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¿Cómo ser presidente del Perú? 5 claves para hacerte con el poder

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Los partidos políticos tienen una meta clara desde su formación: hacerse con el poder. Ya sea ocupando escaños en el poder legislativo o, todavía más ambicioso, que el candidato del partido sea elegido presidente del país. «¿Cómo ser presidente?» es la cuestión, convertirse en presidente no es solo una meta política, es una lucha estratégica que exige inteligencia, audacia y una capacidad inquebrantable para navegar en un sistema político complejo y en constante transformación. No basta con tener carisma o una buena imagen; la historia ha demostrado que el liderazgo efectivo se construye con una estructura sólida, una narrativa poderosa y un dominio absoluto del juego político.

Desde los outsiders que rompieron el molde hasta los operadores tradicionales que consolidaron su poder, cada presidente ha llegado a la cima con una estrategia bien definida, analizaremos el contexto peruano. Algunos han capitalizado el descontento social, otros han aprovechado alianzas estratégicas y varios han sabido leer las emociones del pueblo en momentos clave. Sin embargo, todos han seguido patrones esenciales que marcaron la diferencia entre el triunfo y el olvido. Si alguna vez te has preguntado cómo ser presidente del Perú, aquí te presentamos las cinco claves fundamentales que cualquier aspirante al poder debe dominar.

Juramentación de Pedro Pablo Kuczynski (Fuente: Peruanosnews)

Construye una base política y partidaria fuerte

En la política peruana, no se gana solo. Para llegar a la presidencia, se requiere un vehículo político sólido que te respalde tanto para la imagen atractiva como para la elaboración de discursos convincentes. La política peruana ha demostrado que las candidaturas independientes tienen pocas probabilidades de éxito si no cuentan con una estructura partidaria bien organizada, con operadores que movilicen votantes y una estructura que sostenga el liderazgo del candidato incluso después de las elecciones.

El sistema electoral peruano exige que los aspirantes cuenten con una maquinaria política capaz de movilizar votantes, garantizando así la gobernabilidad. Un ejemplo claro es el de Alberto Fujimori en 1990, quien irrumpió con Cambio 90, un partido que parecía emergente pero que tenía una base sólida para sostener su campaña. Cuando Fujimori apareció, su candidatura surgió como la de un outsider sin un aparato político tradicional, empero, su partido no fue un vehículo electoral improvisado. A pesar de enfrentarse al mismísimo Mario Vargas Llosa que contaba con el respaldo intelectual y empresarial a través de su partido FREDEMO (Frente Democrático), Fujimori construyó una red de operadores locales que penetró en los sectores populares y rurales del país.

La clave del éxito fue su capacidad para canalizar el descontento de la población con la política tradicional. En un contexto de crisis económica e inestabilidad social, Fujimori ofreció una alternativa pragmática frente a Vargas Llosa, cuyo discurso tecnocrático no logró conectar con las mayorías. Su partido, aunque joven, supo movilizar bases en barrios y comunidades, estableciendo una red que no solo lo llevó a la victoria, sino que posteriormente, le permitió consolidar su poder en el Congreso y logró la legitimación del autogolpe de 1992, manteniendo la gobernabilidad. Por ello, en el Perú, la política no premia a los solitarios, sino a los que saben construir una base lo suficientemente fuerte para sostenerse en el poder.

Cómo ser presidente
Campaña política de Alberto Fujimori (Fuente: PUCP)

Define una narrativa poderosa y diferenciadora

En el Perú, donde la desconfianza en las instituciones es alta y el electorado cambia de lealtades con rapidez, tener una narrativa clara y diferenciadora es la única forma de consolidar apoyo y mantenerse relevante. Tengamos en cuenta que las condiciones políticas actuales han llevado que, como señala una encuesta de Ipsos: El 23% de los peruanos preferiría un gobierno autoritario en ciertas circunstancias, especialmente cuando perciben que los líderes democráticos no cumplen con su labor. No basta con propuestas técnicas o un plan de gobierno bien elaborado; los votantes buscan líderes con una historia poderosa, alguien con quien puedan identificarse y que represente sus aspiraciones o frustraciones.

