El sistema financiero hegemónico que rige en la mayoría de países -y por ende, el que tiene mayor peso geopolítico -se basa en la premisa que: el dinero no nace del trabajo ni del ahorro, sino de la deuda -concepto que ya desarrollamos de manera completa en un artículo sobre el sistema financiero que puedes leer aquí-. Las dinámicas de poder han quedado concentradas en el dólar, el euro y el yuan -con la llegada del mundo multipolar. Esta arquitectura, erigida tras Bretton Woods y perfeccionada con la globalización, ha permitido avances económicos, pero también ha generado brechas crecientes entre países acreedores y deudores, así como vulnerabilidades sistémicas ante crisis financieras y políticas de sanciones.
Frente a este panorama, emergen las criptomonedas como una de las alternativas disruptivas al activos digitales descentralizados, basados en blockchain, que prometen transparencia y, sobre todo, independencia de los bancos. Desde el auge de Bitcoin en 2009 hasta y la explosión de plataformas como Binance en 2017 -del que hablaremos en este artículo-, se ha abierto un pulso global en el que gobiernos y potencias maniobran para regular, controlar o incorporar estas innovaciones. Mientras algunos países exploran monedas digitales estatales o enfatizan regulaciones estrictas, otros abrazan la “economía cripto” -como fue El Salvador- como vía para esquivar sanciones, atraer inversiones y redefinir su inserción en la geopolítica financiera.

El anonimato de las criptomonedas
El principal atributo que distingue a las criptomonedas de los sistemas financieros tradicionales es su carácter pseudónimo. A diferencia de una cuenta bancaria asociada de forma inequívoca a una persona o entidad, una cartera cripto opera a través de direcciones alfanuméricas generadas criptográficamente, sin requerir datos personales más allá de una clave pública y una privada. Esta capa de anonimato relativo permite que quienes envían o reciben fondos lo hagan con un seudónimo digital, dificultando la vinculación directa con identidades reales y erosionando la eficacia de la supervisión estatal y las políticas de conocimiento del cliente (KYC).
El funcionamiento de la tecnología blockchain refuerza esta aparente invisibilidad. Cada transacción se añade a un libro mayor público, inmutable y distribuido, donde los montos transferidos y las direcciones involucradas son transparentes, pero no así el nombre o la localización de los usuarios. Además, se han desarrollado servicios de “mezcla” (mixers) y protocolos de privacidad avanzados -como CoinJoin o Monero- que fragmentan o cifran las transacciones, eliminando cualquier rastro que permita reconstruir la ruta del dinero. De este modo, se crea una ilusión de trazabilidad parcial que, en la práctica, puede frustrar las investigaciones forenses y de cumplimiento.
Esta combinación de pseudonimia y herramientas de anonimato convierte a las criptomonedas en el medio preferido por hackers y organizaciones ilícitas para operaciones como ransomware, phishing y financiamiento ilegal de diversas organizaciones. En los ataques de ransomware, por ejemplo, los delincuentes exigen pagos en Bitcoin o criptos basadas en la privacidad precisamente porque el traslado de fondos se realiza en cuestión de minutos, sin pasar por intermediarios bancarios, y con escasa posibilidad de reversión o congelamiento de activos. Para grupos delictivos o terroristas, esta velocidad y confidencialidad significa acceso inmediato a recursos sin dejar huellas discernibles para los entes reguladores o las agencias de inteligencia.

