En el capítulo anterior, viajamos al corazón del Cáucaso para presenciar el fin de Nagorno-Karabaj, también conocida como República de Artsaj, un enclave armenio que, tras resistir durante más de treinta años, fue finalmente disuelto por la ofensiva de Azerbaiyán en 2023. A pesar de haber construido instituciones, elecciones y una identidad nacional armenia en medio del aislamiento, su falta de reconocimiento internacional selló su desaparición del mapa político. Un símbolo de autodeterminación borrado por la fuerza y la indiferencia global.
Hoy seguimos en el Cáucaso, una región donde la geografía se convierte en geopolítica, y la historia en conflicto permanente. Nos adentramos en Osetia del Sur, una pequeña república separatista enclavada en territorio georgiano, cuya existencia además de revelar tensiones étnicas y nacionalistas, también ha demostrado el poder de Moscú para crear -y sostener- Estados paralelos cómo otros casos que hemos visto en esta serie. Rusia jugó de forma abiertamente favorable ante este nuevo país, ya que otorgó reconocimiento formal, desplegó tropas y convirtió a Osetia del Sur en un engranaje estratégico de su influencia en el Cáucaso, por lo que veremos su historia a profundidad.
Historia de Osetia del Sur y los orígenes de una fractura
Ubicada entre montañas escarpadas y rutas ancestrales del Cáucaso, Osetia del Sur ha sido históricamente un territorio de paso, conquista y resistencia. Sus orígenes se remontan a los alanos, un antiguo pueblo de raíz indoirania del que descienden los actuales osetios. A lo largo de los siglos, la región fue incorporada sucesivamente por imperios como el persa, el bizantino, el mongol y el otomano, hasta quedar bajo dominio del Imperio Ruso a fines del siglo XVIII. Este dominio zarista consolidó los vínculos entre los osetios y Rusia, especialmente con sus hermanos étnicos de Osetia del Norte, ubicados al otro lado de la cordillera.
Durante el siglo XX, la creación de la Unión Soviética reorganizó el mapa político del Cáucaso. En 1922, Osetia del Sur fue integrada como una región autónoma dentro de la República Socialista Soviética de Georgia, mientras que Osetia del Norte se convirtió en parte de la República Rusa. Aunque la autonomía otorgada a los osetios del sur les garantizaba una mínima representación, el poder central seguía estando en Tiflis. Las diferencias culturales, lingüísticas y religiosas entre osetios y georgianos quedaron latentes, mantenidas a raya por el sistema soviético. Sin embargo, la fragmentación del régimen comunista revivió viejas tensiones étnicas.
En 1991, tras la independencia de Georgia, el nacionalismo georgiano liderado por Zviad Gamsajurdia excluyó a las minorías del nuevo proyecto de Estado. Los osetios del sur proclamaron su secesión y exigieron reunificarse con Osetia del Norte bajo soberanía rusa. Esto derivó en una violenta guerra entre 1991 y 1992 que dejó cientos de muertos y más de 40 mil desplazados, en su mayoría georgianos. Desde entonces, Osetia del Sur funcionó como un territorio de facto separado, con instituciones propias, pero no reconocido internacionalmente. Rusia actuó como garante informal de seguridad, desplegando fuerzas de paz y apoyando políticamente al enclave frente a las aspiraciones de Tiflis de reintegrarlo.
El punto de quiebre se produjo en agosto de 2008, cuando el presidente georgiano Mikheil Saakashvili intentó retomar el control del territorio mediante una ofensiva militar sobre Tsjinvali, la capital de Osetia del Sur. Rusia respondió con una operación de inteligencia y contrainteligencia a gran escala: bombardeó posiciones georgianas, cruzó la frontera e ingresó en otras zonas de Georgia. En apenas cinco días, el ejército ruso expulsó a las fuerzas georgianas y consolidó su control militar en la región. Este conflicto, conocido como la “Guerra de los Cinco Días”, marcó un antes y un después en la política del Cáucaso, debilitó el poder de Georgia y fortaleció la posición de Rusia como actor decisivo.
Sistema de gobierno de Osetia del Sur
Osetia del Sur operó durante más de una década como una república presidencialista, pero no reconocida por la comunidad internacional. El poder ejecutivo recae en un presidente elegido por sufragio directo, mientras que el legislativo estaba representado por un Parlamento unicameral con sede en Tsjinvali, encargado de aprobar leyes internas y gestionar los asuntos administrativos del enclave. Formalmente, existían divisiones de poder, procesos electorales periódicos y partidos políticos con representación legislativa. Empero, en la práctica, el sistema político estaba profundamente condicionado por su dependencia absoluta de Rusia, que intervenía en temas estratégicos como defensa, finanzas y relaciones exteriores.
