La cooperación tecnológica y aeroespacial entre Teherán y Moscú ha alcanzado un nuevo hito este domingo, 28 de diciembre de 2025. En una operación coordinada desde el extremo oriental de Rusia, Irán ha logrado colocar en órbita con éxito tres nuevos satélites de fabricación nacional: Zafar-2, Paya y Kowsar-1.5.
El lanzamiento, realizado mediante un cohete Soyuz-2.1b desde el cosmódromo de Vostochny, consolida una hoja de ruta estratégica que busca dotar a la República Islámica de capacidades inmediatas de observación y telecomunicaciones. Desde Goberna, analizamos los detalles técnicos de esta misión y lo que implica este segundo lanzamiento conjunto del año para la geopolítica espacial.
La Misión: «Ojos» en el cielo para la gestión civil
El despegue se produjo puntualmente a las 16:18 hora de Moscú (16:48 en Teherán), impulsando los tres aparatos hacia una órbita terrestre baja (LEO) situada aproximadamente a 500 kilómetros de altura. Según las especificaciones técnicas divulgadas por las autoridades iraníes y analizadas por el equipo de Goberna, la misión tiene un carácter eminentemente civil y pragmático.
Los satélites tienen una vida útil estimada de entre dos y cinco años, y su principal objetivo es la observación de la Tierra y las comunicaciones de baja potencia. En un país con desafíos climáticos como Irán, la data recabada será crucial para:
- Agricultura de precisión: Monitoreo del estado de los cultivos y optimización de recursos.
- Gestión del agua: Detección de estrés hídrico y mapeo de cuencas en riesgo.
- Respuesta ante emergencias: Cartografía rápida de inundaciones e incendios forestales.

El trío satelital: Paya, Zafar-2 y Kowsar-1.5
El componente más destacado del lanzamiento es el satélite Paya. Con un peso aproximado de 150 kilogramos, representa la mayor ambición tecnológica de este lote. Equipado con cámaras multiespectrales y una arquitectura robusta, Paya está diseñado para capturar imágenes con una resolución de hasta 3 metros.
Aunque esta resolución no compite con los satélites espía de potencias mundiales (que alcanzan niveles sub-métricos), los expertos de Goberna señalan que es más que suficiente para aplicaciones medioambientales. Una resolución de 3 metros, bien calibrada, permite identificar cambios en el uso del suelo, evaluar daños tras desastres naturales y gestionar recursos hídricos con una precisión inédita para los servicios locales iraníes.
Por su parte, Zafar-2 y Kowsar-1.5 complementan la misión con cargas de teledetección ligera y transmisión de datos. Su función principal es garantizar la continuidad del servicio y aumentar la densidad de pasadas sobre el territorio, un factor clave para obtener datos fiables cuando la meteorología es adversa.
El factor de Rusia: Soyuz y Vostochny como «autopista» a la órbita
La elección del cosmódromo de Vostochny y del vector Soyuz-2.1b no es casual. El Soyuz es considerado el «caballo de batalla» de la cohetería rusa, famoso por su fiabilidad y su capacidad para misiones múltiples en órbitas polares y heliosíncronas.
Para Irán, utilizar un lanzador ruso elimina las limitaciones de sus propios cohetes, que aún están en fases de desarrollo para cargas más pesadas. La infraestructura de Vostochny, una base moderna diseñada para reducir la dependencia rusa de Baikonur (Kazajistán), ofrece instalaciones de punta para la integración y ensayo de cargas útiles. Además, su ubicación geográfica permite trayectorias de lanzamiento que evitan sobrevolar áreas densamente pobladas en fases críticas, aumentando la seguridad de la misión.
La inserción en una órbita cercana a los 500 kilómetros es estratégica. En esta altura, se logra un equilibrio óptimo: suficiente cercanía para que las cámaras de Paya obtengan detalle, y una altitud que garantiza periodos de revisita razonables sin un consumo excesivo de combustible para maniobras de mantenimiento. Es muy probable que se trate de una órbita heliosíncrona, lo que asegura que el satélite pase sobre el objetivo siempre con la misma iluminación solar, facilitando la comparación de imágenes a lo largo del tiempo.

El análisis de Goberna: Una simbiosis estratégica
Este lanzamiento no es un hecho aislado; es el segundo de 2025, tras el envío en julio del satélite de telecomunicaciones Nahid-2. En Goberna, observamos cómo se consolida un patrón de colaboración tecnológica sostenido entre Moscú y Teherán.
En el tablero geopolítico, ambos actores obtienen rédito:
- Rusia: Mantiene activa su industria aeroespacial y su cartera comercial de lanzamientos en un momento de competencia global, reafirmando su posición como proveedor de acceso al espacio.
- Irán: Obtiene capacidad operativa inmediata. Mientras desarrolla sus propios lanzadores pesados, el «autostop» en cohetes rusos le permite saltarse etapas y poner en funcionamiento sistemas críticos para su economía y gestión interna.
La integración de estos datos en la cadena de toma de decisiones iraní podría transformar la gestión de crisis en el país: desde un sistema de riego que ahorra agua vital hasta mapas que guían evacuaciones en tiempo real.
Conclusión: Tecnología y política en la órbita baja
El éxito de la misión del 28 de diciembre reafirma que el espacio sigue siendo un dominio de cooperación internacional selectiva. Mientras los satélites Paya, Zafar-2 y Kowsar-1.5 comienzan sus operaciones de calibración, la alianza ruso-iraní demuestra que la tecnología espacial es una herramienta tanto de desarrollo interno como de diplomacia exterior.
Para entender cómo este avance afecta el equilibrio tecnológico en Oriente Medio y qué implicaciones tiene para el mercado de datos satelitales, el equipo de Goberna sigue monitoreando cada movimiento en el sector aeroespacial.
Si deseas profundizar en el análisis de la geopolítica espacial y las alianzas tecnológicas emergentes, te invitamos a consultar nuestros informes detallados en la plataforma oficial de Goberna.