Historia de Binance
Binance nació en julio de 2017, cuando Changpeng “CZ” Zhao -exejecutivo de Blockchain.com y diseñador de sistemas de trading de alta frecuencia- identificó la brecha entre la creciente demanda de criptomonedas y la falta de plataformas con liquidez suficiente y comisiones bajas. Lanzada inicialmente desde China, la casa de cambio aprovechó la madurez de los mercados asiáticos y el auge de nuevos tokens ERC-20 para ofrecer cientos de pares de trading en su interfaz intuitiva. En cuestión de meses, el volumen diario de operaciones se disparó, consolidando a Binance como la plataforma de referencia para traders minoristas e institucionales.
El desarrollo de Binance coincidió con la proliferación de “carteras frías” y “carteras calientes”, así como con la aparición de soluciones de custodia y de intercambio descentralizado (DEX). A medida que usuarios y proyectos buscaban diversificar riesgos, Binance integró su propia billetera oficial -Binance Chain Wallet- y promovió Binance Smart Chain (ahora BNB Chain) como un ecosistema de DeFi y dApps de bajo costo. Esta expansión técnica atrajo desarrolladores y fomentó la creación de nuevos tokens, reforzando el ciclo de adopción y especulación en torno a la marca y su token nativo, BNB.
La especulación cripto, potenciada por ciclos de mercado alcistas y bajistas, elevó rápidamente el valor de BNB y amplió el alcance global de Binance, pues de un exchange de tokens emergentes en Asia a un servicio con oficinas ficticias -sin sede central fija- y usuarios en más de 180 países. Las facilidades para listar nuevos proyectos y lanzar IEOs (Initial Exchange Offerings) en Binance Launchpad convirtieron a la plataforma en un actor clave en la financiación de startups blockchain. No obstante, esta velocidad de crecimiento también llamó la atención de reguladores, que comenzaron a cuestionar su estructura corporativa opaca y su grado de cumplimiento en materia de KYC/AML.

Binance y las organizaciones delictivas
Binance consolidó su posición como el exchange líder mundial y, en paralelo, se convirtió en un canal atractivo para organizaciones criminales y terroristas en busca de financiación anónima. La combinación de altos volúmenes diarios, ausencia de regulación uniforme entre jurisdicciones y un sistema de monitoreo que, en sus inicios, priorizaba la escalabilidad sobre la vigilancia, permitió que grupos ilícitos aprovecharan la plataforma para mover fondos sin levantar sospechas inmediatas. En este contexto, Binance además de ser una herramienta de especulación para inversores, también ha servido como un medio para lavar dinero, evadir sanciones y canalizar recursos hacia redes delictivas.
Uso de Binance por Hezbollah
Hezbollah, la milicia y partido político libanés designado como organización terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea, ha utilizado Binance para evadir embargos financieros y canalizar donaciones de simpatizantes en el extranjero. En varios informes de inteligencia y contrainteligencia financiera se documentó cómo cuentas vinculadas a entidades fachada en países del Golfo enviaban peticiones de donaciones a través de billeteras de Binance, aprovechando la velocidad de las transacciones y la falta de controles KYC rigurosos en ciertas etapas del proceso de registro. Estas donaciones, una vez recibidas, se intercambiaban por monedas fiduciarias en exchanges locales o se redistribuían en criptomonedas de privacidad para dificultar aún más su rastreo.
Además, Hezbollah ha recurrido a “mixers” y servicios de tumbler asociados a Binance para fragmentar grandes sumas en múltiples transacciones pequeñas, camuflando la trayectoria del dinero. Analistas forenses han identificado patrones de intercambio entre Binance y otras plataformas de criptomonedas en las que Hezbollah opera con direccionamientos de carteras periódicamente cambiadas, dificultando la vinculación de flujos de capital con actividades terroristas concretas. Esta técnica reduce la efectividad de las sanciones internacionales y obliga a las agencias de inteligencia de lucha contra el financiamiento de diversas organizaciones a desplegar recursos adicionales de análisis blockchain.
El impacto geopolítico de estas operaciones no se limita al financiamiento de atentados o actividades paramilitares, sino que también fortalece la influencia regional de Irán y complica la diplomacia de países que desean aislar económicamente a Hezbollah. Cada vez que un exchange popular como Binance refuerza sus filtros KYC/AML, Hezbollah redirige sus flujos a redes descentralizadas o a plataformas menos expuestas, generando un juego de gato y ratón que pone a prueba la cooperación internacional en materia de seguridad financiera.

