El conflicto entre Israel y Hamás, iniciado el 7 de octubre de 2023, ha atravesado múltiples fases, desde bombardeos masivos hasta incursiones terrestres prolongadas. Ahora, en agosto de 2025, el gobierno israelí ha aprobado un plan para tomar Gaza Ciudad, considerada uno de los últimos bastiones de la resistencia organizada. La medida, anunciada por el primer ministro Benjamín Netanyahu, busca consolidar el control militar sobre la Franja y, según sus declaraciones, eliminar la capacidad operativa de Hamás. Al mismo tiempo, se asegura que no se trata de una ocupación permanente, sino de un “control de seguridad” con administración civil sin Hamás ni la Autoridad Palestina.
Sin embargo, la comunidad internacional ha reaccionado con cautela. Organismos como la ONU y varias potencias han alertado sobre el riesgo de agravar una crisis humanitaria que ya presenta niveles de desplazamiento masivo y escasez de alimentos. El escenario actual se mueve entre el cálculo militar y la presión diplomática, donde la gestión de la información y la narrativa pública se vuelven tan relevantes como la operación en sí misma, una lógica que suele observarse en operaciones psicológicas de alta intensidad.

Antecedentes del conflicto
El conflicto actual entre Israel y Hamás tiene su detonante en el ataque del 7 de octubre de 2023, cuando milicianos ingresaron al sur de Israel, causando cientos de víctimas y tomando rehenes. La respuesta israelí fue inmediata y escaló en una campaña militar de gran escala, que incluyó bombardeos aéreos, bloqueo total de suministros y una posterior invasión terrestre en fases. Desde entonces, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han avanzado progresivamente en la Franja, controlando zonas estratégicas y aislando núcleos urbanos clave como Khan Younis y Rafah antes de fijar su atención en Gaza Ciudad.
A lo largo de 2024, la ofensiva se combinó con operaciones selectivas y evacuaciones forzadas, mientras la presión internacional se intensificaba. Israel estableció zonas tampón cerca de la frontera y, según diversas fuentes, buscó debilitar la infraestructura logística de Hamás antes de una confrontación final. Esta estrategia, en la que la secuencia de acciones militares y diplomáticas se ajusta de forma meticulosa para influir en el desenlace político, refleja el uso de estrategias de campaña que no se limitan al terreno militar, sino que también contemplan el plano comunicacional y de percepción.

El plan para Gaza Ciudad
El gabinete de seguridad de Israel aprobó a inicios de agosto de 2025 un plan detallado para tomar Gaza Ciudad, una operación que, según Netanyahu, busca ser “rápida” y “decisiva”. El objetivo declarado es neutralizar la estructura de mando de Hamás y eliminar cualquier capacidad de reorganización militar. La estrategia contempla controlar los accesos principales, aislar sectores con presencia armada y mantener un despliegue militar en puntos estratégicos, sin que esto implique —según las autoridades israelíes— una ocupación a largo plazo.
El plan también incorpora la creación de una administración civil que excluya tanto a Hamás como a la Autoridad Palestina. Según analistas, esta fase requerirá coordinación política y de seguridad con actores internacionales para evitar un vacío de poder que facilite el regreso de facciones armadas. En contextos como este, la gestión estratégica es tan importante como la ejecución militar, ya que un mal diseño en la transición podría desencadenar nuevos ciclos de violencia o inestabilidad en la zona.

Territorio bajo control y resistencia armada
Actualmente, Israel afirma controlar entre el 70% y el 75% de la Franja de Gaza, concentrando su presencia en áreas evacuadas o en corredores de seguridad a lo largo de la frontera. Sin embargo, la ciudad de Gaza sigue siendo uno de los últimos focos de resistencia significativa, con presencia de combatientes y túneles operativos que complican el avance militar. Este núcleo urbano es clave no solo por su valor estratégico, sino por su peso simbólico en la narrativa del conflicto.
A pesar de los avances, grupos armados mantienen capacidad para lanzar ataques puntuales, utilizando tácticas de guerrilla urbana y aprovechando la densa infraestructura civil para dificultar el acceso de las fuerzas israelíes. La persistencia de estos focos obliga a las FDI a mantener un alto nivel de inteligencia y contrainteligencia para anticipar emboscadas y localizar centros de mando ocultos, un trabajo que en este tipo de escenarios suele ser tan determinante como la ofensiva directa.