A lo largo de su existencia como Estado de facto, Osetia del Sur adoptó un modelo institucional inspirado en el sistema ruso, con fuerte centralización y baja pluralidad partidaria. Las elecciones locales eran limitadas en competencia real, sin presencia de observadores internacionales ni garantías plenas de transparencia. La hegemonía del Partido Unidad de Osetia, de orientación prorrusa, fue constante, y sus líderes mostraron una cercanía política explícita con el Kremlin. Presidentes como Eduard Kokoity (2001–2011) y Anatoly Bibilov (2017–2022) lideraron el territorio con discursos alineados con la geopolítica de Moscú.
Más que una república soberana, Osetia del Sur funciona como un protectorado informal de la Federación Rusa, operando bajo una estructura de gobernanza tutelada. A través de tratados bilaterales, Rusia garantiza la asistencia militar permanente, subsidios económicos y programas de integración fronteriza, aduanera y educativa. De hecho, en varias ocasiones, las autoridades locales impulsaron la posibilidad de una anexión formal a la Federación Rusa, propuesta que fue aplaudida por sectores nacionalistas pero pospuesta por Moscú por razones geopolíticas.
Debido a que es un territorio que se encuentra en esta serie, Osetia del Sur es una región cuya independencia es reconocida por un número muy limitado de países. La mayoría de la comunidad internacional, incluyendo Naciones Unidas y la Unión Europea, considera a Osetia del Sur como parte integrante de Georgia. Sin embargo, algunos Estados y entidades han optado por reconocer su independencia o mantener relaciones informales con ella, basándose en diversos motivos políticos y estratégicos. Por lo tanto, hemos recopilado 8 países que han reconocido la existencia de este país indiciando sus posturas oficiales como veremos a continuación:
País/Entidad | Reconocimiento Oficial o Relación Informal | Motivos |
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Rusia | Reconocimiento Oficial | Tras el conflicto armado con Georgia en 2008, Rusia reconoció la independencia de Osetia del Sur el 26 de agosto de 2008, buscando fortalecer su influencia en el Cáucaso y proteger a las poblaciones prorrusas en la región. |
Nicaragua | Reconocimiento Oficial | Siguiendo el ejemplo de Rusia, Nicaragua reconoció a Osetia del Sur el 3 de septiembre de 2008, posiblemente como muestra de solidaridad política y en oposición a las influencias occidentales. |
Venezuela | Reconocimiento Oficial | El 10 de septiembre de 2009, Venezuela reconoció la independencia de Osetia del Sur, alineándose con Rusia y desafiando la hegemonía de Estados Unidos y sus aliados en asuntos internacionales. |
Nauru | Reconocimiento Oficial | Nauru, un país en Oceanía, reconoció a Osetia del Sur el 15 de diciembre de 2009, posiblemente influenciado por consideraciones económicas y apoyo financiero de Rusia. |
Siria | Reconocimiento Oficial | El 29 de mayo de 2018, Siria reconoció la independencia de Osetia del Sur, fortaleciendo sus lazos con Rusia y desafiando la postura occidental en la región. |
Abjasia | Reconocimiento Oficial | Abjasia, otra región separatista de Georgia que profundizaremos en un futuro capítulo, reconoció mutuamente a Osetia del Sur el 17 de noviembre de 2006, buscando apoyo recíproco en su lucha por la independencia. |
Transnistria | Reconocimiento Oficial | Transnistria, un territorio separatista en Moldavia el cuál fue el primer capítulo de esta serie, reconoció a Osetia del Sur el 17 de noviembre de 2006, estableciendo lazos entre entidades con situaciones políticas similares. |
República Popular de Donetsk | Reconocimiento Oficial | La República Popular de Donetsk, el cuál también ya abordamos en esta serie, reconoció a Osetia del Sur el 27 de junio de 2014, buscando fortalecer alianzas entre regiones separatistas prorrusas. |
La vida en Osetia del Sur
La vida cotidiana en Osetia del Sur ha estado atravesada por el aislamiento, la precariedad y la fragilidad institucional. Con una población estimada en menos de 60.000 habitantes, este territorio montañoso funciona bajo una economía cerrada, altamente dependiente del financiamiento ruso. Los servicios públicos básicos, como la educación, la salud y la infraestructura, operan gracias a los subsidios de Moscú. Aún así, la falta de reconocimiento internacional hace que sus pasaportes no sean válidos fuera del bloque prorruso, lo que limita enormemente la movilidad de sus ciudadanos y restringe cualquier proyección profesional o académica fuera de la región.
