La inteligencia artificial (IA en adelante) se ha vuelto es un factor real y decisivo en el campo de batalla contemporáneo debido a su gran potencial. Su capacidad está incorporada en drones suicidas hasta en centros de mando automatizados, siendo parte del arsenal de las potencias como Estados Unidos, China, Rusia, Israel e incluso Corea del Norte, por lo que es un factor importantísimo en la geopolítica. Estos algoritmos avanzados son capaces de identificar blancos, procesar datos tácticos y ejecutar decisiones en tiempo real con la ventaja más importante, no utilizar vidas humanas. El propio Kim Jong-un lo dejó claro al presenciar recientemente pruebas de drones con IA; estas tecnologías serán «la máxima prioridad» para su ejército.
El avance de estas tecnologías ha generado tanto entusiasmo como preocupación. Por un lado, prometen velocidad, precisión y menor exposición humana al combate; por otro, abren la puerta a escenarios donde sistemas autónomos puedan tomar decisiones letales sin intervención directa de una persona. La carrera armamentista con inteligencia artificial está desdibujando las reglas tradicionales de la guerra. Mientras países firman acuerdos para limitar el uso de IA en armas nucleares, otros desarrollan enjambres de drones, misiles inteligentes y centros de comando automatizados. La guerra del futuro ya no es una hipótesis: está en marcha.
Sistemas de defensa aérea y drones autónomos
Los sistemas de defensa aérea actuales han evolucionado enormemente con la incorporación de inteligencia artificial. Equipos como el Iron Dome de Israel -Domo de hierro-, el Sky Hunter de China, o los sistemas C-RAM de Estados Unidos y Reino Unido utilizan IA para detectar y analizar amenazas en cuestión de milisegundos, predecir trayectorias de misiles y disparar interceptores con altísima precisión. Estos sistemas incluso han llegado más lejos que la sola identificación del tipo de proyectil, ya que también evalúan si vale la pena gastar un misil interceptor, priorizando los blancos más peligrosos. La IA mejora la eficiencia del escudo antimisiles y reduce errores humanos en escenarios de alta presión.
En paralelo, los drones autónomos se han convertido en protagonistas de las guerras modernas. A diferencia de los drones tradicionales que requieren control remoto, los drones con IA pueden identificar, seguir y atacar objetivos sin intervención humana directa. Se utilizan para misiones de reconocimiento, ataque y hasta como drones kamikaze (loitering munitions). Ejemplos emblemáticos de esto son el MQ-9 Reaper o el switchblade 600 de EE.UU., el Bayraktar Kızılelma de Turquía, el Harop y Harpi de Israel, el Shahed-136 iraní y los nuevos drones norcoreanos. Algunos son capaces de volar en enjambres, comunicarse entre sí y ejecutar ataques coordinados, lo que transforma la naturaleza del combate aéreo.
Profundizando en el caso norcoreano, ha llamado la atención recientemente al mostrar públicamente drones suicidas con IA avanzada y un nuevo dron estratégico con capacidad de rastrear objetivos en tierra y mar, siendo la nueva prioridad de su ejército. Estas pruebas demuestran que hasta los Estados más sancionados y aislados del mundo están entrando en la carrera por la superioridad tecnológica militar. El uso de estos sistemas no se limita a conflictos regionales: pueden aplicarse en misiones de sabotaje, vigilancia marítima, control fronterizo o incluso en escenarios cibernéticos. Por lo que en síntesis, el campo de batalla ya no se mide solo en kilómetros, sino en gigabytes por segundo.
Misiles inteligentes y armas nucleares con algoritmos
Entrando ahora al terreno de las armas de destrucción masiva, los misiles inteligentes con inteligencia artificial representan una nueva generación de armas capaces de detectar, seleccionar y atacar objetivos con mínima intervención humana. Algunos sistemas incluso son capaces de cambiar de blanco en pleno vuelo si detectan una amenaza más prioritaria. Este tipo de armas se basa en sensores, cámaras térmicas, geolocalización y análisis de patrones en tiempo real. Empero, países como Estados Unidos, China, Israel, Rusia e Irán han incorporado IA en misiles de corto, medio y largo alcance, especialmente en entornos urbanos o con alta densidad de amenazas.
Dado a la incorporación de inteligencia artificial en misiles guiados de precisión, son capaces de detectar blancos, corregir trayectorias en tiempo real y adaptarse a condiciones cambiantes del entorno. A diferencia de las armas convencionales, estos misiles pueden ser programados para identificar tipos específicos de objetivos (vehículos blindados, instalaciones estratégicas, infraestructuras críticas), y decidir el momento óptimo para el impacto. Sistemas como el JASSM-ER (EE.UU.), el DF-100 (China) o versiones modernizadas del Iskander-M (Rusia) están siendo desarrollados con capacidad de procesamiento autónomo para escenarios complejos, donde el entorno cambia constantemente y la latencia en la decisión puede significar el fracaso de la misión.
Ahora, la posibilidad de integrar IA en armas nucleares ha generado una alarma global. En 2024, Estados Unidos y China firmaron un principio de acuerdo para no aplicar IA en sistemas de control y lanzamiento de armamento nuclear, con el fin de evitar errores catastróficos o escaladas automáticas. Empero, esto no fue del todo del agrado de China. Aún así, este es uno de los pocos consensos en medio de la carrera armamentista tecnológica. Un sistema mal entrenado, un error de datos o una guerra cibernética podrían provocar decisiones letales sin intervención humana como ocurrió en la Guerra Fría en el caso de Stanislav Petrov que pensó que la URSS estaba siendo bombardeada nuclearmente, pero no respondió.
