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Rusia lanza misiles y cientos de drones contra la red energética de Ucrania

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La madrugada del 22 de octubre de 2025 marcó otro punto de inflexión en la guerra: Rusia lanzó una ofensiva combinada de misiles y drones contra la red energética de Ucrania, con el objetivo de degradar la capacidad eléctrica en vísperas del invierno y elevar el costo de la defensa aérea. La estrategia no es nueva, pero sí más intensa: saturar con enjambres de drones baratos, forzar el desgaste de interceptores y, en paralelo, dirigir misiles de mayor precisión contra subestaciones, plantas y nodos logísticos. El mensaje es doble: presión militar sostenida y presión psicológica sobre la población civil.

Este artículo explica qué ocurrió, por qué ahora y qué cambia tras esta andanada. Analizaremos los patrones que se repiten desde septiembre, las prioridades de la defensa ucraniana, los daños más relevantes y el impacto económico inmediato. También proyectaremos escenarios para las próximas dos semanas —desde la reposición de infraestructura y los posibles apagones rotativos, hasta la evolución del arsenal ruso y la llegada de nuevas defensas antiaéreas— con el fin de darte una lectura clara y accionable del tablero estratégico.

El ataque del 22 de octubre de 2025

Durante la noche del 21 al 22 de octubre, Rusia ejecutó una ofensiva coordinada contra infraestructura energética ucraniana: lanzó 405 drones y 28 misiles, de los cuales la defensa aérea reportó 333 drones y 16 misiles derribados. Aun así, varios vectores atravesaron las defensas e impactaron objetivos críticos, confirmando el foco estratégico en subestaciones y líneas de transmisión.

Las consecuencias fueron inmediatas: apagones de emergencia en Kyiv y en oblasts cercanos, además de víctimas civiles por impactos y escombros en zonas urbanas. Autoridades y empresas del sector (como DTEK) informaron cortes y trabajos de estabilización de red tras la andanada; reportes iniciales elevaron el saldo de muertos y heridos en la capital y otras regiones.

En síntesis: la combinación de enjambres de drones para saturar defensas y misiles selectivos para rematar nodos energéticos logró su objetivo táctico—estresar el sistema eléctrico—sin quebrar la capacidad de interceptación ucraniana. El resultado deja una señal clara para los próximos días: Moscú seguirá probando la resiliencia de la red, y Kyiv responderá con rotación de apagones y reparaciones aceleradas para mantener la continuidad del suministro.

Dónde golpearon y efectos inmediatos

Los impactos más severos se concentraron en Kyiv y su región, con reportes de residencias dañadas, incendios y apagones tras explosiones en varios distritos de la capital. Medios locales informaron muertes y decenas de heridos por misiles y drones que alcanzaron zonas urbanas; en paralelo, la empresa energética DTEK activó cortes de emergencia en Kyiv y en los oblasts de Kyiv y Dnipró para estabilizar la red tras la ola nocturna.

A nivel nacional, la ofensiva incluyó una saturación de 405 drones y 28 misiles dirigida a infraestructura energética y ferroviaria, lo que agravó las interrupciones de electricidad, calefacción y agua en diversas ciudades. Aunque la defensa aérea derribó la mayoría de los vectores, varios alcanzaron objetivos críticos, confirmando el enfoque de Moscú en nodos de alto valor.

En las primeras horas posteriores al ataque, los operadores iniciaron reparaciones y maniobras de redistribución de carga para recuperar el servicio, mientras autoridades locales advertían de cortes programados e inestabilidad intermitente en la red por la magnitud de los daños. Informes de seguimiento señalaron progresos en la restauración del suministro para cientos de miles de usuarios, pero con riesgo de nuevas interrupciones si continuaban los bombardeos.

