la guerra de los 90. Un frágil alto el fuego fue negociado por Rusia, pero la situación volvió a escalar en 2023, cuando Azerbaiyán lanzó una nueva operación militar para tomar el control total del enclave. La población civil fue superada, las autoridades se vieron obligadas a capitular, y el 1 de enero de 2024, la República de Artsaj fue oficialmente disuelta.

Según informes de Freedom House y declaraciones del ex fiscal jefe de la Corte Penal Internacional, Luis Moreno Ocampo, el gobierno de Azerbaiyán habría ejecutado una estrategia deliberada de bloqueo del corredor de Lachín, la única vía que conectaba Nagorno Karabaj con Armenia. Este cierre impidió la entrada de alimentos, medicinas y ayuda humanitaria, generando una crisis humanitaria severa que debilitó aún más al enclave. Ocampo incluso afirmó que esta política constituyó una forma de limpieza étnica, dado que forzó a más de 100.000 armenios a abandonar el territorio en pocas semanas. Así terminó una de las más persistentes y olvidadas luchas por la autodeterminación en Eurasia.

El puesto de control militar de Azerbaiyán en el corredor de Lachín que era la única carretera que conectaba Artsaj con el mundo exterior. (Fuente: Elisa von Joeden-Forgey – Trabajo propio, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=132656912)

¿Cómo era la vida en Nagorno Karabaj y como es actualmente?

Tras la victoria armenia en la primera guerra del Alto Karabaj en 1994, la vida en la autoproclamada República de Artsaj comenzó a organizarse bajo condiciones complejas. Aislada diplomáticamente y con una economía dependiente de Armenia, la región sobrevivía gracias a una mezcla de resiliencia cultural y ayuda externa. La población al ser en su mayoría armenia cristiana, tenía vigente fuertes tradiciones religiosas, festividades ligadas al calendario ortodoxo y un sistema de valores profundamente comunitario. A pesar del conflicto, se creó una identidad política propia, con pasaportes expedidos por las autoridades de Artsaj, aunque estos no eran reconocidos por ningún país, por lo que muchos ciudadanos usaban documentos armenios para viajar.

Las relaciones entre armenios y azeríes en la zona eran prácticamente inexistentes desde la guerra. Las poblaciones se encontraban completamente separadas étnica y territorialmente, y no hubo reintegración alguna tras el conflicto. En cuanto a la educación, Nagorno Karabaj desarrolló su propio sistema universitario, con sedes en Stepanakert y otras localidades, aunque los títulos académicos no tenían validez internacional, por lo que obligaba a muchos jóvenes a estudiar en Armenia para poder acceder a oportunidades laborales en el extranjero. El sistema de salud, al igual que el educativo, dependía casi por completo del apoyo financiero, logístico y profesional de Armenia.

Sede del Banco Artsakhbank en Stepanakert, donde se ve la bandera de Armenia y de Nagorno Karabaj. (Fuente: Wikimedia Commons)

También se impulsaron iniciativas de reconstrucción, agricultura, infraestructuras básicas y educación, especialmente con el respaldo de ONGs de la diáspora armenia tras el primer conflicto -como veremos en la economía-. No obstante, la amenaza de una nueva guerra estaba siempre presente y así sucedió. Las generaciones nacidas después del conflicto vivieron bajo un estado de alerta constante, con una militarización visible en la vida cotidiana. La situación se volvió crítica en 2022 y 2023, cuando la operación de inteligencia y contrainteligencia de Azerbaiyán bloqueo del corredor de Lachín, lo que impidió el acceso a alimentos y ayuda humanitaria. Las condiciones empeoraron hasta que, en septiembre de 2023, se produjo la ofensiva definitiva de Azerbaiyán.

Tras la rendición forzada y la disolución del Estado el 1 de enero de 2024, más de 100.000 personas fueron desplazadas, huyendo hacia Armenia en lo que ha sido descrito por diversas organizaciones como una limpieza étnica silenciosa -como ya describimos en el anterior subtítulo-. Quienes abandonaron Artsaj lo hicieron con lo puesto, dejando atrás hogares, escuelas, iglesias y memorias. Hoy, la región está bajo control absoluto de Azerbaiyán, y el retorno de los desplazados parece inviable en el corto plazo. La vida en Nagorno Karabaj, tal como fue conocida durante tres décadas, ya no existe, y su población vive ahora en condición de refugiada, con heridas físicas, culturales y emocionales que aún siguen abiertas.

