El reciente acuerdo de alto al fuego entre Israel y Líbano, mediado por Estados Unidos y Francia, busca frenar temporalmente las hostilidades entre el ejército israelí y Hezbolá. Este cese de hostilidades, efectivo desde el 27 de noviembre de 2024, llegó tras dos meses de enfrentamientos que dejaron cientos de muertos, miles de desplazados y un nivel de tensión internacional que amenaza con extenderse más allá de las fronteras de ambos países. Sin embargo, aunque se haya firmado un alto al fuego, la guerra no ha terminado, y las dinámicas del conflicto siguen presentes en la región.
¿Qué implica un alto al fuego?
Un alto al fuego es un acuerdo temporal diseñado para detener las hostilidades armadas, usualmente con objetivos específicos, como permitir ayuda humanitaria, facilitar la negociación diplomática o evitar mayores pérdidas humanas. Sin embargo, a diferencia de un tratado de paz, un alto al fuego no implica el fin de la guerra. En el caso de Israel y Líbano, este acuerdo tiene un límite inicial de 60 días, tiempo durante el cual ambas partes deben evaluar el cumplimiento de las condiciones pactadas.
El acuerdo actual incluye la retirada de las fuerzas israelíes y de Hezbolá del sur del Líbano, la implementación de un despliegue militar libanés supervisado por tropas de la ONU y una reducción significativa de las acciones militares. Sin embargo, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, dejó claro que Israel se reserva el derecho de actuar militarmente si considera que Hezbolá incumple el acuerdo.
La continuidad de la guerra
Aunque el alto al fuego busca reducir la violencia inmediata, las causas subyacentes del conflicto permanecen intactas. La guerra entre Israel y Hezbolá no es solo un enfrentamiento territorial o militar; es una lucha profundamente enraizada en rivalidades históricas, ideológicas y geopolíticas que involucran a actores externos como Irán, Estados Unidos y Francia.
En las horas previas al alto el fuego, Israel intensificó sus ataques aéreos, alcanzando objetivos en Beirut y otras zonas del Líbano, lo que dejó al menos 18 muertos. Por su parte, Hezbolá continuó lanzando cohetes hacia Israel, demostrando que las tensiones están lejos de disiparse. La carta de garantías de Estados Unidos, que permite a Israel bombardear Líbano en caso de que considere que Hezbolá viola el acuerdo, añade un nivel de incertidumbre que podría escalar nuevamente el conflicto.
Los cabos sueltos del acuerdo
El alto al fuego entre Israel y Líbano enfrenta múltiples desafíos. En primer lugar, la capacidad del gobierno libanés para cumplir con sus compromisos es limitada debido a su fragmentación política y la fuerte influencia de Hezbolá dentro del país. Además, las tensiones internas en Israel, con un gobierno cada vez más presionado por las demandas de seguridad, complican la implementación efectiva del acuerdo.
Otro factor es la falta de confianza entre las partes. Israel considera que Hezbolá es una amenaza existencial, mientras que el grupo libanés acusa a Israel de violar sistemáticamente la soberanía libanesa. Estos antecedentes dificultan la construcción de un marco sostenible de paz y amplifican las posibilidades de que cualquier incidente menor sea percibido como una violación del acuerdo.
El papel de la comunidad internacional
La mediación de actores internacionales como Estados Unidos y Francia ha sido fundamental para lograr este alto al fuego. Sin embargo, la comunidad internacional enfrenta el reto de garantizar su cumplimiento. Las Naciones Unidas, a través de su misión en el Líbano (FINUL), deberán monitorear de cerca las actividades en la zona sur del país, mientras que los mediadores deberán mantener canales diplomáticos abiertos para evitar un colapso del acuerdo.
Alto al fuego vs. Fin de la guerra
Es crucial entender que un alto al fuego no significa que la guerra haya terminado. El fin de la guerra requiere no solo el cese de las hostilidades, sino también la resolución de las causas profundas del conflicto, la reparación de los daños causados y la construcción de un marco de convivencia sostenible. En el caso de Israel y Líbano, esto implica abordar cuestiones como:
El desarme de Hezbolá: Una demanda constante de Israel que choca con la influencia del grupo en el Líbano.
La soberanía libanesa: Repetidamente violada por incursiones israelíes y la presencia de actores no estatales armados.
La influencia de actores externos: Irán, como principal apoyo de Hezbolá, y Estados Unidos, con su respaldo a Israel, complican la neutralidad y la resolución del conflicto.
Conclusión
El alto al fuego entre Israel y Líbano representa un paso importante hacia la reducción de la violencia inmediata, pero está lejos de ser un avance hacia la paz duradera. La persistencia de las causas estructurales del conflicto, la falta de confianza entre las partes y la injerencia de actores internacionales continúan alimentando la guerra, incluso en tiempos de tregua.
Mientras la región sigue sumida en tensiones, el desafío es convertir este cese de hostilidades en una oportunidad para un diálogo más amplio y constructivo. