En el ecosistema digital de 2025, donde TikTok, Instagram Reels y YouTube Shorts son plataformas dominantes para la comunicación de masas, ha emergido un formato con una estructura mínima pero un impacto máximo: el ya reconocible “Well well well…”. Este estilo de video, que inicia con una frase irónica, un hecho estadístico o una notica, es acompañada de música ambiental nightcore y un ritmo de edición pausado. Este formato se ha convertido en una herramienta de exposición pública, crítica social y construcción de narrativa política. Aunque en apariencia es solo una fórmula de entretenimiento, su uso creciente revela un fenómeno más complejo: la instrumentalización de formatos virales como vehículos de propaganda, polarización y guerra psicológica informal.
Este tipo de contenido se enmarca en un escenario geopolítico cada vez más fragmentado, donde actores estatales y no estatales compiten por la influencia narrativa en el espacio digital. Su popularidad ha crecido paralelamente a estéticas asociadas con subculturas como Hyperborea, Agartha -que ya dedicamos un artículo-, donde se mezclan simbologías arcaicas, mensajes crípticos y desconfianza hacia las estructuras de poder. Podría decirse entonces que el estilo “Well, well, well…” se utiliza como una forma codificada de PSYOPS (operaciones psicológicas), cuyo objetivo es sembrar dudas, socavar legitimidades o reforzar una cosmovisión alternativa. En este artículo, analizamos cómo este fenómeno audiovisual se ha integrado en una arquitectura más amplia de soft power.
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¿Qué significa el “Well, well, well…” en redes sociales?
Aunque parezca una simple frase irónica, el “Well, well, well…” representa un marco narrativo condensado. Su objetivo es simular una revelación -una especie de desenmascaramiento-, donde el locutor asume una posición moral o intelectual superior. En TikTok, Reels y Shorts, suele ir acompañado de imágenes específicas: miradas al vacío con un fondo de un valle, música tecno-trance o nightcore o silencios dramáticos. El resultado es un micro-relato de exposición o escarnio, donde el público es invitado a juzgar una contradicción, una traición o una mentira.
El origen del meme “Well, well, well…” puede rastrearse hasta foros anglosajones de sátira política, particularmente en espacios como 4chan, donde esta frase se usaba como remate en publicaciones que señalaban hipocresías públicas. Su tono inquisidor fue adoptado rápidamente por la cultura audiovisual de las redes sociales, en especial por usuarios que mezclan humor con crítica ideológica. En paralelo, surgieron figuras como el “Chud”, un meme de rostro grotesco que representa al hombre promedio “despierto”. Aunque es una simple caricatura, el Chud está basado en la fisonomía de Patrick Crusius,tirador de El Paso, en 2019. Este trasfondo oscuro no impidió que el personaje fuera reapropiado como símbolo de resistencia digital, especialmente en entornos hiperpolitizados.
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♬ son original – Gertamop
El formato se viralizó inicialmente en entornos de crítica social, pero pronto fue adoptado por influencers ideológicos, cuentas de propaganda y activistas digitales de diversas tendencias. Su lenguaje visual lo vincula directamente con estéticas de los videos que muestran a Hyperborea y Agartha, que se han popularizado en redes como parte de una contracultura visual esotérica. Estas corrientes no solo proyectan desconfianza hacia la modernidad, sino que reivindican narrativas de decadencia civilizatoria, pureza espiritual y ruptura con el sistema.
Con el tiempo, algunos de estos videos comenzaron a derivar en mensajes más explícitos, conectando con campañas como “Save Europe”: un eslogan recurrente en el discurso de la derecha identitaria europea y sus derivados en América. Este tipo de contenido mezcla referencias históricas, crítica al globalismo, alarmismo demográfico y estética hiperbórea para proyectar una idea: la civilización occidental está en peligro y solo una “conciencia despierta” puede salvarla. En ese contexto, el formato “Well, well, well…” muta en una herramienta propagandística que camufla contenido ideológico bajo una apariencia de humor o sarcasmo, pero que forma parte de un ecosistema más amplio de operaciones psicológicas no convencionales.

¿Por qué funciona? La psicología detrás del “Well well well…”
El éxito del formato “Well, well, well…” no es accidental. Funciona porque activa mecanismos psicológicos profundamente humanos: el juicio, la superioridad moral y la anticipación narrativa. La frase sugiere que el espectador está a punto de presenciar una revelación o una contradicción expuesta, y le otorga al creador el rol de juez que “sabía lo que iba a pasar”. Este tipo de construcción posiciona al emisor como una figura clarividente frente a una masa que se equivocó, y convierte al receptor en cómplice del juicio. La satisfacción emocional no proviene de datos duros, sino de la narrativa implícita: alguien fue “descubierto” y ahora merece ser ridiculizado.
Desde el punto de vista de la neurociencia, este formato es eficaz porque condensa tensión, emoción y validación en menos de 30 segundos. La estructura de “revelación” funciona como un trigger dopamínico: el espectador espera una recompensa cognitiva -una contradicción expuesta, una mentira revelada, un político o figura ridiculizada- y la obtiene sin esfuerzo. Además, al implicar que el espectador “ya sabía” lo que estaba mal, se refuerza el sesgo de confirmación, permitiendo que incluso los más desinformados se sientan intelectualmente validados.
En paralelo, este tipo de videos crea comunidades afectivas temporales. A través de la repetición del formato y el uso de referencias compartidas -como el Chud, Hyperborea o el discurso anti-globalista- se produce un efecto de cohesión tribal digital. La estética minimalista, la música ominosa y la voz contenida refuerzan la idea de que no hace falta gritar para tener razón. En ese sentido, el “Well, well, well…” funciona como un ritual memético de exposición simbólica: no necesita decir todo explícitamente, porque apela a códigos compartidos que ya circulan en entornos ideológicos cerrados. Esto lo convierte en una herramienta de propaganda blanda y de PSYOPS emocionales, capaces de moldear opinión pública sin necesidad de articulación directa.
