¿Un cambio histórico en la bebida más icónica del mundo? El expresidente estadounidense Donald Trump aseguró esta semana que Coca-Cola reemplazará el jarabe de maíz de alta fructosa por azúcar de caña en sus productos comercializados en Estados Unidos. El anuncio se produjo el 16 de julio de 2025 a través de su plataforma Truth Social, donde el propio Trump celebró que «el sabor será mejor y será más saludable para todos los estadounidenses».
Aunque la empresa no ha confirmado oficialmente esta transformación, sí emitió un comunicado agradeciendo “el entusiasmo del presidente” y prometiendo “nuevas ofertas innovadoras” para sus consumidores. El revuelo mediático ha sido inmediato, reabriendo debates sobre salud pública, economía agraria y marketing político. ¿Estamos ante un cambio real o solo un movimiento estratégico de campaña? ¿Realmente será más sano? ¿Hay presiones de algún lobby? Este artículo responde todo lo que se sabe hasta ahora sobre el giro en la fórmula de Coca-Cola hablando de lo político por supuesto.

Trump lo anunció, Coca-Cola reaccionó
El 16 de julio de 2025, Donald Trump sorprendió en su red Truth Social afirmando que Coca-Cola aceptó su propuesta de reemplazar el jarabe de maíz (high-fructose corn syrup o HFCS) por azúcar de caña en todas sus bebidas distribuidas en Estados Unidos. El exmandatario celebró el cambio como una victoria de su campaña “Make America Healthy Again” y lo enmarcó como parte de sus esfuerzos por mejorar la salud pública y proteger la “gran caña americana” frente a lo que calificó como «el lobby del maíz barato».
Coca-Cola, por su parte, respondió con ambigüedad. En un escueto comunicado, agradecieron “el entusiasmo del presidente Trump” y anunciaron que están explorando “nuevas ofertas innovadoras”, pero no confirmaron ni desmintieron un reemplazo generalizado del HFCS por azúcar de caña. Poco después, la compañía defendió públicamente el uso de jarabe de maíz, argumentando que tiene las mismas calorías y efectos metabólicos que el azúcar tradicional, citando respaldo de entidades como la American Medical Association.
Este intercambio generó múltiples lecturas. Algunos ven un cambio inminente impulsado por presión política, mientras otros señalan que Coca-Cola podría estar jugando una estrategia de relaciones públicas, lanzando versiones limitadas con azúcar para contentar al ala trumpista sin afectar su modelo de costos ni su relación con la industria del maíz. Hasta ahora, no hay detalles técnicos ni cronograma oficial sobre el supuesto cambio de fórmula.

¿Cambio real o jugada política? Lo que hay detrás del anuncio
El impacto en los mercados fue inmediato. Las acciones de gigantes como Archer Daniels Midland (ADM) e Ingredion -principales proveedores de jarabe de maíz en EE. UU.-, cayeron tras el anuncio de Trump. A la vez, asociaciones de productores de caña de azúcar del sur del país saludaron la noticia como una oportunidad para equilibrar la competencia, históricamente inclinada hacia el maíz por los subsidios agrícolas y los altos aranceles al azúcar importada. El eventual cambio en Coca-Cola podría reconfigurar cadenas productivas y modificar el panorama de precios en la industria alimentaria estadounidense.
En términos políticos, este movimiento refuerza el estilo característico de Trump al usar su influencia para presionar directamente a grandes empresas y obtener réditos simbólicos en campaña. Ya lo había hecho con la NFL, Goodyear o Apple. Pero esta vez, el tema entra en el terreno de la salud pública, donde su discurso de “volver a lo natural” conecta con preocupaciones reales… aunque solo superficialmente. Porque aunque el azúcar de caña tiene mejor imagen que el jarabe de maíz, ambos son formas de azúcar refinada con efectos similares sobre el cuerpo humano.
Y es ahí donde surge la crítica más potente: ¿cambiar el tipo de azúcar hace que una Coca-Cola sea saludable? La respuesta la adelantamos y decimos que no. Como advierten nutricionistas, una lata de Coca-Cola contiene más del 150 % del límite diario de azúcar recomendado por la OMS, sin aportar ningún valor nutricional. Por más que Trump o Coca-Cola intenten vender el cambio como una mejora para la salud, el producto sigue siendo ultraprocesado, adictivo y metabólicamente agresivo. Para muchos expertos, esto es puro marketing político disfrazado de conciencia nutricional -y se vuelve más fuerte cuando está potenciado con IA-.

¿Qué diferencia hay entre el jarabe de maíz y el azúcar de caña?
El entusiasmo político por el supuesto cambio de fórmula ha desatado una ilusión digna de una Operación Psicológica (PSYOPS) donde una Coca-Cola con azúcar de caña sería “saludable” o al menos “menos dañina”. Pero esa visión ignora una verdad incómoda: una sola lata contiene más del 150 % del límite diario de azúcar recomendado por la OMS. ¿Cuántas personas toman más de una al día? Y ahora, con esta narrativa impulsada desde lo más alto del poder político, muchos podrían ver el producto con nuevos ojos, como si fuera parte de una vida saludable, cuando en realidad sigue siendo exactamente lo contrario.
Porque además del tipo de azúcar que utilice, la Coca-Cola sigue siendo una bebida ultra procesada con ingredientes cuestionables: contiene colorante caramelo (4-MEI), vinculado a riesgo de cáncer; ácido fosfórico, que puede dañar huesos y dientes; cafeína combinada con calorías vacías, que no aporta ningún beneficio nutricional; y una mezcla de aromas artificiales sin rastro de nutrientes reales. Cambiar el jarabe por azúcar de caña no convierte el producto en saludable, ni en una opción nutricionalmente aceptable.
Y aunque se ha repetido mucho que el jarabe de maíz de alta fructosa es “peor” que el azúcar de caña, la evidencia científica muestra que ambos terminan produciendo efectos metabólicos similares en el cuerpo dado que aumentan la glucosa, afectan la sensibilidad a la insulina y elevan el riesgo de enfermedades crónicas. La diferencia real está en el marketing. Pensar que esta modificación mejora la salud pública es como creer que un cigarro orgánico no hace daño. No importa el tipo de azúcar, sino cuánto consumimos y cómo lo disfrazan.

Conclusiones
El supuesto cambio de fórmula de Coca-Cola en Estados Unidos, impulsado por Donald Trump, ha generado un fuerte debate sobre salud, política y percepción pública. Aunque el expresidente afirmó que la compañía reemplazará el jarabe de maíz por azúcar de caña, Coca-Cola no ha confirmado oficialmente ese giro, limitándose a agradecer el “entusiasmo” y anunciar posibles innovaciones. El movimiento ha sido interpretado por muchos como una estrategia política para reposicionar su imagen con un discurso de bienestar, mientras los expertos advierten que cambiar el tipo de azúcar no modifica los riesgos asociados al consumo excesivo de bebidas azucaradas.
Una lata de Coca-Cola, incluso con azúcar de caña, sigue superando el 150 % del límite diario recomendado por la OMS. Además del azúcar, la fórmula incluye ingredientes controvertidos como colorante caramelo (con 4-MEI, asociado al cáncer), ácido fosfórico (daño óseo), cafeína con calorías vacías, y aromas artificiales sin aporte nutricional. Presentar este cambio como un avance para la salud pública es, en el mejor de los casos, ingenuo; en el peor, marketing electoral. Mientras el contenido siga siendo una combinación de ingredientes ultra procesados, la Coca-Cola seguirá siendo la misma bomba para el cuerpo, sin importar qué tipo de azúcar se le añada.