Sistema de gobierno de Nagorno Karabaj

Como adelantamos, Nagorno Karabaj —oficialmente República de Artsaj— funcionó durante más de tres décadas como una república presidencialista no reconocida. El poder ejecutivo era ejercido por un presidente elegido por voto popular, mientras que el poder legislativo recaía en una Asamblea Nacional unicameral, encargada de promulgar leyes, definir políticas públicas y coordinar estrechamente con Armenia, especialmente en temas de seguridad, energía y asistencia humanitaria. Su capital, Stepanakert, fue el centro político y administrativo, donde se concentraban las principales instituciones del gobierno de facto.

A pesar de su estructura formal, el sistema político de Artsaj estuvo fuertemente influenciado por los partidos armenios y por las dinámicas del conflicto. En un contexto de bloqueo regional, aislamiento internacional y constante amenaza militar, la capacidad de acción independiente del gobierno local era limitada. En los últimos años, se tomaron decisiones bajo un régimen de emergencia permanente, con énfasis en la defensa territorial y la logística civil en tiempos de guerra. No existía una oposición interna significativa, no tanto por represión, sino por la hegemonía de un discurso nacionalista armenio profundamente arraigado. La política era, más que un debate plural, un ejercicio de supervivencia dado al contexto geopolítico.

Entre los partidos políticos más influyentes destacaban el Partido Democrático de Artsaj (PDA), el Movimiento Nacional Armenio y el Partido Unidad Nacional. Varios de sus líderes desempeñaron un rol clave en la construcción y defensa de la república no reconocida. Figuras como Arkadi Ghukasyan (presidente entre 1997 y 2007), Bako Sahakyan (2007-2020) y Arayik Harutyunyan (2020-2023) marcaron etapas distintas de la vida política del enclave, en un contexto dominado por el conflicto y la necesidad de legitimidad interna. Las elecciones se realizaban con observadores locales y bajo una relativa participación ciudadana, aunque sin estándares internacionales reconocidos.

Palacio Presidencial de la República de Artsaj (Fuente: Govorkov – https://www.flickr.com/photos/81399520@N00/22384715260/, CC BY 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=44599716)

Lo más interesante es que, pese a su falta de reconocimiento, Nagorno Karabaj logró establecer relaciones informales con diversos actores internacionales. Parlamentos regionales y ayuntamientos de países como Francia, Estados Unidos y Canadá adoptaron resoluciones simbólicas en apoyo al derecho de autodeterminación de Artsaj. Además, la diáspora armenia jugó un papel diplomático crucial al mantener la causa viva en foros internacionales y ayudar a sostener el aparato institucional con financiamiento y legitimidad cultural. A continuación, veremos la relación con estos países.

País / EntidadTipo de Relación o Apoyo
ArmeniaApoyó a Artsaj en términos políticos, militares y humanitarios, aunque nunca lo ha reconocido oficialmente como Estado independiente, en parte para mantener margen en las negociaciones de paz. Considera a la población de Artsaj como parte del pueblo armenio.
FranciaNo reconoció oficialmente a Artsaj, pero varias asambleas regionales y el Senado francés (2020) adoptaron resoluciones simbólicas pidiendo su reconocimiento y apoyando el derecho a la autodeterminación del pueblo armenio de Artsaj.
CanadáNo reconoció oficialmente a Artsaj. Algunos parlamentos provinciales y organizaciones armenias canadienses promovieron resoluciones simbólicas apoyando la autodeterminación de Artsaj y condenando las agresiones de Azerbaiyán.
Estados UnidosNo reconoció oficialmente a Artsaj. Sin embargo, varios estados (como California, Massachusetts, Rhode Island, Louisiana, Georgia, Hawái) adoptaron resoluciones simbólicas en apoyo al derecho de autodeterminación de Artsaj.
IránReconoce la integridad territorial de Azerbaiyán. Ha mantenido una postura de neutralidad oficial, aunque históricamente ha mantenido vínculos económicos y fronterizos con Nagorno Karabaj, especialmente durante los conflictos. De hecho, prefirió apoyar a la población cristiana ortodoxa de armenia y de Artsaj tras la adopción de la identidad turca en Azerbaiyán.
RusiaNo reconoció a Artsaj como Estado independiente. Ha jugado un rol de mediador estratégico en el conflicto y desplegó fuerzas de paz tras el acuerdo de 2020. Su relación ha sido de influencia geopolítica más que de apoyo político directo.
Fuente: Eurasia.net y Al-Monitor

