En medio de una profunda recomposición geopolítica, el mundo asiste a la emergencia de bloques que desafían abiertamente la arquitectura internacional construida tras la Guerra Fría. Entre ellos, los BRICS se han consolidado como un eje crucial en la transición hacia un escenario multipolar, donde el poder ya no gira exclusivamente en torno a Washington y Bruselas. El bloque representa no solo una formidable fuerza económica -acumulando cerca del 30% del PIB mundial y más del 40% de la población global-, sino también una alternativa estratégica que busca alterar los equilibrios establecidos. En una era de competencia sistémica, crisis energéticas y disrupción tecnológica, los BRICS emergen como un contrapeso con peso creciente en las decisiones globales.
Sin embargo, su influencia no se limita al terreno económico o diplomático. Conscientes de que el control de la narrativa es tan vital como el dominio militar o financiero, los BRICS han desplegado estrategias de inteligencia, contrainteligencia y operaciones psicológicas (PSYOPS) para fortalecer su posicionamiento internacional y resistir presiones externas. A través de la creación de instituciones propias, monedas alternativas al dólar y mecanismos de coordinación política, el bloque no solo proyecta poder, sino que también reconfigura los patrones de influencia global, preparando el terreno para un mundo donde la hegemonía deje paso a la competencia de civilizaciones, intereses y visiones estratégicas.

¿Qué son los BRICS?
Los BRICS son una coalición internacional formada inicialmente por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, cuyo propósito fundamental es promover un modelo de cooperación económica, política y estratégica alternativo al liderazgo tradicional de Occidente -G7-. Aunque sus bases iniciales fueron eminentemente económicas, en poco tiempo evolucionaron hacia una plataforma de coordinación geopolítica, financiera y tecnológica. Representando casi un tercio del PIB mundial y albergando a más de 3.000 millones de personas, los BRICS concentran una porción considerable de los recursos energéticos, agrícolas y minerales del planeta, convirtiéndose en un actor imprescindible para comprender el futuro del sistema internacional.
A diferencia de otras alianzas tradicionales, los BRICS no se sostienen sobre un tratado formal ni una estructura rígida, sino sobre la convergencia de intereses estratégicos. Comparten la visión de un mundo más multipolar, el rechazo a la imposición de valores políticos externos y la necesidad de reformar las instituciones globales como el FMI, el Banco Mundial y el Consejo de Seguridad de la ONU. Esta flexibilidad ha permitido al bloque adaptarse a las dinámicas cambiantes del poder global, convirtiéndose en un espacio para la coordinación de estrategias económicas, diplomáticas y de influencia cultural frente a las potencias occidentales.

El concepto «BRIC» surgió en 2001, cuando el economista de Goldman Sachs, Jim O’Neill, identificó a Brasil, Rusia, India y China como los futuros motores del crecimiento económico mundial. Sin embargo, lo que comenzó como una categoría financiera fue rápidamente apropiado políticamente por los propios países involucrados. En 2009, se celebró en Ekaterimburgo (Rusia) la primera cumbre oficial de los BRIC, donde se delinearon las bases para una cooperación más estructurada. Un año después, Sudáfrica fue invitada a unirse formalmente, ampliando la influencia del grupo al continente africano y consolidando el acrónimo BRICS.
Desde entonces, los BRICS han pasado de ser una etiqueta de mercados emergentes a constituir una fuerza con peso político global. Han creado el Nuevo Banco de Desarrollo, impulsado la creación de fondos de contingencia para emergencias financieras, planteado alternativas al sistema SWIFT y, más recientemente, han impulsado debates sobre la desdolarización y el surgimiento de una moneda propia. Además, en el terreno de la comunicación estratégica, han entendido que no basta con el poder económico; sino que es indispensable proyectar sus valores y visiones a través de narrativas, think tanks y plataformas internacionales, configurando un frente de acción geopolítica integral.

Miembros de los BRICS
Como ya mencionamos, los miembros fundadores de los BRICS fueron Brasil, Rusia, India y China, quienes, impulsados por su creciente peso económico y su deseo de tener mayor influencia en el escenario global, comenzaron a coordinar sus esfuerzos a partir de 2009. Cada uno tenía motivaciones específicas: Brasil buscaba afirmarse como líder regional y actor global en América Latina; Rusia pretendía recuperar su estatus como potencia tras el colapso de la Unión Soviética; India aspiraba a reforzar su ascenso; y China veía en esta alianza una plataforma para legitimar su expansión económica y política. La adhesión de Sudáfrica en 2010 respondió a la necesidad estratégica de incluir a África en esta coalición, reforzando su carácter intercontinental.
A partir de 2023, en un contexto de creciente polarización internacional, los BRICS iniciaron un proceso de expansión conocido como «BRICS+». Esta ampliación incorporó a nuevos países como Egipto, Etiopía, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos e Irán, consolidando una red que abarca los principales polos energéticos, agrícolas y geoestratégicos del mundo. Aunque Argentina había sido invitada a integrarse, su ingreso fue suspendido tras un cambio de gobierno que reorientó su política exterior. De la misma forma con Venezuela, pero a raíz del veto de Brasil tras las últimas elecciones electorales en su país. Aún así, la expansión refleja el atractivo del bloque como una alternativa real al eje dominado por el G7 y la OTAN.
No obstante, no todos los países interesados han podido o querido formar parte de los BRICS. Indonesia, México y Turquía, a pesar de ser potencias emergentes naturales para la expansión, han mostrado reticencias debido a presiones diplomáticas, intereses comerciales en Occidente o tensiones internas. Asimismo, algunos países invitados optaron por mantener su neutralidad estratégica, temiendo comprometer sus relaciones tradicionales con Estados Unidos y Europa. Estos movimientos evidencian que, aunque los BRICS ofrecen una plataforma atractiva para muchos, la adhesión a su proyecto multipolar implica riesgos y costos políticos que no todos están dispuestos a asumir.

