En 1923 V.R. Haya de la Torre, un joven de 28 años irrumpió en la vida política tras las manifestaciones obrero-estudiantiles contra el gobierno de Augusto B. Leguía, quien decidido consagrar el Perú a la imagen del Sagrado Corazón. Esta pretensión de tinte conservador fue una magnífica oportunidad que el joven líder no desaprovechó. Con agudo sentido de la oportunidad rindió en el cementerio un homenaje a las víctimas de la represión gubernamental, pronunciando una alocución con la reiterada exclamación “¡No matarás!”, o sea el recuerdo del quinto mandamiento bíblico. Quedaba así patente la contradicción, la hipocresía y la farsa de un gobierno que había surgido como expresión de renovación y terminaba consumido por la ambición de poder, el conservatismo religioso y finalmente una dictadura. El nacimiento político de Haya quedó marcado por un manejo maestro de la comunicación política de masas.
En 1924 funda en México la APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana), como una internacional socialdemócrata, alternativa a la Internacional Comunista, cuyo faro era Moscú. Haya, cercano a Mariátegui, Se ve como la cabeza de un movimiento a partir de rechazar el colonialismo mental, es decir el traslado de las ideas del mundo capitalista a los países precapitalistas. Explota un nacionalismo continental, alimentado por la leyenda de los imperios nacidos en México y Perú. Por ello plasma esta genial idea-fuerza en la denominación Indoamérica para los países al sur de río Grande. Pero además usa la figura de Bolívar y del Congreso Anfictiónica de Panamá para remachar la idea de la unidad política de América Latina.
Como bien señala el sociólogo francés J. Monnerot: «Los poderes destructores que contienen los sentimientos y resentimientos humanos, pueden entonces ser utilizados, manipulados por especialistas, como lo son, de manera convergente, los explosivos puramente materiales”.