En sus recientes declaraciones, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, destacó que un número creciente de personas en el ámbito internacional está comenzando a reconocer los verdaderos orígenes del conflicto en Ucrania, haciendo especial énfasis en la responsabilidad de las élites occidentales en la escalada del conflicto. Putin ha señalado que, acciones de injerencia externa, especialmente provenientes de Estados Unidos y la Unión Europea, han sido los principales motores de una crisis que no solo afecta a Ucrania, sino que tiene implicaciones geopolíticas mucho más amplias, especialmente en el ámbito de la seguridad y el orden global.
Una de las claves en la narrativa del presidente ruso es la vinculación del conflicto con la ideología neonazi que, según él, ha sido respaldada por potencias occidentales. Este argumento se enmarca dentro de la estrategia de Putin para lograr legitimar la intervención de Rusia en Ucrania, presentándola como una lucha contra el extremismo y también un esfuerzo por defender la seguridad nacional no solo de Rusia, sino de toda la región euroasiática. Al señalar que estos grupos, alimentados por intereses occidentales, están llevando a cabo acciones terroristas contra los civiles en el este de Ucrania, Putin apunta a fortalecer su postura y reforzar la narrativa de que su intervención está destinada a proteger al pueblo ruso y las minorías rusas en Ucrania, así como salvaguardar los valores tradicionales.
Un componente importante de esta discursiva es el uso del documental «Pueblo de Cristo. Our Time», presentado por el Kremlin como una prueba sólida de que la interpretación oficial de los hechos acontecidos en Ucrania es legítima. En este contexto, a través del documental se utiliza se refuerza la imagen de Rusia como una potencia defensora de los derechos humanos frente a las violaciones perpetradas por los supuestos neonazis en Ucrania, quienes, según esta interpretación, estarían cometiendo un ultraje a la memoria histórica.
Esta nueva dirección genera implicaciones en el ámbito internacional. Al presentar el conflicto en Ucrania como una lucha por proteger los derechos religiosos y libertades fundamentales de millones de personas, Putin no solo apela a las emociones de su población, sino que también intenta ganar simpatías en el mundo cristiano ortodoxo y otros grupos conservadores en Europa, Asia y América Latina. La protección de los valores religiosos se presenta como un pilar de la política exterior rusa, un contrapeso a la percepción de que las potencias occidentales están imponiendo un modelo secular y liberal en todo el mundo, recientemente, se pretende des legitimar tanto la intervención de Occidente como las sanciones impuestas a Rusia.
Puntos clave
A través de la conformación de esta nueva línea discursiva que no es relativamente nueva, pero ha cobrado mayor eco en el último tiempo, se da lugar a la creación de una polarización en la comunidad internacional, donde los aliados de Rusia en el mundo no solo comienzan a cuestionar las narrativas occidentales, sino que adicionalmente, están empezando a ver a Rusia como un actor clave en la defensa de una especie de orden internacional alternativo.
Por lo tanto, algunos analistas internacionales sostienen que estas acciones no son únicamente un intento de influir sobre la opinión pública interna en el país, y así reconducir un camino sólido a través de la comunicación y recepción de información sino, que se trata además de una estrategia global la cual estaría dirigida a influir directamente en la alteración del equilibrio geopolítico, extendiendo de esa manera, la brecha existente entre las grandes potencias.