«Hemos ingresado a la era de las masas” –sentenció Gustave Le Bon, el autor de Psicología de las masas, un libro indispensable para entender nuestros tiempos.
No es una casualidad que esta obra capital para la comprensión de muchos fenómenos sociales contemporáneos haya visto la luz a fines del siglo XIX. Entonces, como consecuencia directa de cambios sociales trascendentes, la revolución industrial y la masiva urbanización en los países centrales, se produce en todos ellos fenómenos como la gran agitación social en forma de manifestaciones y disturbios, y la aparición de movimientos obreros y nacionalistas, fundamentalmente de masas.
Advierte Le Bon que cuando los individuos se unen en una multitud, la mente individual se diluye y pasa a formar parte de una mente colectiva, la mente de la masa. Emociones y creencias del colectivo se propagan y apoderan de quienes forman parte de él, casi como ocurre con el fenómeno eléctrico y desplazan o anulan a las motivaciones individuales, y en algunos casos pueden conducir a la masa a comportamientos irreflexivos e impulsivos.
Muchas veces nos hemos preguntado como un pueblo de una gran tradición cultural como el pueblo alemán a principios de siglo XX, una nación que produjo notables filósofos, músicos y escritores, sucumbió a la prédica de Adolf Hitler y a la propaganda de Joseph Goebels.
En La psicología de las masas el mismo Le Bon puede explicarlo mejor que nadie: “El individuo inmerso en la masa no sólo difiere de su yo normal a causa de sus actos. Antes incluso de haber perdido toda independencia, se han transformado sus ideas y sentimientos, hasta el punto de que el avaro se pueda transformar en pródigo, el escéptico en creyente, el hombre honrado en criminal, el cobarde en héroe”. Resulta obligatorio leerlo.