Goberna Reports presenta un informe especial que examina el trasfondo geopolítico de una creciente tensión diplomática y comercial entre dos potencias clave: Estados Unidos y Canadá -y la polémica propuesta del Estado 51-. Este conflicto trasciende los aspectos económicos y evidencia una pugna de poder con implicancias para el orden internacional.
En una jornada de alto voltaje político, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, recibió en la Casa Blanca al primer ministro canadiense, Mark Carney, en un encuentro que tuvo como objetivo central discutir los recientes aranceles impuestos por la administración estadounidense sobre productos canadienses. Aunque se promocionó como un intento de restablecer el diálogo bilateral, la reunión estuvo marcada por gestos de desconfianza, declaraciones provocadoras y diferencias profundas sobre la soberanía nacional.
Soberanía en Disputa: La Propuesta del “Estado 51”
Durante la conferencia de prensa posterior, las declaraciones del presidente Trump provocaron una fuerte reacción internacional. El mandatario norteamericano sugirió que Canadá podría «beneficiarse enormemente» de convertirse en el Estado número 51 de los Estados Unidos, calificando la actual frontera entre ambos países como una “línea artificial”. Esta afirmación fue recibida con contundente rechazo por parte del primer ministro canadiense, quien reafirmó que “Canadá nunca estará en venta” y calificó los comentarios de “una falta de respeto a la historia y la autodeterminación de nuestra nación”.
Este tipo de declaraciones no solo tensan la relación bilateral, sino que también reavivan debates históricos sobre la integración económica y política en América del Norte, así como sobre los límites del poder hegemónico estadounidense en su esfera de influencia más inmediata.

Impacto Económico y Comercial: Una Guerra de Aranceles en Marcha
Estados Unidos representa el principal destino de las exportaciones canadienses, absorbiendo cerca del 75% del total, mientras que Canadá, en comparación, representa tan solo el 17% de las exportaciones estadounidenses. Esta asimetría en la dependencia comercial ha sido instrumentalizada por la administración Trump en el contexto de su política proteccionista denominada como «America First».
En este marco, Estados Unidos impuso aranceles del 25% sobre productos clave de la economía canadiense, incluyendo el acero y el aluminio, argumentando motivos de seguridad nacional. Canadá respondió con medidas recíprocas, estableciendo aranceles por un valor estimado de 42.000 millones de dólares sobre una gama diversa de productos estadounidenses, desde bienes industriales hasta artículos de consumo masivo.
Este intercambio de sanciones aduaneras ha generado incertidumbre en los mercados, debilitando las cadenas de suministro integradas y ha incidido en la percepción de una guerra comercial prolongada en la región. Además, ha alimentado una narrativa de confrontación geoeconómica que debilita los principios de cooperación multilateral que habían caracterizado históricamente la relación entre ambas naciones.
Implicancias Geopolíticas y Regionales
Más allá del conflicto bilateral, este episodio evidencia un desplazamiento en el establecimiento de las relaciones internacionales del siglo XXI. La creciente agresividad de la política exterior estadounidense, plantea desafíos concretos a la gobernabilidad regional y a la estabilidad continental.
La posibilidad —aunque hipotética— de una anexión política o integración forzada, abre interrogantes sobre el respeto al derecho internacional, la soberanía de los Estados y el papel que deberían desempeñar las organizaciones supranacionales como la OEA ante eventuales crisis de legitimidad.
Esta propuesta de Trump no es nueva. Desde su regreso a la presidencia en 2025, ha mencionado en varias ocasiones la posibilidad de que Canadá se convierta en parte de los Estados Unidos. En una reunión en la Casa Blanca, Trump describió la potencial unión como un «matrimonio maravilloso» y sugirió que «se necesita de dos para bailar el tango».
Por su parte, Carney, quien asumió el cargo en marzo de 2025, ha sido claro en su rechazo a estas ideas. En su primer discurso como primer ministro, afirmó: «Nunca, en ninguna forma, seremos parte de los Estados Unidos. América no es Canadá».
Además, una encuesta realizada por Leger reveló que solo el 9% de los canadienses apoya la idea de que su país se convierta en el 51º estado de EE. UU., mientras que el 85% está en contra.

Conclusión
El conflicto comercial y diplomático entre Estados Unidos y Canadá evidencia la tensión entre dos modelos de política internacional: uno basado en la cooperación, el respeto mutuo y el multilateralismo; y otro que recurre a la presión unilateral, el nacionalismo económico y la erosión de consensos históricos. La evolución de este conflicto determinará no solo el futuro de las relaciones entre estas dos naciones, sino también el tono general de las relaciones interamericanas en un momento de profunda transformación global.
Es importante destacar que el primer ministro fue enfático en establecer límites claros, sin ceder ante presiones externas ni comprometerse a firmar acuerdos que puedan afectar la integridad institucional y política del país.