El caso de Ollanta Humala en las elecciones de 2011 es un ejemplo a destacar. Su narrativa nacionalista y antiestablishment fue clave en su victoria. Sin embargo, su narrativa no se construyó solo en campaña; su participación en la rebelión del Locumbazo en el 2000 contra el gobierno de Alberto Fujimori le dio credibilidad como líder dispuesto a desafiar el poder. Aunque el levantamiento militar fue sofocado, Humala lo convirtió en un símbolo de resistencia, frente a Keiko Fujimori, cuya candidatura representaba la continuidad del modelo de los noventa. Para ese entonces, Ollanta se presentó como el líder del «cambio real», logrando conectar con un electorado que demandaba una alternativa al fujimorismo.

El electorado peruano no solo elige a un político, sino a una historia con la que pueda identificarse. La narrativa debe ser clara, emocional y lo suficientemente flexible para adaptarse a las coyunturas sin perder credibilidad. Si seguimos con el caso de Humala, en su campaña del 2006, fue percibido como un radical cercano al chavismo y perdió; aprendiendo de ese error, ya en 2011 moderó su discurso sin abandonar su identidad nacionalista, logrando el respaldo en sectores de centro e incluso del sector empresarial. En la arena política, las ideas valen poco si no se traducen en un relato que movilice a la gente. Curiosamente, su hermano Antauro ha llevado con fuerza este punto, pero más radicalizado.

Ollanta Humala y su hermano Antauro Humala en el Locumbazo (Fuente: El Comercio)

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Domina el territorio y las redes sociales

En el Perú, las campañas no se ganan solo en debates televisivos ni en anuncios publicitarios; se ganan en la calle y en la red. La geografía política peruana es diversa y presenta desafíos particulares. Mientras en Lima las elecciones suelen estar dominadas por el discurso mediático y las tendencias digitales, en las regiones la política se define en encuentros cara a cara con la población. Aún así, es indudable que la masificación del internet ha transformado radicalmente la forma en que los candidatos interactúan con el electorado, permitiendo que incluso grupos con poca presencia mediática logren posicionarse a nivel nacional.

Un ejemplo concreto de este fenómeno fue el inesperado éxito del Frente Popular Agrícola del Perú (FREPAP) en las elecciones parlamentarias extraordinarias de 2020. A pesar de que su estrategia se dio en elecciones parlamentarias y no en las presidenciales, demostró el poder de una campaña bien estructurada en el ámbito digital. El ser un partido con poca presencia en medios tradicionales y de no contar con figuras reconocidas no fue excusa; el FREPAP obtuvo una representación significativa en el Congreso. Su éxito no fue casualidad: utilizaron una estrategia digital dirigida a sectores jóvenes, apelando a la viralización en redes sociales y generando una mística en torno a su identidad.

Este caso demuestra que, en la política peruana, quien no controla el territorio ni domina las redes está condenado al fracaso. Un candidato debe equilibrar la presencia física con la digital, asegurándose de que su mensaje llegue tanto a las bases organizadas en las provincias como a los jóvenes conectados en redes sociales, una técnica que ya ha estado siendo utilizado por diversos políticos. La combinación de ambos frentes permite no solo movilizar votantes, sino también construir un relato que traspase generaciones y geografías.

Fotografía de los representantes del FREPAP (Fuente: Diario Gestión)

Construye alianzas estratégicas

Cómo ya lo vimos en el primer punto, en la política peruana, nadie gana solo. Más allá de la popularidad en las encuestas o de una campaña bien ejecutada como hemos desarrollado, lo que define una candidatura ganadora es la capacidad de construir alianzas estratégicas con actores clave. En un país donde los escenarios políticos cambian constantemente, los líderes que triunfan no son necesariamente los más ideológicos, sino los más pragmáticos, aquellos que saben negociar con distintos sectores sin comprometer su identidad política.

Un caso que nos ilustra este aspecto es el de Alejandro Toledo en 2001. Enfrentando el desafío de liderar la transición tras la caída del fujimorismo, Toledo articuló un frente amplio de apoyo democrático que agrupó a sectores de la izquierda, el centro político, sindicatos y actores de la sociedad civil. Su capacidad para unificar fuerzas tan dispares, pero con un objetivo en común, le permitió presentarse como la única alternativa viable para reconstruir la institucionalidad del país. Si bien su gobierno enfrentó dificultades, su estrategia de alianzas fue crucial para asegurar su victoria y mantenerse en el poder.

