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La Narrativa Antiyanqui en los Partidos Políticos | CAMPAÑAS ELECTORALES EN EL MUNDO | El Sentimiento Antiestadounidense para Influenciar al Electorado

Tabla de contenidos

En el capítulo anterior, abordamos el discurso del nacionalismo como un método eficaz para enamorar a las masas. Este discurso puede manifestarse tanto como una ideología compleja, orientada a estructurar políticas de Estado, como una herramienta que busca movilizar emociones del electorado. Ahora bien, hay mensajes que se entrelazan con el nacionalismo pero que, a su vez, son más específicos: discursos que identifican a un enemigo externo, una nación a la que culpar de los problemas internos. En este contexto, el sentimiento antiestadounidense, o “antiyanqui”, emerge como un recurso clave en diversas latitudes.

A menudo, quienes proclaman su lucha por la paz y la dignidad de los pueblos encuentran en el discurso del antiimperialismo una bandera unificadora. De Occidente a Oriente, el antiyanquismo ha sido una narrativa poderosa para ganar elecciones o legitimar gobiernos. Desde traumas históricos hasta una reafirmación de la identidad nacional, el mensaje resuena como un grito de resistencia cultural y autonomía política. Eslóganes como “Patria o Muerte” no son solo una consigna; es el eco de las intervenciones políticas, económicas y militares de Estados Unidos en distintas regiones del mundo que los partidos políticos han sabido aprovechar.

La creación del “Gran Satán” y la resistencia en guerra

En Oriente, el discurso antiyanqui ha arraigado profundamente en la conciencia colectiva, si bien, no exactamente en campañas políticas, si para legitimar sus gobiernos. Irán es un ejemplo emblemático de esta narrativa. En 1953, con el apoyo de la CIA, se organizó un golpe de Estado que reinstauró al Sha como monarca absoluto. Décadas más tarde, la Revolución Islámica de 1979 marcó un cambio radical, y el líder supremo, Ruhollah Khomeini, acuñó el término “Gran Satán” para referirse a Estados Unidos como vimos en el capítulo 8 de nuestra serie Los War Rooms. Este concepto se convirtió en el eje de una política exterior que unificaba a la población contra un enemigo común.

Uno de los momentos más emblemáticos de esta confrontación fue la crisis de los rehenes de ese mismo año, cuando 66 diplomáticos estadounidenses fueron retenidos en la embajada de Estados Unidos en Teherán. Este evento no solo solidificó la retórica antiestadounidense, sino que fortaleció la identidad del régimen iraní, que hasta el día de hoy mantiene su postura desafiante.

Por su parte, la guerra de Vietnam simboliza la resistencia militar contra el llamado imperialismo estadounidense. El liderazgo de Ho Chi Minh logró convertir la lucha del Viet Cong en un relato de resistencia heroica, apelando al sentimiento anticolonialista de campesinos, intelectuales y combatientes por igual. Esta narrativa no solo llevó a Vietnam a una victoria histórica, sino que aún se conserva como parte del imaginario colectivo, justificando la permanencia del Partido Comunista.

La incorporación en Occidente

En América Latina, Fidel Castro fue el máximo exponente de esta narrativa. Desde el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, su gobierno ha utilizado el discurso antiyanqui como una herramienta central para mantener la cohesión social frente a las adversidades. Estados Unidos se convirtió en el eterno enemigo, y el embargo económico que mantiene este país contra Cuba ha sido presentado como la principal causa de las dificultades internas. Este discurso se extendió a lo largo del continente, inspirando movimientos y líderes que encontraron en este caso una fuente de legitimidad a través de un rediseño de la estética para las campañas electorales.

El Frente Amplio de Uruguay, liderado por figuras como Pepe Mujica, utilizó una narrativa similar. Nacido en 1971 y enfrentándose como oposición a la dictadura militar de 1973, este movimiento integró sindicatos y organizaciones sociales en una plataforma que resistía al “neoliberalismo”, asociado con las políticas promovidas por Estados Unidos. Este mensaje les permitió consolidarse como una fuerza política dominante durante 15 años tras llegar al poder en las elecciones de 2004, donde en su discurso se habló sobre su pasado presentándose como la mejor opción para el país.

Salvador Allende, considerado como el primer marxista que ganó la presidencia en elecciones, también utilizó el discurso antiestadounidense como un catalizador para su llegada al poder en Chile. Consciente del creciente descontento por la injerencia de Estados Unidos en la región, Allende dirigió su narrativa hacia la emancipación del dominio extranjero, prometiendo un Chile soberano y comprometido con el socialismo democrático. Su mensaje apelaba al orgullo nacional y a la urgencia de recuperar los recursos naturales de manos extranjeras, consolidando una base popular que finalmente lo llevaría a la presidencia en 1970.

¿Cómo se aplica actualmente en las campañas políticas?

Evo Morales, en Bolivia, ofreció un caso ejemplar del uso estratégico del discurso antiestadounidense en campañas políticas. Como líder del Movimiento al Socialismo (MAS), Morales denunció repetidamente la injerencia estadounidense, señalando a las instituciones americanas como responsables de intervenir en la soberanía del país. Un caso fue la denuncia, ante la ONU, de la injerencia de la DEA en las políticas nacionales de control de cultivos de coca. Este discurso no solo resonó entre las comunidades indígenas y sectores más vulnerables, sino que le permitió al MAS consolidarse en el poder durante más de una década.

En México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) adaptó el mensaje antiimperialista a su contexto político. Durante la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, AMLO criticó las políticas comerciales de Estados Unidos, destacando los efectos negativos de su influencia en la economía mexicana. Aunque su retórica fue menos frontal que la de otros líderes, esta estrategia le ayudó a conectar con el electorado y a ganar la presidencia en 2018.

De la misma forma, Daniel Ortega, en su regreso al poder en Nicaragua durante las elecciones de 2006, utilizó un discurso cargado de este sentimiento para revitalizar su imagen y consolidar su base electoral. Apeló al recuerdo de la Revolución Sandinista contra la intervención estadounidense en los años 80, reavivando un sentimiento de soberanía nacional. Ortega prometió proteger los intereses del pueblo nicaragüense frente a los tratados de libre comercio impulsados por Estados Unidos y denunció las políticas «neoliberales» que, según él, habían profundizado la pobreza en el país. Este enfoque le permitió conectar con las clases populares, posicionándose como un defensor de la independencia frente al “imperio” norteamericano manteniéndose en el poder hasta el día de hoy.

En el siguiente capítulo, analizaremos otra estrategia utilizada en el contexto de las campañas electorales, siendo el uso del discurso religioso y como es necesaria en las civilizaciones con mayor tradición religiosa.

Redacción Goberna

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