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Las secuelas del Brexit: fractura interna y el nuevo papel global del Reino Unido

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El referéndum de 2016 no solo definió la salida del Reino Unido de la Unión Europea, sino que desencadenó un proceso político, económico y social que continúa remodelando al país. La ruptura no fue un punto final, sino el inicio de una etapa de redefinición nacional, marcada por tensiones territoriales, ajustes económicos y un reacomodo en la escena internacional. Hoy, casi una década después, las secuelas del Brexit se sienten tanto en los pasillos del Parlamento como en la vida cotidiana de los británicos.

En este escenario, el Brexit ha funcionado como un catalizador de fracturas internas, acelerando debates sobre soberanía, identidad y liderazgo. La polarización política que dejó a su paso no solo se mide en encuestas, sino en la forma en que el discurso público se ha endurecido y adaptado a una lógica más combativa. Esta dinámica recuerda cómo, en toda disputa política prolongada, la narrativa se convierte en un arma estratégica, capaz de consolidar posiciones o aislar adversarios.

Brexit

Fractura interna: Irlanda del Norte, Escocia y la división identitaria

Irlanda del Norte y el Windsor Framework

El Protocolo de Irlanda del Norte, diseñado para evitar una frontera física en la isla, terminó creando una frontera comercial en el Mar de Irlanda que enfureció a unionistas y tensó la relación con Londres. El Windsor Framework, firmado en 2023 y ajustado en 2024 con el paquete Safeguarding the Union, buscó aliviar estos frenos aduaneros y restaurar el poder compartido en Stormont. Aunque el acuerdo logró que el DUP volviera al Ejecutivo, la percepción de que Irlanda del Norte vive bajo un régimen regulatorio distinto persiste, manteniendo el riesgo de nuevos bloqueos políticos.

Escocia y el impulso independentista

En Escocia, el Brexit reactivó con fuerza la demanda independentista. El hecho de que Escocia votara mayoritariamente por permanecer en la UE ha sido utilizado como argumento por el SNP y otros sectores proindependencia para reclamar un segundo referéndum. Aunque las encuestas muestran oscilaciones, el apoyo se mantiene cerca del 50%, con picos en momentos de tensión política con Londres. Esta pugna no solo es territorial, sino también cultural, alimentada por un relato que vincula autonomía con proyección internacional y que, como en toda estrategia política prolongada, requiere una gestión del conflicto que combine presión y negociación.

Brexitland: una división cultural persistente

Más allá de las fronteras internas, el Brexit consolidó un clivaje identitario que atraviesa a todo el Reino Unido. El enfrentamiento entre quienes votaron Leave y Remain no desapareció con el referéndum ni con el fin del periodo de transición; se transformó en un eje cultural que influye en elecciones, partidos y políticas públicas. Investigaciones como Brexitland muestran que esta polarización cultural y política es ahora tan relevante como las divisiones socioeconómicas tradicionales, condicionando el comportamiento electoral a largo plazo.

Impacto económico y comercial

Comercio y productividad

El acuerdo de Comercio y Cooperación (TCA) mantiene arancel cero con la UE, pero aumenta las barreras no arancelarias y reduce la fluidez que ofrecía el mercado único. Según la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR), esto provocará a largo plazo una pérdida de productividad cercana al 4%, de la cual un tercio ya se ha materializado. Los estudios de la LSE apuntan que las exportaciones e importaciones con la UE han disminuido, especialmente en sectores intensivos en cadenas de suministro transfronterizas. La adaptación empresarial ha sido desigual: mientras grandes compañías han podido absorber costos y burocracia, las pymes han sufrido el mayor impacto.

La City de Londres y la competencia europea

En el sector financiero, el Brexit reconfiguró el mapa de operaciones. Ámsterdam superó a Londres como mayor centro de negociación de acciones europeas desde 2021, y parte del comercio de derivados en euros migró hacia EE. UU. y la UE. El clearing de derivados mantiene su peso en Londres gracias a equivalencias regulatorias extendidas hasta 2028, lo que refleja dependencia pero también margen de maniobra. En este terreno, la batalla no es solo por cifras, sino por posicionamiento estratégico frente a competidores, donde la capacidad de anticipar movimientos del adversario resulta clave para conservar influencia.

Redefinición del rol global británico

Estrategia Global Britain

Tras el Brexit, el Reino Unido redefinió su política exterior bajo el concepto de Global Britain, buscando diversificar alianzas y aumentar su proyección fuera de Europa. La Revisión Integrada de 2021 y su actualización en 2023 (Refresh) marcaron un giro estratégico hacia el Indo-Pacífico, priorizando resiliencia económica, liderazgo en ciencia y tecnología, y cooperación en defensa. Este reposicionamiento responde a la necesidad de compensar la pérdida de influencia directa en Bruselas con una mayor presencia en regiones clave para el comercio y la seguridad.