La política peruana es volátil, y el respaldo electoral no siempre se traduce en estabilidad. Para llegar y sostenerse en el poder, un candidato debe ser capaz de negociar con pragmatismo, ceder cuando sea necesario y consolidar respaldos que le permitan gobernar. En un país donde el Congreso suele ser un obstáculo para los mandatarios, quienes no forjan alianzas estratégicas están condenados a la ingobernabilidad y, en muchos casos, a la destitución.

Marcha de los 4 suyos donde se ve a Alejandro Toledo (Fuente: La Tercera)

Domina una oratoria poderosa

En política, las palabras pueden construir imperios o derribarlos. No basta con tener ideas sólidas o un plan de gobierno bien estructurado; si un candidato no sabe comunicar su visión con claridad, pasión y convicción, su liderazgo será efímero. A diferencia del punto 2, que se centra en el contenido de la narrativa y el discurso, a veces más importante aún es el cómo se dice. La forma en que un líder expresa sus ideas puede determinar si su mensaje inspira y moviliza o simplemente pasa desapercibido.

El mejor ejemplo de ello es Alan García. Su primer gobierno (1985-1990) estuvo marcado por una de las peores crisis económicas en la historia del país, lo que llevó a una pérdida de confianza en su liderazgo. Sin embargo, a pesar de ello, García logró volver a la presidencia en 2006, no gracias a una reinvención política radical, sino a su extraordinaria capacidad oratoria. Su discurso no solo apelaba al intelecto, sino que generaba emociones en la audiencia, conectando con el electorado con una narrativa de madurez y aprendizaje. Logró que los peruanos no lo vieran como el mismo líder inexperto de los ochenta, sino como un estadista renovado, listo para gobernar con mayor prudencia y control.

Fotografía de Alan García (Fuente: El Montonero)

La oratoria es más que hablar bien; es el arte de persuadir, emocionar y proyectar liderazgo. Un candidato que domina la palabra puede cambiar percepciones, construir confianza y movilizar multitudes. En un país donde la imagen y la narrativa son fundamentales, un político sin una oratoria poderosa está condenado. Si buscas perfeccionar tu capacidad de persuasión y liderazgo, el Curso de Especialización en Oratoria e Imagen Política de Goberna es la mejor opción. Este programa ofrece herramientas avanzadas para construir discursos impactantes, manejar el lenguaje corporal y dominar la comunicación efectiva en campañas y debates. La política no premia a los que tienen buenas ideas, sino a los que saben transmitirlas.

Conclusión: Cómo ser presidente

Los partidos políticos tienen una meta clara desde su formación: hacerse con el poder. Ya sea ocupando escaños en el poder legislativo o, todavía más ambicioso, llevando a su candidato a la presidencia. Convertirse en presidente del Perú no es solo una meta política, es una lucha estratégica que exige inteligencia, pragmatismo y la capacidad de navegar en un sistema político volátil. No basta con carisma o popularidad momentánea; la historia ha demostrado que el liderazgo efectivo se construye con una estructura partidaria sólida, una narrativa poderosa, una presencia territorial y digital bien gestionada, alianzas estratégicas y un dominio absoluto de la comunicación política.

Desde outsiders que rompieron el molde hasta operadores tradicionales que consolidaron su poder, todos los presidentes peruanos han llegado a la cima con una estrategia bien definida. Algunos han capitalizado el descontento social, otros han construido alianzas clave y varios han sabido leer las emociones del pueblo en momentos estratégicos. Sin embargo, todos han seguido patrones esenciales que han marcado la diferencia entre el triunfo y el olvido. En la política peruana, el éxito no es producto del azar, sino del cálculo, la preparación y la ejecución impecable de una estrategia que garantice no solo la victoria electoral, sino también la estabilidad en el poder.

Edición Goberna

Un comentario

  1. EXCELENTE Y DESPEJA DUDA PARA LOS CANDIDATOS QUE ESTARAN EL LA CONTIENDA ELECTORAL DE LA REPUBLICA DEL PERU 7 PASOS QUE SON CLAVE PARA ASEGURAR LA VISTORIA PRESIDENCIAL.

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