Por qué ahora: lógica estratégica del ataque a la red

Rusia reactivó su campaña contra la infraestructura energética en vísperas del invierno porque cada golpe a subestaciones y plantas multiplica el costo social y político para Kyiv: apagones, presión sobre calefacción y logística, y estrés sobre la moral civil. Este patrón estacional —picos coordinados de misiles y enjambres de drones— está documentado desde ciclos anteriores y volvió a intensificarse en octubre de 2025.

La táctica combina saturación barata con drones (Shahed y variantes) para abrir brechas y misiles selectivos para rematar nodos críticos. El incentivo es económico: el atacante gasta menos por vector de ataque que el defensor por interceptor de alta gama, un desequilibrio de costes que Moscú explota deliberadamente; de ahí el esfuerzo ucraniano por escalar interceptores de menor costo para quitarle eficacia a la saturación.

A la vez, Ucrania intenta elevar el precio estratégico para Rusia golpeando su propio complejo energético e industrial con drones y misiles de largo alcance, forzando a Moscú a dispersar defensas y reparar activos críticos. Este intercambio —ataques rusos a la red ucraniana y represalias ucranianas sobre energía/insumos militares en Rusia— explica la cadencia de octubre y el aumento de la vulnerabilidad cruzada en ambos lados.

Respuesta ucraniana (militar y diplomática)

La defensa aérea ucraniana absorbió la andanada con tasas de interceptación altas frente al volumen sin precedentes: la Fuerza Aérea reportó 333 drones y 16 misiles derribados de un total de 405 drones y 28 misiles lanzados por Rusia. Aun con impactos en objetivos críticos, el desempeño de las baterías y la red de alerta temprana evitó un colapso generalizado del sistema, confirmando la priorización de nodos energéticos y urbanos en la matriz de protección.

En paralelo a la defensa, Kyiv proyectó profundidad operativa con golpes selectivos dentro de Rusia: el 22 de octubre empleó misiles Storm Shadow contra una planta química en Briansk vinculada al esfuerzo bélico, una acción reconocida en parte por autoridades rusas y difundida por el Estado Mayor ucraniano. Estos ataques buscan elevar el costo estratégico para Moscú, dispersar su defensa aérea y degradar capacidades industriales clave.

En el plano diplomático y de capacidades, Zelensky y su gobierno redoblaron gestiones para reforzar la defensa antiaérea y la resiliencia energética, mientras países aliados evalúan entregas adicionales y opciones de largo alcance (incluida la discusión —aún no resuelta— sobre Tomahawk estadounidenses). Este frente exterior acompaña las reparaciones de emergencia y la gestión de apagones, con el objetivo de sostener la moral civil y blindar la infraestructura ante nuevas oleadas invernales.

Conclusión

El ataque del 22 de octubre de 2025 confirmó que el frente energético es hoy un campo de batalla decisivo. Moscú combina enjambres de drones y misiles selectivos para estresar la red, elevar el costo de la defensa y erosionar la moral civil en vísperas del invierno. Aun así, la interceptación mayoritaria de vectores y la rapidez de las reparaciones impidieron un colapso prolongado, manteniendo a flote el suministro en los principales núcleos urbanos.

Para Kyiv, la prioridad inmediata es acelerar la resiliencia: proteger subestaciones, diversificar generación de respaldo, optimizar el uso de interceptores y sostener una gestión de apagones que minimice el impacto social y productivo. En paralelo, los golpes en profundidad dentro de Rusia buscan elevar los costos estratégicos del adversario y forzarlo a dispersar defensas, mientras la diplomacia trabaja por más defensas antiaéreas y apoyo energético.

Si el tempo de ataques se mantiene alto, veremos presión intermitente sobre la red; si hay pausas, Ucrania podrá recuperar margen operativo antes de los picos invernales. En cualquiera de los escenarios, la capacidad de adaptación—técnica, logística y política—será el factor que determine si estas andanadas se traducen en apagones crónicos o en perturbaciones contenidas dentro de un sistema que, hasta ahora, ha demostrado resiliencia bajo fuego.

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