En el capítulo anterior, analizamos la geopolítica de las tierras raras, un grupo de 17 elementos químicos esenciales para la fabricación de industrias avanzadas y su relación con la geopolítica de los continentes de Asia y Oceanía. No obstante, terminando de abordar los recursos naturales y sus repercusiones en todos los continentes, es hora de profundizar los contextos particulares, empezando con el sector tecnológico y su relación con el silicio.
¿Qué es el silicio y para qué sirve?
El silicio es un elemento químico no metálico que abunda en la corteza terrestre. Comúnmente presente en materiales como la arena y el cuarzo, adquiere su verdadero valor estratégico cuando se purifica, convirtiéndose en un recurso esencial para diversas industrias gracias a sus propiedades únicas, como su capacidad semiconductora y resistencia térmica.
Este recurso fue descubierto en 1824 por el químico sueco Jöns Jacob Berzelius mientras lo aislaba de los materiales donde se encontraba. Pero su auge comenzó en el siglo XX dado a sus diversas aplicaciones estratégicas. Su capacidad semiconductora lo convirtió en el material clave para el desarrollo de transistores en la década de 1940, marcando el inicio de la era de la electrónica moderna.
En un mundo cada vez más dependiente de la tecnología, el silicio no solo es un mineral clave para que continué su desarrollo, sino que seguirá siendo un recurso indispensable para el futuro. Su uso en la industria moderna está en el centro de las tensiones geopolíticas globales. Desde los chips de smartphones y computadoras, pasando por la fabricación de células fotovoltaicas, una pieza vital para la construcción de paneles solares, hasta llegar al desarrollo de la misma inteligencia artificial.
El caso de los «solar panel«
El silicio refinado es el pilar sobre el que se sostiene la industria de las energías limpias. Al usarse como componente central de los paneles solares, este mineral convierte la luz solar en electricidad, siendo una pieza clave para la transición energética global por una energía más barata. Su relevancia no solo radica en su capacidad de generación de energía, sino también en su papel estratégico en la economía mundial. Países como China, Estados Unidos y la Unión Europea están en una carrera tecnológica y geopolítica por liderar esta industria.
China, con más del 70% de la producción global de células fotovoltaicas para los paneles solares, domina esta industria. Su capacidad para reducir costos a través de economías de escala ha permitido que los paneles solares sean más accesibles a nivel mundial. Sin embargo, este dominio ha generado tensiones geopolíticas con países occidentales que buscan diversificar la cadena de suministro y reducir la dependencia del gigante asiático. Por ejemplo, Estados Unidos ha lanzado incentivos masivos a través de la Ley de Reducción de la Inflación impulsada por la administración Biden. Este paquete de medidas busca impulsar la producción nacional de los paneles solares, incentivar el uso de energías renovables y fortalecer la independencia energética del país.
La Unión Europea, comprometida con alcanzar la neutralidad de carbono para 2050, ha centrado sus esfuerzos en el desarrollo de una energía solar descentralizada. Con iniciativas para instalar paneles solares en edificios residenciales e industriales, Europa busca reducir su dependencia energética y fortalecer la resiliencia de su infraestructura eléctrica. Estas medidas no solo fomentan la sostenibilidad, sino que también refuerzan la seguridad energética del continente.
Conflictos en el desarrollo Tecnológico por el Silicio
India, Japon, Corea del Sur y Taiwan también están emergiendo en la lucha por el dominio tecnológico a través del silicio. India ha establecido una ambiciosa agenda de desarrollo de tecnologías de información y lanzó iniciativas para convertirse en un centro mundial de innovación tecnológica dado a sus contactos con las diversas industrias occidentales como analizamos en el capítulo 8 de nuestra serie La Informática como Arma Geopolítica,
Por otro lado, Japón, a pesar de enfrentar dificultades debido a su dependencia de los recursos energéticos extranjeros como el petróleo y el gas, sigue siendo un líder en la producción de tecnologías innovadoras. Los chips de silicio permiten a Japón desarrollar robots con capacidades avanzadas de procesamiento, lo que le otorga una ventaja significativa en el campo de la guerra tecnológica.
Corea del Sur y Taiwán han emergido como gigante en la producción de semiconductores, una pieza fundamental de chips. El primero, gracias a empresas como Samsung y SK Hynix, ha logrado el desarrollo tecnológico, pero dado que prefiere estar en el bloque de Estados Unidos, busca competir contra China en este sector limitando sus exportaciones a este país. El segundo, con su empresa Taiwán Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), ha liderado la fabricación de chips a nivel mundial de tal manera que podría dejar al mundo en escasez ante cualquier agresión contra el país como analizamos en el capítulo 3.
La disputa la Inteligencia Artificial
A medida que los algoritmos de la Inteligencia Artifical (IA) se vuelven más avanzados, mejoran su capacidad para tomar decisiones estratégicas en tiempo real, analizar grandes cantidades de datos y ejecutar ataques cibernéticos. Sin embargo, detrás de estos avances se encuentra un recurso fundamental: el silicio, ya que es el mineral con lo que se fabrican los microchips y procesadores que constituye la base tecnológica como hemos visto.
Países como China, Rusia y Estados Unidos no solo están invirtiendo en el desarrollo de IA, sino también en garantizar un suministro estable de silicio para sostener esta carrera tecnológica. Por ejemplo China, líder en la producción de silicio, ha aprovechado su posición estratégica para impulsar su plan «Made in China 2025», que incluye el desarrollo de inteligencia artificial como prioridad nacional. Empresas como Huawei, Tencent y recientemente DeepSeek, han sido respaldadas por recursos nacionales y están avanzado rápidamente en tecnologías que, a su vez, dependen de chips de alto rendimiento basados en silicio, desde sistemas de reconocimiento facial hasta herramientas de ciberseguridad.
Ciberataque y ciberespionake
El ciberataque y ciberespionaje han emergido como dos de las herramientas más poderosas en la guerra cibernética moderna. Estas redes no solo priorizan el acceso a datos sensibles e infraestructuras críticas, sino también a la tecnología detrás de estos sistemas, donde el papel del silicio no puede subestimarse. Como componente central de los microchips, es fundamental para los sistemas que procesan y protegen datos sensibles.
Irán, por ejemplo, ha enfocado sus operaciones de ciberespionaje en distintos gobiernos, incluyendo posibles afectaciones a sectores energéticos en el Golfo Pérsico. Sin embargo, no se trata solo de interrumpir la producción de petróleo, sino también de recopilar información sobre la tecnología que controla estas operaciones, que depende en gran medida de procesadores de silicio.
China, por su lado, ha sido acusada repetidamente de realizar operaciones de ciberespionaje con el objetivo de garantizar su ventaja tecnológica. El ataque a SolarWinds en 2020 destacó cómo los actores cibernéticos, supuestamente vinculados al gobierno chino, accedieron a redes informáticas críticas en todo el mundo. No solo se comprometieron datos clasificados, sino que también se puso en peligro la tecnología basada en chips de silicio que sustenta sistemas gubernamentales y empresariales.
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A medida que las tensiones aumentan y el ciberespionaje se convierte en un frente cada vez más crítico, la conexión entre el silicio y la guerra cibernética subraya la importancia de este recurso en las estrategias geopolíticas modernas. En el próximo capítulo, exploraremos los recursos del Ártico y la Antártida y porque han aumentado su papel en la geopolítica. No te olvides de seguir nuestra serie Batalla por los Recursos Naturales.