En el capítulo anterior, exploramos cómo los medios de comunicación moldean la opinión pública, actuando como una herramienta poderosa para influir en las decisiones del electorado. Pero más allá de las pantallas y los titulares, existe un arma aún más directa y cautivadora: la voz. La capacidad de un líder para transmitir su mensaje, conectar con las emociones y movilizar a las masas a través de la palabra es una de las habilidades más decisivas en la arena política.
El poder de ganar no está en lo que se dice, sino en cómo se dice
Sócrates solía señalar que las personas no buscan necesariamente a quien les revele la cruda verdad, sino a quien les ofrezca una visión esperanzadora, incluso si esta parece inalcanzable. En el libro Gorgias de Platón, el sofista Gorgias discute con Sócrates, este último le dice: «Imagina que el cocinero y el médico se presentan ante un grupo de niños o incluso ante un jurado; y que el cocinero acusa al médico, diciendo: ‘Miren, este hombre les causa sufrimiento: les administra amargas pócimas, los corta con cuchillos y los quema con fuego, mientras que yo los alimento con cosas dulces y agradables.’ ¿Qué crees que ocurriría en un juicio así? ¿No es probable que el cocinero gane la aprobación del jurado?».
En la guerra electoral, un líder que domina el arte de hablar puede transformar simples palabras en poderosas herramientas para inspirar, movilizar y, en muchos casos, vencer. La oratoria tiene el potencial de elevar a un candidato mediocre a la estatura de un líder carismático, o de permitir a un político caído volver a ocupar un lugar de honor. A lo largo de la historia, muchos líderes han utilizado esta técnica para mantenerse en el poder o incluso para volver después de haber fracasado.
El resurgir a pesar del fracaso en el gobierno
Un claro ejemplo de esta habilidad lo encontramos en Alan García, expresidente del Perú. Su primer mandato fue desastroso, marcado principalmente por una crisis económica que generó una hiperinflación devastadora. Pocos hubieran apostado por su retorno, pero frente a todo pronóstico, García regresaría para un segundo gobierno. ¿Cómo alguien gana la confianza del electorado nuevamente luego de ser intensamente criticado? La respuesta es simple, su extraordinaria habilidad oratoria.
García supo reconstruir su imagen y, con una oratoria impecable, logró conectar nuevamente con el electorado. Su discurso no solo transmitía arrepentimiento, sino también la promesa de una gestión renovada y pragmática. Fue esa conexión emocional y su habilidad para proyectar esperanza lo que le permitió obtener una segunda oportunidad.
Cómo estimular la necesidad de un mesías
En momentos de crisis, el electorado suele buscar líderes que encarnen la figura de un salvador. El caso típico pero a la vez icónico es el de Adolf Hitler durante la República de Weimar. En un contexto de humillación nacional tras el Tratado de Versalles y una economía en ruinas, Hitler se presentó como el único capaz de restaurar la grandeza de Alemania. Con un estilo oratorio que combinaba pasión, promesas de redención y los gestos cuidadosamente diseñados para dar sus discursos, logró movilizar a un país entero.
Su lema «Ein Volk, Ein Reich, Ein Führer» («Un pueblo, un imperio, un líder») y «Deutschland über alles» (Alemania por encima de todos) sintetizaban una idea clara, memorable y profundamente emocional. Aunque las circunstancias de cada país son únicas, y el caso de Hitler también incorpora el discurso nacionalista que lo analizamos en el segundo capítulo, cualquier líder que domine el arte de la palabra puede construir su propia narrativa de salvación, adaptada a las necesidades, a la ideología y a los temores de su audiencia.
El humor y la provocación en el discurso
Hugo Chávez, conocido por su estilo directo y coloquial, llevó la oratoria política a un nuevo nivel en Venezuela. En su programa semanal Aló Presidente, hablaba directamente con el pueblo, utilizando humor y provocación para conectar con las masas. Con metáforas simples y relatos cargados de emoción, Chávez no solo entretenía, sino que reforzaba su imagen de líder cercano y comprensivo.
Incluso hoy, frases de sus diversos discursos resuenan en múltiples memes, como su contundente declaración al expulsar al embajador de Estados Unidos o su crítica al Estado de Israel. Chávez entendió que la clave no estaba solo en lo que se decía, sino en cómo se hacía sentir a quienes lo escuchaban.
La oratoria anticonvencional que movilizó a las masas
Donald Trump revolucionó la comunicación política moderna con un estilo que rompió las normas tradicionales. Su discurso directo, provocador y lleno de frases memorables como «Build The Wall» o apodos como “Crooked Hillary” y “Sleepy Joe” generó un impacto inmediato. Encontramos tres consecuencias importantes tras el uso de este método: Polariza al electorado y anima a los votantes a mirar su candidatura, controla la narrativa mediática al convertir sus declaraciones en titulares inevitables y lo posicionan como un líder atractivo para quienes están cansados de los políticos tradicionales.
Este enfoque lo posicionó como un outsider, un líder que representaba la ruptura con el sistema establecido. Más allá de su contenido, su estilo oratorio se convirtió en un símbolo del descontento y la necesidad de cambio, elementos que lo llevaron a una histórica victoria en 2016.
Con este capítulo cerramos nuestra serie Campañas Electorales en el Mundo, explorando temas como la militarización, la persistencia ideológica, el control mediático, la comunicación tanto visual como verbal, se convierten en armas poderosas de los líderes políticos. Hemos desentrañado las claves que moldean la percepción pública y deciden el rumbo de las naciones. A todos nuestros lectores, gracias por acompañarnos en este recorrido. Su interés y participación son el verdadero motor de nuestro trabajo.