El día 29 de marzo de 2025, una limusina Aurus Senat, perteneciente a la flota oficial del Kremlin -y por ende la explosión de la limusina de Putin-, explotó cerca de la sede del Servicio Federal de Seguridad (FSB) -el servicio de inteligencia interno de rusia- en pleno centro de Moscú. El vehículo, de uso reservado para la esfera política del poder ruso, quedó envuelto en llamas, mientras algunos testigos grababan la escena ante aquel acto. Hasta el momento, las autoridades rusas no han emitido comunicados oficiales sobre si se trató de una conspiración contra el presidente dado que no se encontraba Putin en aquel momento, pero no se ha descartado esta hipótesis.
Además, la información fue divulgada por medios internacionales como Forbes y The Hindustan Times, que señalan que no hubo heridos confirmados como tampoco identificación exacta de quienes realizaron aquel acto. La ausencia de reacción institucional, sumada al simbolismo del lugar del incidente, ha avivado las sospechas sobre una posible operación de inteligencia y contrainteligencia, ya sea como advertencia interna o como maniobra encubierta. De la misma manera, tras el mensaje de Zelenski ante la posible muerte de Putin, nos deja en claro que podría tratarse también de una operación psicológica (PSYOPS).
Zelenski y la guerra simbólica: “Putin morirá pronto”
Como ya adelantamos en el título, en paralelo -el 26 de marzo-, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski lanzó una frase lapidaria que ha dado la vuelta al mundo: “Putin morirá pronto, y eso es un hecho. Su final está cerca”. La declaración, pronunciada durante una entrevista en medios internacionales, no es solo una amenaza simbólica: es una pieza más en el tablero de la guerra psicológica y comunicacional entre Ucrania y Rusia, dado que tiene la intención de demostrar que la inteligencia ucraniana puede operar en territorio ruso atacando a sus líderes.
Zelenski ha perfeccionado el uso del discurso como arma de combate. Mientras los tanques se detienen y la guerra se estanca, las palabras adquieren un poder multiplicado. En este caso, la coincidencia temporal entre sus declaraciones y la explosión del vehículo presidencial ruso no ha pasado desapercibida. Para muchos analistas, se trata de una señal deliberada de desestabilización manifestándose en un un mensaje directo no solo a Putin, sino a los grupos de poder que lo rodean.
Sin embargo, al mismo tiempo resurgen con fuerza los rumores sobre la salud de Putin que apuntan que Zelenski podría tener acceso a esta información. Según esta teoría, el mandatario ruso podría padecer alguna enfermedad grave o terminal, como cáncer. Aunque el Kremlin guarda silencio o desmiente cualquier deterioro físico, las imágenes del presidente con el rostro hinchado, movimientos rígidos y visiblemente más aislado en sus apariciones públicas refuerzan esa narrativa. La frase de Zelenski, entonces, no solo parece un acto de provocación, sino una jugada calculada para capitalizar el mito del líder decadente, vulnerable y próximo a caer por causas naturales lejos de los atentados ocasionados.
¿La OTAN ataca a Moscú?
El Kremlin ha sido históricamente un teatro de sombras donde se juegan partidas de ajedrez entre facciones internas, servicios de inteligencia y lealtades cambiantes. La explosión de la limusina no puede entenderse en un vacío: debe analizarse dentro del contexto de una guerra híbrida donde la información, la percepción y el miedo son armas de disuasión. En esta lógica, la explosión podría encajar como una operación de contrainteligencia, un aviso de traición interna o un ensayo para exponer vulnerabilidades del sistema de seguridad presidencial. A su vez de tratarse de una operación psicológica calculada desde Occidente.
Recordemos no es el primer episodio que expone la fragilidad de las figuras clave de Rusia. En agosto de 2022, otro coche bomba estalló a las afueras de Moscú. El objetivo era Aleksandr Dugin, ideólogo de la Cuarta Teoría Política y considerado por muchos como el “Rasputín de Putin”. Sin embargo, la víctima fue su hija, la periodista Daria Dugina, quien murió al tomar el volante del vehículo, Este hecho conmocionó a la intelectualidad rusa y encendió alarmas sobre la penetración de agentes encubiertos dispuestos a eliminar figuras clave del poder. El caso Dugina mostró que ni siquiera los más cercanos a Putin están exentos del riesgo, y que las operaciones de inteligencia están evolucionando hacia nuevas formas de sabotaje.
Conclusión
El silencio del Kremlin ante la explosión contrasta con la velocidad con la que la opinión pública global ha comenzado a construir una narrativa: la de un Putin vulnerable, acorralado y cada vez más solo. La imagen del zar imbatible, blindado y eterno, comienza a mostrar fisuras. En un contexto de guerra prolongada, sanciones económicas y creciente malestar interno, el simbolismo de una limusina presidencial envuelta en llamas es demasiado poderoso para ser ignorado, por lo que debemos estar atentos a cómo responderá Rusia.
Zelenski, por su parte, se posiciona no solo como jefe de Estado, sino como estratega narrativo. Su frase no es una predicción, sino una declaración de guerra emocional, una profecía que busca materializarse en la mente de sus enemigos. En este ajedrez geopolítico, las palabras matan tanto como las bombas. Y los silencios, como el del Kremlin, también dicen mucho.
2 respuestas
EL CASO DARÍA DUGINA ES UN PENDIENTE POR RESPONDER. LA “PROFECÍA” de ZELENSKI ES UNA OPORTUNIDAD QUE NO DEJARÁN PASAR Y VAN A RESPONDER CON TODO. La explosión de una limosina es parte de la trama que se orquesta. Mi profecía es que ZELENSKI, es el que irá a “descansar” más temprano que tarde. JMGR
Me parece que Zelensky empleó una PSYOPS al afirmar que Putin moriría pronto, con el objetivo de debilitar su imagen. En respuesta, Putin pudo haber orquestado un auto-atentado, generando incertidumbre y sugiriendo, de manera indirecta, que Zelensky podría estar detrás del ataque, aprovechando la coincidencia con su declaración. Tal vez como pretexto para tomar represalias contra Ucrania.