Publicaciones

Iconos Militares en la Política | CAMPAÑAS ELECTORALES EN EL MUNDO | El Poder de la Figura Militar: Del Campo de Batalla al Mitin

Tabla de contenidos

Goberna, en esta ocasión, tiene el placer de presentar una impactante serie que explora las estrategias ejecutadas en distintos contextos para enamorar a los votantes. Campañas Electorales en el Mundo consta de diez capítulos cuidadosamente diseñados donde analizará cómo la persuasión emocional, ideológica y mediática se convierten en herramientas poderosas para conquistar al electorado. Comenzamos esta serie con un tema fascinante: Iconos Militares en la Política – El poder de la figura Militar.

La fascinación por el liderazgo uniforme

Las campañas políticas tienen un fin principal, que los que participen sean legitimados por la población para asumir cargos públicos que representen a la nación. En tiempos de incertidumbre, cuando las naciones enfrentan crisis de gobernabilidad, corrupción o inseguridad, la búsqueda de líderes fuertes y decididos parece inevitable. En este contexto, las figuras militares son perfectos para ocupar el puesto, se presentan como iconos de orden, disciplina y renovación. Vestidos con uniformes que simbolizan poder y autoridad, estos líderes han logrado capturar la imaginación de las masas, convirtiéndose en símbolos de esperanza para quienes anhelan un cambio.

Pero, ¿qué hay detrás de esta atracción casi magnética por los uniformes y las insignias? ¿Cómo transforman estas figuras su historia militar en una narrativa que resuena en el corazón del electorado?

El mito del redentor uniformado

Los militares tienen la ventaja que les rodea un aura de misticismo frente a los civiles, esto debido a que salen de un entorno jerarquizado, disciplinado y donde, en ocasiones, son tratados brutalmente, con la finalidad de defender la patria ante amenazas externas. Los soldados emergen como figuras incorruptibles, destinadas a salvar a las naciones del caos. Este arquetipo de «redentor uniformado» ha sido particularmente efectivo en regiones como Iberoamérica, donde las democracias enfrentan desafíos como la corrupción, el crimen y la ineficacia gubernamental. El militar es la figura por excelencia para ganarse fácilmente el corazón de los votantes.

Un ejemplo esclarecedor es el expresidente Hugo Chávez en Venezuela. Tras su intento fallido de golpe de Estado, Chávez supo moldear su imagen pública con el poderoso lema «Por ahora», el cuál también abordamos en el capítulo 4 de la serie Ideologías en la Lucha Geopolítica. Este mensaje, más que una promesa, fue un grito de guerra que resonó entre los venezolanos desilusionados por las élites políticas. Chávez se convirtió en un símbolo de resistencia y esperanza, una figura militar que prometía un futuro mejor, llevándolo a la victoria electoral.

La figura del líder incorruptible

El entrenamiento militar no solo forja soldados, sino también líderes percibidos como incorruptibles y, en ocasiones, antisistema. Estos atributos se convierten en herramientas invaluables para cautivar a un electorado cansado de las promesas vacías de los políticos tradicionales.

Antauro Humala, exmayor del ejército peruano, es un ejemplo ilustrativo. Desde sus días combatiendo contra la organización Sendero Luminoso, hasta sus acciones como líder del Locumbazo, el levantamiento militar que exigía la renuncia de Alberto Fujimori y el Andahuaylazo, otro levantamiento que exigía la dimisión de Alejandro Toledo, Humala ha usado su trayectoria para posicionarse como ese candidato antisistema que destaca sobre otros. Aunque controvertido por sus declaraciones y propuestas radicales, su narrativa de honor y rebeldía resuena profundamente en un Perú desilusionado por las instituciones democráticas. Al mantener su perfil mediático, se posiciona como uno de los candidatos favoritos para la presidencia de 2026, lo que demuestra el poder de esta estrategia.

La máquina electoral militarizada

La retórica de guerra no se limita al campo de batalla; se traslada al escenario político con la misma fuerza. Jair Bolsonaro, excapitán del ejército brasileño, usó su historial militar como una herramienta de campaña. Presentándose como un guerrero contra la corrupción, el crimen y «el comunismo», conectó con un electorado dispuesto a un cambio radical. Su estilo directo y sin filtros, al puro estilo de un líder, le aseguró la victoria en las elecciones de 2018.

En otras regiones, esta estrategia adquiere un matiz más extremo. En Myanmar, los militares han creado una maquinaria electoral que garantiza un mayor control del electorado. Min Aung Hlaing, comandante de las fuerzas armadas, lideró un golpe de Estado en 2021, justificando su acción con denuncias de fraude electoral. Desde entonces, ha transformado el país en una estructura jerárquica militar. En estos casos, las figuras militares no solo buscan votos, sino también la consolidación del poder, ya sea a través de urnas o golpes de Estado.

Redacción Goberna

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Abrir chat
Hola, ¿en qué te podemos ayudar?