Objetivos de los BRICS
Desde su formación, los BRICS han sostenido como objetivo central la creación de un orden internacional más justo, inclusivo y multipolar. Buscan reformar las instituciones globales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y el Consejo de Seguridad de la ONU, cuya estructura actual refleja un equilibrio de poder propio de la posguerra, ya superado por la realidad contemporánea. Además, promueven principios como el respeto a la soberanía nacional, la no injerencia en asuntos internos y la cooperación Sur-Sur, ofreciendo a los países en desarrollo nuevas oportunidades de financiamiento, comercio e inversión fuera de las tradicionales esferas de influencia occidental.
Sin embargo, el avance de los BRICS no se limita al terreno diplomático o financiero; incluye también una dimensión estratégica mucho más sofisticada. La necesidad de proteger sus narrativas, contrarrestar campañas de desinformación y evitar injerencias externas ha llevado al bloque a desarrollar mecanismos discretos de inteligencia y contrainteligencia coordinada. Asimismo, se han desplegado operaciones de información y PSYOPS orientadas a promover modelos alternativos de gobernanza, difundir discursos críticos hacia la hegemonía occidental y fortalecer su influencia en medios internacionales, think tanks y redes sociales como veremos en un futuro artículo. Este enfoque demuestra que la competencia entre bloques ya no es solo militar o económica, sino también cultural y psicológica.
Uno de los proyectos más ambiciosos que encarna estos objetivos estratégicos es la creación de una moneda BRICS. Esta divisa, respaldada en activos tangibles como el oro, el petróleo o minerales estratégicos, pretende ofrecer una alternativa viable al dólar estadounidense en el comercio internacional. Más allá del impacto financiero, la iniciativa busca debilitar uno de los instrumentos de poder más efectivos de Estados Unidos: el control del sistema monetario y de pagos global. Si se consolida, la moneda BRICS podría acelerar la desdolarización del comercio mundial y establecer nuevas rutas financieras entre países emergentes, reduciendo su vulnerabilidad a sanciones, embargos y presiones económicas externas.

Fuerza Militar de los BRICS
Aunque los BRICS no constituyen una alianza militar formal como la OTAN, el potencial de sus capacidades combinadas resulta imposible de ignorar. China, India y Rusia figuran entre los países con los ejércitos más numerosos y equipados del mundo, con capacidades nucleares avanzadas, poderosos sistemas de defensa antimisiles y vastos arsenales convencionales. Brasil, por su parte, posee las Fuerzas Armadas más grandes y experimentadas de América Latina, mientras que Sudáfrica es una de las principales potencias militares del continente africano. En conjunto, los BRICS controlan un volumen significativo de armamento nuclear, recursos estratégicos y tecnología militar de última generación.
La ausencia de un tratado de defensa mutua no ha impedido el desarrollo de ciertas formas de cooperación en materia de seguridad. Rusia y China realizan ejercicios militares conjuntos de creciente complejidad, mientras que India y Sudáfrica han participado en maniobras navales coordinadas en el Índico. Algunos analistas consideran que, en un escenario de fragmentación global extrema, los BRICS podrían evolucionar hacia una coordinación militar informal capaz de disuadir acciones hostiles de bloques como la OTAN. Su combinación de fuerzas terrestres masivas, flotas oceánicas emergentes y capacidad de guerra cibernética les permitiría actuar como un contrapeso serio en eventuales escenarios de conflicto híbrido o convencional.
Sin embargo, la cohesión militar entre los BRICS enfrenta limitaciones importantes. Las históricas tensiones fronterizas entre China e India, las diferencias estratégicas entre Rusia y Brasil, y las prioridades militares divergentes entre los miembros, complican la formación de una estructura de defensa común en el corto plazo. A pesar de estas fricciones, el solo hecho de que estos países compartan espacios de diálogo estratégico y realicen ejercicios conjuntos proyecta una señal clara: en un mundo multipolar en construcción, los BRICS no solo compiten en la economía y la diplomacia, sino que también mantienen una latente capacidad de disuasión militar de escala global.

Conclusiones: ¿Pueden los BRICS cambiar el orden mundial?
El ascenso de los BRICS representa uno de los desafíos más serios al orden unipolar instaurado tras el fin de la Guerra Fría. Su peso económico, demográfico y estratégico, sumado a sus esfuerzos en materia financiera, diplomática y de influencia informativa, ha comenzado a alterar los equilibrios tradicionales. El impulso hacia la creación de sistemas paralelos -como un banco propio, una moneda alternativa y redes de cooperación en inteligencia y contrainteligencia- demuestra que el bloque no es una alianza circunstancial, sino una apuesta estructural por un mundo multipolar donde Occidente ya no sea el árbitro exclusivo de las reglas internacionales.
Sin embargo, la materialización de este cambio enfrenta obstáculos reales: las divergencias internas entre sus miembros, las tensiones geopolíticas no resueltas y la enorme inercia del sistema dominado por el dólar limitan la capacidad de los BRICS de actuar como una fuerza homogénea. Aunque han logrado consolidar una influencia creciente, transformar el orden mundial implica no solo construir alternativas, sino también resistir presiones, mantener cohesión estratégica y superar profundas diferencias internas. En este escenario incierto, los BRICS no garantizan un cambio inmediato, pero sí han establecido que el futuro ya no será dictado por una sola voz.

Un comentario
Que gran artículo, me parece muy interesante todo lo que ha crecido y está generando el BRICS+.
Incluso me está tocando trabajar de cerca con un grupo de los EAU, Brasil y México para colaboraciones internacionales y proyectos de gran trascendencia en los países