Pocos políticos le dan verdadera importancia al lenguaje gestual, sin alcanzar a comprender que los gestos acompañan a las palabras, estas no viajan solas nunca. Hay que saber que si un discurso, alocución. arenga o declaración de prensa es potente lo es por sus conceptos, pero lo será aún más por un manejo, digamos escénico, del orador o declarante.
Hoy podemos acceder a documentos fílmicos en Internet que nos ilustren suficientemente sobre este lenguaje, videos que nos muestren mítines donde se lucen grandes oradores, juramentaciones de apertura de un gobierno o presentaciones en importantes foros internacionales donde quien hace uso de la palabra gesticula magníficamente. Este otro lenguaje, el gestual, puede, utilizado con conocimiento y destreza, proyectar la imagen de liderazgo, energía, carisma. O puede ocurrir lo contrario si se le desdeña.
Hay quienes piensan que la estética de la comunicación es esencial porque no solo revela un aspecto de la belleza humana, de lo eminente, sino que, igualmente puede proyectar lo feo o lo disonante.
Podemos pensar en dos ejemplos de la actual coyuntura política peruana que revelan que hay políticos y funcionarios que no consideran importante al lenguaje gestual, corporal, no verbal.
Uno de ellos, el político, exhibe un lenguaje natural, pero con una modulación de voz que lo presenta como mandón y autoritario, como no dialogante. Además, su rostro, en concordancia con su voz, se muestra duro, el personaje nunca sonríe.
La funcionaria carece de un lenguaje sencillo, natural y expresivo, parece una marioneta a la hora de comunicar. Se nota que lee, penosamente, un telepronter.
Carlos Orellana