Situación humanitaria actual
La intensificación de las operaciones militares en la ciudad de Gaza ha provocado un desplazamiento masivo. De acuerdo con datos de la ONU, la gran mayoría de la población ha tenido que abandonar sus hogares, muchos en repetidas ocasiones, buscando refugio en zonas cada vez más saturadas. La escasez de agua potable, alimentos y medicinas agrava el panorama, mientras hospitales y centros de atención operan por encima de su capacidad.
El acceso de ayuda humanitaria sigue siendo limitado. Organismos internacionales han advertido que la malnutrición severa y el riesgo de hambruna se extienden en varias áreas, especialmente entre niños y personas mayores. En este contexto, la comunicación persuasiva de cada parte en conflicto influye directamente en la presión internacional para abrir corredores humanitarios o modificar estrategias militares, ya que el relato público puede acelerar o frenar acuerdos para el ingreso de suministros.

Reacciones y posturas internacionales
La ONU ha convocado sesiones de emergencia para debatir el avance militar hacia la ciudad de Gaza, alertando sobre las consecuencias humanitarias de una operación a gran escala. Varios países europeos han emitido comunicados en los que piden un alto al fuego inmediato y la apertura de corredores seguros para el ingreso de ayuda. España, Irlanda y Noruega, junto a otros Estados miembros de la UE, han dado pasos formales para reconocer a Palestina como Estado, argumentando que esto fortalecería la vía diplomática y aumentaría la presión para una solución de dos Estados. Por su parte, Estados Unidos ha respaldado el derecho de Israel a defenderse, aunque ha instado a minimizar el impacto en la población civil.
En el mundo árabe, las reacciones van desde la condena frontal hasta llamados a mediación. Egipto y Qatar han intentado reactivar canales de negociación que incluyan la liberación de rehenes y el cese de hostilidades. En este juego diplomático, la estrategia política internacional se convierte en un campo de disputa paralelo, donde cada declaración, veto o propuesta puede alterar el curso de las operaciones en el terreno.

Marco legal y debate sobre la ocupación
El derecho internacional humanitario establece límites claros en cuanto al control militar sobre territorios en conflicto. La Corte Internacional de Justicia (CIJ) ha emitido medidas provisionales desde 2024 ordenando a Israel facilitar el ingreso de ayuda humanitaria y prevenir la hambruna, medidas que siguen en vigor. Paralelamente, la Corte Penal Internacional (CPI) mantiene órdenes de arresto contra altos funcionarios israelíes, incluido el primer ministro, por presuntos crímenes de guerra y de lesa humanidad.
Uno de los puntos más discutidos es si el control de seguridad prolongado y la creación de zonas tampón constituyen de facto una ocupación. Israel sostiene que sus acciones no buscan anexar la Franja, mientras que críticos argumentan que el grado de control territorial, militar y administrativo equivale a una ocupación bajo el marco legal internacional. En este tipo de disputas, el lawfare se convierte en un elemento clave, ya que las batallas judiciales y diplomáticas pueden tener un peso similar o incluso superior al de las operaciones en el terreno.

Posibles escenarios a corto y mediano plazo
Si Israel logra tomar la ciudad de Gaza, podrían abrirse varios escenarios. En el plano militar, la neutralización de la infraestructura de Hamás reduciría la capacidad de ataques organizados, pero no eliminaría del todo la amenaza de guerrilla urbana y atentados aislados. En el plano político, la creación de una administración civil sin Hamás ni la Autoridad Palestina podría derivar en tensiones internas, especialmente si no se logra un consenso internacional sobre quién debe gestionarla.
Otro escenario contempla un alto al fuego supervisado internacionalmente, acompañado de compromisos para la reconstrucción y el ingreso de ayuda humanitaria a gran escala. Sin embargo, la experiencia en conflictos prolongados muestra que, sin un plan sólido de operaciones psicosociales que atienda tanto la seguridad como la cohesión comunitaria, los vacíos de poder pueden ser rápidamente explotados por grupos armados o facciones políticas rivales.

Conclusión
La operación para tomar la ciudad de Gaza marca un punto crítico en un conflicto que ya ha transformado por completo la realidad política y humanitaria de la región. El avance israelí refleja un equilibrio complejo entre objetivos militares y presión internacional, en un escenario donde cada decisión tiene implicaciones inmediatas sobre la población civil y la estabilidad regional.
El desenlace dependerá de la capacidad de los actores involucrados para coordinar estrategias políticas y de seguridad que eviten un vacío de poder y reduzcan el riesgo de nuevas escaladas. Mientras tanto, la situación permanece fluida, con el potencial de cambiar de forma abrupta según los acontecimientos en el terreno y las decisiones que se tomen en las mesas de negociación.
