Goberna Reports sigue examinando la guerra interna entre los seguidores del trumpismo, las fuertes declaraciones de Elon Musk -cosa que hemos profundizado en la nota anterior– y ahora un nuevo acontecimiento que aumenta las tensiones en el Partido Republicano. En el epicentro de esta nueva tormenta aparece una figura que parecía relegada a los márgenes: Stephen K. Bannon, exestratega jefe de la Casa Blanca, ideólogo del nacionalismo económico, y ahora operador del ala dura que acusa a Musk de ser una amenaza para la seguridad nacional.
Este conflicto no solo expone tensiones personales o empresariales: se inscribe en un reordenamiento interno del poder republicano en plena pugna global por la supremacía tecnológica. La ofensiva de Bannon no es casual. En un contexto donde la inteligencia artificial, las redes satelitales y el control digital son herramientas clave de poder, la figura de Musk -dueño de X, Starlink- se convierte en blanco estratégico. Así, el ataque de Bannon apunta a deslegitimarlo desde múltiples flancos: cuestiona su estatus migratorio, pide retirarle acceso a información clasificada, y lo vincula con consumo de drogas y presuntos lazos con China.
El ala dura vuelve al centro: Bannon apunta contra Musk
En una declaración que ha sacudido el tablero político estadounidense, Steve Bannon -exjefe de estrategia de Trump y uno de los arquitectos de la nueva geopolítica estadounidense que ha sido llamada como un regreso a la doctrina Monroe– llamó a la administración Trump a romper toda relación contractual con Elon Musk. También pidió públicamente que se investigue su estatus migratorio, alegando que el empresario sudafricano estaría en Estados Unidos de manera ilegal. “Creo firmemente que es un extranjero ilegal y debería ser deportado del país de inmediato”, afirmó Bannon en un evento público transmitido por medios conservadores.
Estas declaraciones coincidieron con la salida de un asesor del gobierno que tenía como tarea recortar el gasto federal, y que según fuentes cercanas habría cuestionado los montos destinados a empresas como SpaceX y Tesla, que han obtenido más de 3.000 millones de dólares en contratos federales en 2023, distribuidos entre 17 agencias, incluyendo el Pentágono y la NASA.
Steve Bannon ha operado como estratega de alto nivel en campañas, gobiernos y redes internacionales. Su pensamiento conecta la política interna de EE.UU. con una visión geopolítica de confrontación civilizatoria, en la que la soberanía tecnológica, el control migratorio y la ruptura con el globalismo son ejes centrales. A través de medios alternativos y think tanks, ha tejido alianzas con movimientos de derecha en Europa y América Latina, promoviendo una doctrina que busca reposicionar a Estados Unidos como potencia autárquica en un mundo multipolar.
Musk bajo fuego: drogas, secretos del Pentágono y China
Según información obtenida por The New York Times, Bannon también solicitó que se abra una investigación sobre el supuesto uso de drogas por parte de Musk, y sobre su reciente intento de acceder a un informe clasificado sobre la estrategia estadounidense frente a China.
Este punto es especialmente delicado: Musk mantiene vínculos comerciales con el gobierno chino a través de Tesla y Starlink, en un momento donde la administración estadounidense ha intensificado el escrutinio sobre la cooperación tecnológica con potencias rivales. Los señalamientos de Bannon, por tanto, no solo son personales, sino que buscan posicionar a Musk como un riesgo para la seguridad nacional, un ángulo que podría tener implicaciones legales severas.
Del aliado al objetivo: un cambio de rol en la derecha estadounidense
La relación entre Trump y Musk ha sido ambigua. Aunque Musk expresó simpatías por algunas ideas del expresidente e incluso se opuso a la censura en redes sociales durante su gestión en Twitter, su autonomía y popularidad lo han convertido en una figura incómoda para los estrategas más duros del trumpismo, quienes ahora temen que pueda convertirse en un actor político independiente o influir electoralmente desde el sector privado. En este contexto, la ofensiva de Bannon parece ser un movimiento preventivo para desacreditar y aislar a Musk dentro del ecosistema conservador.
No se trata solo de una vendetta personal, sino de una purga estratégica que busca reposicionar el trumpismo hacia un modelo más cerrado, nacionalista y confrontativo con los grandes intereses corporativos transnacionales. La encrucijada es clara: si Trump decide seguir el consejo de Bannon, no solo dinamitaría puentes con uno de los empresarios más influyentes del país, sino que también marcaría una nueva etapa de su estrategia electoral, alineada con la lógica del enemigo interno y la “pureza ideológica”.
Por otro lado, ignorar estas voces radicales podría generarle tensiones con su propia base, especialmente con quienes ven a Musk como una figura ambigua que oscila entre la innovación patriótica y la élite globalista.
Conclusión
Lo que empezó como un simple distanciamiento entre Elon Musk y Donald Trump ha escalado a una disputa que pone en jaque los cimientos de la derecha estadounidense contemporánea. Las acusaciones de Steve Bannon no solo buscan deslegitimar a Musk, sino redefinir quién tiene el derecho de operar políticamente desde el poder económico y tecnológico. En un ecosistema donde la inteligencia artificial, las redes de comunicación y los contratos federales se han convertido en instrumentos de hegemonía, la figura de Musk representa una anomalía: un outsider del sistema político, pero con más poder real que muchos gobernantes. Y eso, para el ala dura del trumpismo, es inaceptable.
Goberna Reports seguirá analizando esta disputa que trasciende lo personal y entra de lleno en el terreno de las operaciones estratégicas. Porque lo que está en juego no es solo una guerra de egos, sino el modelo de poder que definirá a la derecha estadounidense en tiempos de multipolaridad, conflicto digital y soberanía en disputa. Cada declaración, cada movimiento táctico y cada imagen -desde una foto en Pekín hasta un tuit cruzado- es parte de una batalla más profunda por el control simbólico y material de lo que significa ser «americano» en el siglo XXI.