Además, si bien esto se va de las ramas, la presencia de actores de influencia que han expresado su solidaridad con la causa Artsaj ha sido significativa. Un caso es la banda de metal System of a Down, cuyos cuatro integrantes son descendientes directos del pueblo armenio -sus apellidos terminan en «-an»- y mantienen un fuerte compromiso con las causas de su pueblo. La agrupación ha sido activa en campañas para lograr el reconocimiento del genocidio armenio de 1915, y en el marco de la guerra en Nagorno Karabaj, decidieron regresar. En ese contexto, lanzaron dos canciones, “Protect the Land” y “Genocidal Humanoidz”, con el objetivo de recaudar fondos y visibilizar las agresiones sufridas por la población de Artsaj.

Economía de Nagorno Karabaj

Como hemos visto, la economía se desarrolló en condiciones de aislamiento casi total, sin acceso a mercados internacionales ni reconocimiento oficial que le permitiera participar en organismos financieros globales. A pesar de esto, logró mantenerse funcional gracias al apoyo directo de Armenia y al flujo constante de remesas de la diáspora armenia, que fueron claves para sostener tanto a las familias como a la infraestructura pública. La economía giraba en torno a actividades locales y de subsistencia, con una organización interna que priorizaba la resistencia más que el crecimiento.

Los sectores más relevantes fueron la agricultura (producción de uvas, vegetales, frutas y cría de ganado), la viticultura (elaboración de vinos tradicionales para consumo local o exportación a través de Armenia) y algunos proyectos de infraestructura básica, como caminos, electricidad y redes de agua potable, financiados por ONGs de la diáspora y fondos del gobierno armenio. Sin embargo, el bloqueo fronterizo impuesto por Azerbaiyán y la constante amenaza bélica dificultaban la expansión económica, impidiendo la consolidación de un tejido productivo estable.

La ofensiva militar de septiembre de 2023 paralizó por completo la economía local. Negocios, cooperativas, cultivos y escuelas cerraron en cuestión de días. Con la disolución oficial del Estado el 1 de enero de 2024, también desapareció toda su estructura económica. Las tierras quedaron vacías, las redes comerciales colapsaron y el proyecto económico de Artsaj, que resistió durante más de tres décadas, fue borrado junto con su soberanía.

Conclusión: El final de un Estado no reconocido

Nagorno Karabaj —o República de Artsaj— simboliza uno de los desenlaces más trágicos de un proyecto político surgido de la autodeterminación, pero sepultado por la realidad geopolítica. Durante más de treinta años, este enclave de mayoría armenia resistió en la sombra, construyendo instituciones, identidad y gobernanza sin reconocimiento externo. Su existencia fue un acto de voluntad colectiva, sostenido por la memoria histórica, el trauma de la guerra y el apoyo de Armenia y su diáspora. Sin embargo, el desequilibrio militar, el cerco diplomático y la indiferencia internacional marcaron su final. La ofensiva de 2023 y la posterior disolución del Estado no solo borraron una república del mapa, sino también fragmentaron el tejido humano que la sostenía.

Hoy, más de 100.000 personas viven desplazadas, con el estatus de refugiados y la imposibilidad de regresar a su tierra. La historia de Nagorno Karabaj nos recuerda que, en el ajedrez global, los pueblos que no encajan en la lógica de las grandes potencias pueden desaparecer, incluso si logran crear estructuras estables y democráticas. Artsaj no fue derrotada solo por los tanques o los drones, sino por un sistema internacional que aún no sabe cómo responder ante los territorios que existen políticamente, pero no jurídicamente. Su caso es una advertencia para otros Estados con reconocimiento limitado: la soberanía sin garantías externas es, muchas veces, un castillo de papel frente al fuego cruzado de los intereses regionales.

En el siguiente capítulo, seguiremos por el Cáucaso para explorar el caso de Osetia del Sur, un territorio separatista que, con el respaldo de Rusia, ha logrado mantenerse como una república autoproclamada tras el conflicto con Georgia en 2008. No olvides seguir nuestra serie Países olvidados en el mundo, donde desentrañamos los territorios que existen, pero que el mundo prefiere no mirar.

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