Tanto el gobierno de México como el de Colombia han decidido enviar representaciones oficiales a la ceremonia de toma de posesión de Nicolás Maduro, quien asumirá un nuevo mandato presidencial en Venezuela el próximo 10 de enero. Esta decisión marca un giro significativo en la postura del gobierno mexicano, que había mantenido una posición cautelosa e incluso crítica respecto al reconocimiento de la polémica reelección del presidente chavista, en medio de las crecientes denuncias de fraude electoral y falta de transparencia.
El cambio en la postura mexicana, encabezada por la presidenta Claudia Sheinbaum, ha generado debate tanto a nivel nacional como internacional. Aunque, inicialmente el gobierno mexicano había adoptado una postura de no injerencia y había condicionado su participación a la divulgación pública de las actas electorales que supuestamente probarían la legitimidad de la victoria de Maduro, la reciente decisión de enviar representantes ha sido interpretada por algunos como una señal de apertura hacia el régimen de Maduro, lo que podría repercutir en las relaciones diplomáticas de México con otros países de América Latina, especialmente aquellos que critican la continuidad del chavismo en el poder.
La presidenta Sheinbaum había declarado que no asistiría personalmente a la toma de posesión si no se cumplían las condiciones de transparencia y rendición de cuentas por parte del gobierno venezolano. En este sentido, el hecho de que México haya decidido enviar una representación diplomática podría sugerir que las condiciones para un acercamiento a la administración de Maduro están cambiando, a pesar de las dudas persistentes sobre la legitimidad del proceso electoral. Algunos analistas políticos sugieren que este giro podría estar motivado por la estrategia de México de mantener una postura de diálogo con todos los actores latinoamericanos.
Por otro lado, la oposición venezolana, representada por Edmundo González, candidato de la Plataforma Unitaria Democrática, ha proclamado su victoria en las elecciones presidenciales de 2023. González se ha basado en los resultados obtenidos de más del 80% de las actas que, según sus declaraciones, demostrarían su amplio apoyo en las urnas, a pesar de las irregularidades que, según los opositores, marcaron el proceso. Con este respaldo, González ha anunciado su intención de tomar posesión del cargo presidencial el mismo día que Maduro, en un acto simbólico y desafiante que pretende mostrar la firmeza de la oposición ante el presunto fraude electoral y la falta de legitimidad de la reelección de Maduro.
Este enfrentamiento entre el oficialismo y la oposición venezolana ha trascendido las fronteras de Venezuela, convirtiéndose en un tema central en la política internacional. La comunidad internacional, y especialmente los gobiernos de América Latina, están observando de cerca cómo se desarrolla esta crisis. Mientras que algunos países, como México y Colombia, han adoptado posturas de acercamiento o moderación, otros, como Estados Unidos y miembros de la Unión Europea, han expresado su rechazo a la reelección de Maduro, considerando que no fue un proceso democrático y libre de manipulaciones.
En Colombia, el presidente Gustavo Petro, conocido por su postura progresista, ha optado por un enfoque pragmático, enviando una representación diplomática a la toma de posesión en un intento de mantener una relación fluida con el gobierno venezolano, mientras navega las tensiones internas de su propio país respecto al tema. Sin embargo, la presencia de delegados colombianos en la ceremonia también ha generado críticas de sectores opositores en Colombia, que consideran que esta acción podría interpretarse como un reconocimiento implícito de la legitimidad del régimen chavista.
Por su parte, la Organización de Estados Americanos (OEA) y otras entidades internacionales han señalado que las elecciones venezolanas de 2023 no cumplían con los estándares democráticos, lo que ha llevado a una serie de sanciones y restricciones a la administración de Maduro. En este contexto, el reconocimiento de su reelección por parte de gobiernos como el de México se ha convertido en un tema de gran debate diplomático y político, mientras la situación en Venezuela continúa siendo una de las crisis más graves de la región.