El 17 de diciembre de 1996, durante la celebración del 63 aniversario del nacimiento del emperador Akihito, 14 miembros de la organización terrorista peruana Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) asaltaron la residencia del embajador japonés en Lima, y tomaron como rehenes a cientos de diplomáticos, autoridades del gobierno, militares de alto rango y empresarios. 122 días después, 71 de los 72 rehenes que quedaban fueron liberados por fuerzas especiales tras una operación que fue calificada como ejemplar en su género y luego estudiada en las escuelas de inteligencia y estrategia contrasubversiva en todo el mundo.
La Operación Chavín de Huántar fue el exitoso desenlace de un complejo proceso. Esta crisis de tan larga duración tuvo un manejo impecable en varios aspectos, aunque de modo tendencioso y arbitrario solo se ha destacado el militar para opacar o incluso desconocer el liderazgo de Alberto Fujimori en todos los frentes: político, militar, diplomático. Empero, a tenor del día a día de los medios de comunicación de esa época, se ha evidenciado un manejo personal admirable de parte del presidente peruano para agotar y rendir psicológicamente a los terroristas. Estos que secuestraron a personalidades terminaron siendo secuestrados por la negativa del jefe del Estado a capitular ante el terror como lo habrían hechos sus antecesores.
Desde el inicio de la crisis de los rehenes el gobierno del Perú fue fiel al mensaje presidencial que constituyó la primera respuesta al MRTA: “El Estado no negocia con un AKM en la nuca”. Es esta una experiencia digna de ser estudiada y analizada no solo en lo militar, algo que ya se ha hecho suficientemente, sino en lo político, pues con ella se dio cabal ejemplo al mundo regido por la democracia y el Estado de derecho de un manejo correcto de una crisis de esta magnitud.
Carlos Orellana