Uso de Binance por ISIS
El Estado Islámico (ISIS) –enemigo de Hezbollah por cierto, también ha empleado criptomonedas para sostener partes de su aparataje logístico y propaganda en línea. Investigaciones del FBI y Europol revelaron que ISIS solicitaba donaciones en Bitcoin y Ethereum mediante canales de Telegram y páginas web cifradas, remitiendo fondos directamente a carteras alojadas en Binance. La naturaleza pseudónima de esas direcciones permitió que financiadores individuales en Europa y Asia Central aportaran small donations sin riesgo inmediato de identificación.
Una vez en Binance, los fondos eran convertidos rápidamente a Tether (USDT) o BNB para reducir la volatilidad, y luego transferidos a exchanges peer-to-peer o al mercado gris de over-the-counter (OTC). Esta cadena de conversiones acortaba la ventana de detección y facilitaba la extracción de efectivo en zonas controladas por ISIS, donde operan casas de cambio locales. Además, parte de esos recursos se reinvirtieron en la adquisición de equipos de comunicación satelital y software de encriptación, reforzando la resiliencia operativa de la red terrorista.
El uso de Binance por ISIS también incluyó la obfuscación de activos robados en incursiones a criptomonedas. Durante las operaciones de control territorial en Siria e Irak, informes de inteligencia apuntan a que miembros de ISIS expropiaron carteras frías de casas de criptominería, importándolas a Binance para lavar los fondos a través de múltiples pares de intercambio. Esta práctica convirtió a la plataforma en un engranaje crítico para la supervivencia financiera de ISIS durante la pérdida de su califato territorial.

El caso de Tigran Gambaryan
Tigran Gambaryan, ex-investigador criminal del IRS y antiguo jefe de Financial Crime Compliance en Binance, se vio envuelto en un incidente que expuso las tensiones entre la plataforma y autoridades nigerianas. En febrero de 2024 fue detenido en Abuja y acusado de evasión fiscal y lavado de dinero por supuestos montos de hasta 35 millones de dólares, cargos que las autoridades nigerianas vinculaban a transacciones internas de Binance. La detención generó un incidente diplomático, ya que Gambaryan contaba con inmunidad funcional derivada de su rol de cumplimiento y gozaba de respaldo informal de agencias estadounidenses.
Durante su tiempo en prisión, Gambaryan documentó violaciones severas de protocolo y condiciones médicas inadecuadas, lo que avivó protestas de congresistas de ambos partidos en EE. UU. y peticiones de intervención diplomática. Se señalaba que los cargos eran un intento de Nigeria por presionar a Binance en su disputa fiscal multimillonaria. En octubre de 2024, un tribunal nigeriano desestimó todos los cargos, citando falta de evidencia y consideraciones de salud, ordenando su liberación inmediata y reforzando la crítica internacional a la instrumentalización judicial del caso.
El episodio de Gambaryan no solo puso en evidencia los riesgos reputacionales de Binance, sino también la fragilidad de sus operaciones en mercados emergentes con regímenes de cumplimiento y justicia volátiles. Tras el incidente, Binance fortaleció sus protocolos internos de KYC/AML y estableció canales de comunicación directa con agencias africanas, intentando prevenir futuros choques legales y reduciendo el atractivo de la plataforma como refugio para flujos ilícitos bajo el amparo de jurisdicciones inestables.

Conclusiones
La trayectoria de Binance refleja el doble filo que representan las criptomonedas en el tablero geopolítico: por un lado, ofrecen una alternativa al sistema financiero basado en deuda, posibilitando autonomía y eficiencia transaccional; por otro, facilitan el anonimato que organizaciones delictivas y terroristas explotan para lavar dinero, financiar operaciones y evadir sanciones. El desafío para estados y reguladores consiste en equilibrar el fomento de la innovación financiera con la imperiosa necesidad de proteger la seguridad global.
En este contexto, la evolución de Binance -desde sus inicios en China hasta su estrategia de expansión global y sus reformulaciones de compliance- será un referente para determinar cómo la industria cripto puede integrarse responsablemente en la economía mundial. Solo mediante la cooperación internacional, la armonización regulatoria y avances en análisis forense de blockchain, será posible limitar el financiamiento ilícito sin sacrificar el potencial disruptivo de las monedas digitales.