@muslquen Religion of peace 😉 #wellwellwell #well #Islam #Muslim #rate #fyp
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¿Una nueva forma de guerra memética?
El formato “Well, well, well…” es mucho más que un trend irónico: es una expresión compacta de lo que hoy se conoce como guerra memética, una estrategia de influencia basada en la manipulación simbólica a través de imágenes, sonidos y formatos virales. Esta guerra no se libra con armas convencionales, sino con códigos culturales, estética compartida y emociones encapsuladas. Su lógica es simple: un meme bien construido puede desactivar una narrativa rival o sembrar dudas con más eficacia que cualquier editorial. Y cuando ese meme se viste de sarcasmo y se disfraza de entretenimiento, su impacto se vuelve aún más difícil de contrarrestar.
Detrás de su aparente simplicidad, el “Well, well, well…” opera como una bomba semiótica de activación emocional. No tiene como objetivo informar, sino producir una sensación: revelación, indignación, burla. Y aunque no siempre tiene una filiación política explícita, su estructura lo hace ideal para campañas de polarización, deslegitimación o reafirmación tribal. Lo han adoptado cuentas de derecha e izquierda radical -también terceroposicionistas-, movimientos conspirativos, influencers “despiertos” y hasta estrategas digitales institucionales, conscientes de su potencial en la disputa por el mindshare en tiempos de saturación informativa.
Al insertarse dentro de estéticas como Hyperborea, Chudismo o Agartha, el formato también se convierte en un vector cultural de contrahegemonía, cargado de simbolismo esotérico, nostalgia civilizatoria y resistencia identitaria. En muchos casos, la intención no es solo viralizar una crítica, sino reconfigurar la percepción del mundo desde una narrativa alternativa. Esto lo vincula directamente con PSYOPS contemporáneas, donde se utilizan contenidos virales para desestabilizar certezas, reforzar tribus digitales y sembrar narrativas que operan a nivel subconsciente. En esta lógica, el meme no es un chiste: es un arma.

¿Cómo usar este formato en campañas políticas o activismo digital?
En el terreno de la comunicación política, el formato “Well, well, well…” representa una oportunidad única: transmitir un mensaje ideológico sin parecer panfletario. A diferencia de los spots tradicionales, estos microvideos no apelan a la lógica, sino a la emoción y al juicio colectivo. Por eso resultan tan efectivos para exponer contradicciones de adversarios, señalar incoherencias en discursos públicos o viralizar un relato de “despertar” político. En campañas de bajo presupuesto o en entornos con saturación informativa, este tipo de contenido puede romper el algoritmo sin necesidad de inversión publicitaria directa y se puede publicar en múltiples cuentas.
Para que funcione estratégicamente, el video debe mantener ciertos elementos clave: la información que se quiere dar a conocer, mirada fija de los personajes, música nightcore, pausas bien medidas, buenos hashtags, texto en pantalla (idealmente blanco sobre un fondo de paisaje, una edición modesta y una revelación que cierre el mensaje. No es recomendable exagerar o sobreexplicar; la fuerza del formato está en la insinuación más que en la exposición. En algunos casos, puede funcionar como un teaser dentro de una narrativa mayor, que luego se desarrolla en otros videos o contenidos explicativos más densos.
Además, es altamente adaptable. Puede usarse en campañas institucionales que busquen denunciar corrupción o negligencia gubernamental, en activismo cultural (por ejemplo, contra discursos discriminatorios), o incluso en posicionamientos geopolíticos más amplios -como el ya mencionado caso de “Save Europe” y la defensa de valores civilizatorios occidentales frente a narrativas globalistas-. En contextos donde la propaganda explícita ya no tiene alcance, este formato actúa como una inyección memética camuflada, capaz de instalar ideas de forma casi subliminal en la audiencia. En otras palabras: no es solo un recurso viral, es una herramienta de soft power narrativo.
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Conclusión
En un ecosistema digital dominado por la inmediatez, el formato “Well, well, well…” demuestra como la forma puede introducir un fondo. Lo que comenzó como una simple frase irónica se ha convertido en un lenguaje político y cultural de alto impacto, capaz de condensar crítica, juicio y propaganda en menos de 30 segundos. Su eficacia no radica en lo que dice, sino en lo que activa: emociones, juicios morales y pertenencia tribal. Es una estética de la revelación, donde la mirada fija a cámara se convierte en una sentencia colectiva.
Lejos de ser un meme inocente, este formato opera como una herramienta semiótica dentro de una guerra narrativa más amplia. Su uso dentro de entornos como TikTok, Reels o Shorts ha sido aprovechado por movimientos ideológicos, campañas políticas y entornos como Hyperborea o Agartha, donde el mensaje va más allá de lo explícito. El meme del Chud, la ironía memética y los marcos visuales esotéricos convergen en una operación simbólica que no necesita de logos ni consignas partidarias para incidir en la percepción pública. En ese sentido, su relación con narrativas como “Save Europe” no es accidental: es el resultado de una mutación propagandística que se esconde bajo la máscara del sarcasmo viral.
Así, el “Well, well, well…” es una cápsula propagandística adaptativa, una forma blanda pero efectiva de guerra psicológica en la era del algoritmo. Quien entienda su lógica, podrá integrarla en su estrategia comunicacional; quien la subestime, quedará atrapado en una conversación que ya no controla.