Culturalmente, la identidad local ha sido progresivamente absorbida por la esfera rusa. El idioma ruso predomina en la administración, la educación y los medios, mientras que los vínculos históricos con Georgia han sido prácticamente erradicados tras los conflictos étnicos de los años 90 y la guerra de 2008. La población georgiana que alguna vez habitó en la región fue en gran parte desplazada, y con ello se produjo una fuerte homogenización étnica. Este clima de control también se vive en otras regiones separatistas del Cáucaso, como Abjasia, cuya realidad guarda similitudes profundas con la de Osetia del Sur -tema que abordaremos en un próximo capítulo de esta serie-.
Aunque desde el poder local se han impulsado símbolos, instituciones y discursos para consolidar una identidad nacional propia, la mayoría de los habitantes percibe su futuro ligado a una eventual anexión por parte de la Federación Rusa. La vida en Osetia del Sur, entonces, se desarrolla entre la supervivencia y la espera, pues la población vive en una república no reconocida alineada a los intereses geopolíticos del Kremlin.
Economía de Osetia del Sur
La economía de Osetia del Sur es una de las más frágiles del Cáucaso, sostenida casi en su totalidad por la inyección de fondos provenientes de Rusia. Cerca del 90% del presupuesto estatal depende de subsidios directos del Kremlin, los cuales se destinan a salarios del sector público, mantenimiento de servicios básicos, construcción de carreteras e instalaciones públicas. Este patrón económico ha convertido al enclave en una economía subvencionada, donde el Estado es prácticamente el único empleador estable y el margen para el emprendimiento o el crecimiento autónomo es extremadamente reducido.
Los sectores productivos locales, como la agricultura y la ganadería, intentan mantenerse a flote, pero están limitados por el aislamiento geopolítico. La falta de reconocimiento internacional impide el acceso a mercados externos y bloquea cualquier intento de formalizar relaciones comerciales globales. Las exportaciones, cuando existen, se realizan a través de Osetia del Norte (parte de la Federación Rusa), que actúa como intermediaria y único canal de tránsito legal. Existen iniciativas para fomentar el turismo de montaña y el ecoturismo en los valles osetios, pero la inestabilidad, la escasa infraestructura hotelera y la inseguridad disuaden a la mayoría de los visitantes.
En este contexto, muchas familias sobreviven gracias a las remesas enviadas por parientes que trabajan en Rusia, una fuente de ingreso clave que compensa parcialmente el desempleo crónico. A nivel estratégico, Moscú utiliza esta dependencia económica como un mecanismo de control y fidelización política. La constante inversión rusa no solo mantiene la estabilidad interna del enclave, sino que también refuerza su papel como zona tapón frente a la OTAN y al gobierno georgiano. Sin embargo, esta estabilidad tiene un precio: Osetia del Sur no puede sostener un modelo económico independiente, lo que relega a sus líderes a una administración subordinada donde la soberanía económica es prácticamente inexistente.
Conclusión: Osetia del Sur como actor fundamental del caúcaso
Osetia del Sur representa un caso paradigmático de cómo la geopolítica puede moldear, sostener y congelar territorios. A diferencia de otros enclaves con reconocimiento limitado, aquí el respaldo de una gran potencia como Rusia le ha dado una estructura institucional, seguridad militar y un lugar -aunque marginal- en el mapa político del Cáucaso. Sin embargo, ese apoyo también la ha convertido en una pieza instrumental de la geopolítica rusa, y no en un proyecto estatal autónomo.
El futuro de Osetia del Sur dependerá de la evolución de las relaciones entre Georgia, Rusia y Occidente. Mientras tanto, su población vive en un limbo jurídico, con instituciones propias pero sin acceso a la comunidad internacional. Su caso evidencia que la existencia de un Estado no se define solo por su territorio y su pueblo, sino por su reconocimiento, sus aliados y su utilidad estratégica para los poderes que deciden quién merece -o no- existir en el tablero global.
En el siguiente capítulo de Países olvidados en el mundo nos adentraremos en el Estado Wa, un territorio semiautónomo ubicado en Myanmar, con fuerte influencia china, estructura militar propia y un sistema político paralelo al del gobierno central. Será un caso fascinante para explorar la gobernanza paralela en el sudeste asiático.