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El Discurso Nacionalista | CAMPAÑAS ELECTORALES EN EL MUNDO | Narrativas Históricas: Construyendo un Futuro a través de un Pasado Glorioso

En el capítulo anterior, exploramos cómo la figura militar ha sido utilizada estratégicamente en campañas electorales, destacando el misticismo que rodea a los líderes que emergen de instituciones disciplinadas y jerárquicas para seducir a un electorado en tiempos de crisis. Pero no solo las personas generan impacto en la campaña electoral: las palabras que se eligen y las historias que se narran, también juegan un papel fundamental en la construcción de discursos persuasivos.

En momentos de caos, pocas estrategias tienen tanto impacto como el nacionalismo. En la República de Weimar de 1918, la hiperinflación, la corrupción y el desempleo se convirtieron en una herida abierta en la memoria colectiva, lo que llevó a que un líder con una oratoria potente y una ideología que busca unir a toda la nación, como analizamos en el capítulo 6 de la serie Los War Rooms, tuviera el camino libre para llegar al poder. Cualquier candidato, con una retórica hábil, podría evocar esta época como metáfora de una crisis presente, proponiendo la reconstrucción de un imperio basado en la unión de una nación bajo características complejas.

Estas características no son simples identidades comerciales como lo es la unión en deportes, gastronomía o música, sino, en estructuras profundas como la cultura, historia, etnia o incluso la misma esencia como sociedad. Sin embargo, no todos los nacionalismos son iguales. Algunos se consolidan como doctrinas que guían políticas de Estado, como el fascismo en Italia, mientras que otros apelan al sentimiento que moviliza emociones y une multitudes en torno a un ideal, como el eslogan de «Patria o Muerte» de la Cuba castrista. Aún así, ambas se manifiestan en la toma del poder por la fuerza y en la guerra electoral.

Nacionalismo como guía para la acción

Mussolini entendió la fuerza del nacionalismo como motor político, empezando por construir una ideología a través de la reinterpretación del marxismo con conceptos filosóficos del heroísmo alemán. Su discurso logró atraer, incluso, a antiguos adversarios ideológicos como Nicola Bombacci, un cofundador del Partido Comunista Italiano. Al posicionarse como el líder que guiaría a Italia hacia una era de grandeza, Mussolini legitimó actos como la Marcha sobre Roma y la instauración del Estado Corporativo, demostrando cómo una narrativa bien construida puede moldear el destino de una nación.

Otro ejemplo es Muamar Gaddafi, quien no se limitó a liderar Libia, sino que llevó la narrativa nacionalista a un nivel científico forjando una ideología propia: la «Tercera Teoría Universal» que comenta en el Libro Verde. En ella fusionó socialismo, islamismo y un fuerte sentimiento nacionalista, proyectando una visión de Libia como faro revolucionario para África y el mundo árabe. Su narrativa, desafiante hacia Occidente, lo consolidó como una figura clave en la política global hasta su caída.

Nacionalismo sentimental: emociones al servicio de la acción colectiva

No todas las narrativas nacionalistas necesitan ser doctrinas complejas. Algunas, simplemente, apelan al corazón. Juan Velasco Alvarado, tras liderar un golpe militar en Perú, utilizó imágenes icónicas como la de Tupac Amaru y símbolos nacionales reinterpretados para conectar con el pueblo. En sus campañas, “Taita Noel” reemplazó al Papa Noel, mientras la reforma agraria y la redistribución de la riqueza se convirtieron en las banderas de su gobierno. Así, su narrativa logró unificar y movilizar a los peruanos en un momento crítico.

Chiang Kai-shek, expresidente de China y de Taiwán tras la guerra civil, por su parte, utilizó el nacionalismo sentimental para unificar a China frente a las amenazas como la ocupación japonesa y la expansión comunista. Aunque su estrategia no evitó la derrota frente a Mao Zedong, le permitió preservar la confianza y su liderazgo al trasladarse a Taiwán, donde mantuvo vivo el espíritu de resistencia y orgullo nacional.

El nacionalismo en el contexto electoral

En las democracias modernas, el nacionalismo se adaptó a este nuevo contexto. Ya no se trata de liderar revoluciones o resistir invasiones, sino de capturar votos. La campaña de Donald Trump, con su lema “Make America Great Again”, evocó una era dorada perdida, apelando al orgullo nacional que debe enfrentar a la globalización y el declive económico. Este mensaje, directo y emocional, lo llevó a la presidencia en 2016 y, recientemente, en el 2024, donde esto sigue siendo el núcleo de su retórica pero con un papel más agresivo.

En El Salvador, Nayib Bukele ha adaptado el nacionalismo a la era digital. Aunque en sus inicios militó en el partido Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), al formar parte de Nuevas Ideas, su discurso trascendió las ideologías, enfocándose en la seguridad y el orgullo nacional, transmitiendo su mensaje en redes sociales. Esta narrativa, moderna y emocional, ha logrado resonar en un electorado diverso, consolidando su liderazgo.

Por otro lado, figuras como Antauro Humala en Perú representan un híbrido entre el nacionalismo doctrinario y sentimental. Su propuesta etnocacerista desarrollada en sus libros, combina elementos de identidad étnica, militarismo, el desarrollo de una «Internacional Incaica» y una narrativa que evoca el retorno del “Inkarri”. Este mito, profundamente arraigado en la cosmovisión andina, se presenta como la solución a una crisis nacional que se compara con la República de Weimar.

Redacción Goberna

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