En el capítulo anterior, hablamos sobre cómo el nacionalismo militar y el uso de la guerra lograron unir a una nación profundamente polarizada, siendo el caso de Argentina y su enfoque en recuperar las Islas Malvinas del Reino Unido. Pero el nacionalismo no se limita al amor a la patria; también puede tomar la forma del enfoque racial. Ahora, imagina un escenario improbable: una alianza entre nazis, musulmanes y afroamericanos. Por extraño que parezca, esto no es ficción. Ocurrió.
Estados Unidos, durante los convulsos años sesenta, presenció una dinámica política tan inesperada como impactante: la colaboración entre el partido Nación del Islam, liderado por Elijah Muhammad; el Partido Nazi Americano, bajo Lincoln Rockwell; y figuras precursoras del Partido de las Panteras Negras. Incluso Malcolm X, uno de los mayores defensores de los derechos humanos de los afroamericanos, tuvo un rol significativo en esta peculiar convergencia. ¿El propósito común? Desafiar el dominio político de los partidos Republicano y Demócrata, en lo que fue una auténtica guerra electoral.
Otros actores en el panorama racial
En este contexto, otros movimientos raciales como el Ku Klux Klan (KKK) tuvieron un papel distinto. Mientras el KKK representaba el supremacismo blanco, el Partido Nazi Americano defendía la independencia racial: cada etnia debía gobernar su propio territorio sin mezclarse. Por eso, no eran muy amigos.
Además, según el libro Ku Klux Klan: El brazo armado del Partido Demócrata, de Aitor Hernández, el KKK mantuvo una relación histórica con el Partido Demócrata, de donde también emergieron movimientos como los Dixiecrat. Según The New York Times, uno de sus líderes, Strom Thurmond, llegó a declarar en su campaña presidencial de 1948: “Todas las leyes de Washington y todas las bayonetas del ejército no pueden obligar a los negros a entrar en nuestros hogares, nuestras escuelas, nuestras iglesias”. Estas palabras reflejaban la intensidad del conflicto racial de la época.
Cuando los opuestos se encuentran
Pese a sus diferencias, los nacionalistas negros y los nazis americanos compartían un enemigo en común: el establishment estadounidense. Ambos buscaban desmarcarse de los partidos tradicionales y lo hicieron adoptando posturas radicales estratégicamente. Para los nacionalistas afroamericanos, la lucha era por el respeto a sus derechos, mientras que para el Partido Nazi Americano, estaba en parar las prácticas imperialistas orquestado por los partidos hegemónicos y el naciente lobby israelí. Por ello, consideraban que el continente africano debía ser gobernado por su misma población, y con el sistema que contemplen más óptimo, esto con el fin de frenar la migración de sus ciudadanos a América.
Según el libro White Power, de Lincoln Rockwell, su solución para la tensión racial en el territorio de Estados Unidos era dividir el país en áreas segregadas por el color de piel, es decir, zonas exclusivas para afroamericanos y otras para blancos. Este pragmatismo nacionalista fortaleció la popularidad de ambas facciones, estableciendo un frente unido en caso de alcanzar el poder.
El poder del nacionalismo como estrategia electoral
El nacionalismo tiene una capacidad única para movilizar emociones y sumar adeptos. Con propaganda hábilmente diseñada, tanto la Nación del Islam como el Partido Nazi Americano apelaron a la confrontación contra el sistema político estadounidense. Como exploramos en el primer capítulo de esta serie, estas tácticas se enmarcan en lo que algunos analistas denominan la “Tercera Posición”, o las ideas que están dentro o son aledaños al espectro político del fascismo. Esta visión escapa de las categorías tradicionales de izquierda y derecha, debido a que puede incorporar otros factores como es la visión racial, étnica, espiritual, entre otras.
Mientras Nación del Islam y los futuros militantes de las Panteras Negras canalizaban los sentimientos de opresión e injusticia racial ante los afroamericanos, los nazis americanos explotaban el temor a la pérdida de identidad entre los blancos. Eventos compartidos, como mítines y conferencias, fueron clave para reforzar esta alianza. Uno de los momentos más emblemáticos lo podemos observar en una fotografía donde se ve la presencia de Lincoln Rockwell en una charla de Malcolm X, acompañado por afroamericanos y miembros de su partido, una imagen que ilustraba la complejidad de su pragmatismo político.
Enfrentándose a la narrativa mediática
El gobierno estadounidense, apoyado por los medios de comunicación, se esforzó por minimizar la visibilidad de esta alianza. La lucha, entonces, se trasladó a las calles. Mediante discursos provocativos, eventos públicos y confrontaciones planificadas, lograron atraer la atención de la prensa y manipular el ciclo noticioso. Aunque estas tácticas no se tradujeron en logros políticos inmediatos, sí sembraron un precedente sobre cómo alianzas estratégicas pueden desafiar el statu quo.
A pesar de los asesinatos de los líderes clave, entre ellos Malcolm X y Lincoln Rockwell, esta colaboración dejó una lección histórica: incluso ideologías aparentemente opuestas pueden unirse si comparten un enemigo común. Este fenómeno desafió la percepción binaria de la política estadounidense, recordándonos que la pragmática puede trascender las barreras ideológicas.
Con este último capítulo, damos cierre a la serie Ideologías en la Lucha Geopolítica. Agradecemos profundamente a nuestros lectores por acompañarnos en este viaje de reflexión y análisis sobre cómo las ideologías han influido en los conflictos y transformaciones globales.
Un comentario
Es increíble que un evento como este haya ocurrido en la historia, es algo totalmente impensable. Es cierto que esta incorporación racial en el nacionalismo cambia la visión no a una segregacionista, sino a una racialista, donde cada raza se quede en su territorio pero que se gobierne como quiera. Ello también explicaría el caso de Jesse Owens que fue aplaudido en Alemania, la promulgación de que los amerindios serían declarados como arios y de los militares africanos y turcumanos en las filas del Reich.