Robots terrestres, vehículos autónomos y centros de comando automatizados
Enfocándonos en la guerra en la tierra, el desarrollo de robots terrestres militares también ha avanzado de la mano de la IA. Vehículos como el Uran-9 ruso o el Sharp Claw 1 chino son capaces de patrullar zonas hostiles, detectar minas, transportar munición e incluso disparar armamento pesado. Estos sistemas tienen sensores de visión nocturna, cámaras térmicas, radares y software de navegación autónoma. Su ventaja contempla que pueden entrar en zonas de alto riesgo sin exponer las vidas humanas.
Siguiendo con la logística y el transporte, vehículos autónomos terrestres y aéreos están siendo probados para mover suministros, evacuar heridos o explorar rutas seguras como es el caso del SMET (Squad Multipurpose Equipment Transport) del Ejército de Estados Unidos, un vehículo autónomo diseñado para transportar carga y seguir a las tropas en entornos hostiles. Estos sistemas pueden colaborar con drones o satélites para operar en tiempo real bajo condiciones cambiantes. La inteligencia artificial permite que se adapten dinámicamente a obstáculos, amenazas o nuevos objetivos. Países como Francia, Reino Unido y Corea del Sur también han invertido en prototipos que combinan IA y robótica para reducir las bajas en combate.
Finalmente, muchos Estados del mundo están desarrollando sistemas de comando y control (C2) potenciados por IA, capaces de procesar grandes volúmenes de datos en segundos, simular escenarios de guerra, optimizar la toma de decisiones tácticas y recomendar estrategias. China y Estados Unidos compiten activamente en este campo. La IA ha escalado para convertirse así en un actor clave que parte de la estrategia militar digital en operaciones de Inteligencia y Contrainteligencia y en el ámbito terrestre, donde los segundos de ventaja pueden definir el resultado de un conflicto.
Ciberdefensa y guerra electrónica
Ahora, en su aspecto más notable, la inteligencia artificial ha sido integrada en el ámbito cibernético y electrónico, donde la guerra se libra con códigos de programación. Los sistemas modernos de ciberdefensa militar utilizan IA para detectar intrusiones, patrones anómalos y ataques en tiempo real. Los algoritmos aprenden de intentos anteriores, simulan ataques futuros y activan respuestas automatizadas. Esto permite anticiparse a ciberataques masivos, proteger infraestructuras críticas y mantener la operatividad de las fuerzas armadas en medio de ataques digitales.
En paralelo, la guerra electrónica ha cambiado drásticamente con la IA. Hoy, existen sistemas capaces de detectar señales de radar enemigas, interferir comunicaciones, inutilizar drones o satélites mediante algoritmos que evalúan amenazas y contraatacan en milisegundos. Países como Rusia, China e Israel han desarrollado capacidades de guerra electrónica asistida por IA para neutralizar el campo tecnológico del adversario sin disparar un solo tiro. La superioridad tecnológica se mide ahora también por la capacidad de hackear, cegar o confundir al enemigo.
La combinación de IA y ciberdefensa está creando un entorno donde los conflictos pueden comenzar y escalar sin que haya un solo enfrentamiento físico, los soldados preparados para soportar todo han sido reemplazado por estudiantes interesados en informática que quieran defender a su nación. La inteligencia artificial permite guerras silenciosas, dirigidas y quirúrgicas, capaces de paralizar ejércitos enteros desde un teclado. Incluso, sus estrategias pueden usarse en otros ámbitos como lo es la guerra comercial, caso de ello fue el desarrollo de la IA de código abierto Deep Seek que logró que las acciones de las Big Techs estadounidenses cayeran a niveles impresionantes. Si quieres aprender a utilizar estas tácticas, en Goberna tenemos el programa especializado para ello.
Conclusiones
La inteligencia artificial en armas ya no es una hipótesis futurista: es una realidad que está transformando la forma en la que se hace la guerra en el siglo XXI. Lo que antes era ciencia ficción, hoy está presente en drones suicidas que eligen objetivos, misiles que corrigen su curso en pleno vuelo, robots terrestres que patrullan zonas de combate y sistemas que disparan sin que un ser humano lo ordene. El caso de Corea del Norte y sus nuevos drones con IA confirma que hasta los países más aislados están apostando por estas tecnologías como una prioridad militar. Esto cambia no solo el campo de batalla, sino también las reglas de juego de la geopolítica global.
Pero con cada avance tecnológico, surge una pregunta inevitable: ¿quién controla estas decisiones letales? La inteligencia artificial en armas plantea dilemas éticos urgentes. ¿Qué pasa si un sistema falla o si una IA toma una decisión equivocada en un contexto nuclear? Ya ocurrió en la Guerra Fría, cuando un error pudo haber desencadenado una catástrofe mundial y solo la intuición de un humano la evitó. Hoy, eso podría no repetirse. Por eso, entender esta nueva era no es opcional. Desde Goberna, estamos comprometidos con formar a quienes quieran anticiparse, comprender y actuar estratégicamente en un mundo donde los conflictos ya no solo se libran con balas, sino con datos, algoritmos y decisiones invisibles.