AUKUS y el Indo-Pacífico

La asociación AUKUS con Estados Unidos y Australia es un pilar de esta estrategia. En 2025, Londres y Canberra firmaron un tratado de 50 años para fortalecer capacidades en submarinos nucleares y tecnologías avanzadas, consolidando su compromiso con la seguridad marítima en el Indo-Pacífico. Este tipo de pactos requiere no solo capacidad militar, sino también una narrativa de liderazgo que proyecte confianza y cohesión interna, como sucede en campañas políticas donde el relato se usa para afianzar la autoridad frente a rivales.

CPTPP y diversificación comercial

La entrada en vigor de la adhesión británica al CPTPP en diciembre de 2024 abre acceso preferencial a mercados que representan cerca del 15% del PIB mundial. Más del 99% de las exportaciones actuales a los miembros del pacto quedarán libres de aranceles, lo que refuerza la diversificación comercial y reduce la dependencia europea.

Reacoplamiento selectivo con Europa

A pesar de las tensiones, Londres ha buscado puntos de reconexión con la UE: desde el regreso a Horizon Europe en 2024, hasta la coordinación en sanciones contra Rusia y el debate sobre un posible pacto de seguridad. Esto refleja una estrategia dual: mantener distancia política, pero aprovechar cooperación funcional en áreas de interés común.

Migración y movilidad tras el Brexit

Fin de la libre circulación y sistema por puntos

Desde 2021, el Reino Unido reemplazó la libre circulación de personas con la UE por un sistema migratorio basado en puntos, que prioriza habilidades, salarios y demanda sectorial. Este cambio buscó controlar el flujo migratorio y atraer perfiles estratégicos, pero también generó escasez de mano de obra en sectores como la hostelería, la agricultura y la sanidad. La rigidez del sistema ha reabierto el debate sobre hasta qué punto las políticas restrictivas pueden equilibrar seguridad y competitividad.

Cambios en la migración neta

Las cifras de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONS) muestran que la migración neta alcanzó máximos históricos en 2022-2023, superando las 685.000 personas a finales de 2023, para luego descender a estimaciones provisionales cercanas a 431.000 en 2024. El gobierno ha endurecido criterios y aumentado tasas, pero la presión política y mediática sobre el tema sigue alta, convirtiéndolo en uno de los campos más sensibles del debate público. En este tipo de discusiones, el control del marco narrativo es esencial para orientar la percepción social, igual que en campañas donde la disputa no solo está en los hechos, sino en la forma de presentarlos.

La movilidad juvenil como punto de fricción

En 2024, la UE propuso un esquema de movilidad juvenil que fue rechazado por Londres, aunque en 2025 el gobierno británico ha mostrado disposición a explorar versiones más limitadas. Este tema, con fuerte carga simbólica, se ha convertido en un indicador del tipo de relación futura entre el Reino Unido y la UE.

Opinión pública y política interior

La división entre Leave y Remain sigue moldeando la política británica, incluso años después del referéndum. Estudios de UK in a Changing Europe muestran que esta brecha identitaria condiciona el voto, las prioridades legislativas y la relación entre las naciones constitutivas. En Escocia y Gales, la percepción de que el Brexit fue impuesto refuerza demandas de mayor autonomía, mientras que en Inglaterra predomina un discurso centrado en soberanía y control.

El impacto del Brexit también se refleja en la dinámica partidaria: los Tories han usado la salida de la UE como bandera ideológica, mientras que los laboristas, aunque críticos con los resultados, evitan proponer la reversión para no reabrir heridas. La construcción de un relato cohesivo en contextos polarizados es una tarea compleja, que exige coordinar discurso, agenda y acciones para consolidar apoyo. Este tipo de planificación estratégica recuerda a la gestión de un “War Room, donde cada mensaje y cada respuesta pública forman parte de una operación coordinada.

Conclusión: un Reino Unido en transición

Las secuelas del Brexit no se limitan a ajustes comerciales o reformas legales: han redefinido la estructura política, la economía y la identidad del Reino Unido. La fractura interna, visible en Irlanda del Norte y Escocia, se combina con una pérdida relativa de influencia en Europa, compensada parcialmente por nuevas alianzas y acuerdos en el Indo-Pacífico y el CPTPP.

Sin embargo, el futuro británico dependerá de su capacidad para gestionar la polarización interna y proyectar una imagen cohesionada en el exterior. En política, como en diplomacia, la capacidad de anticipar escenarios y diseñar respuestas coordinadas es la diferencia entre reaccionar a los acontecimientos o dirigirlos.

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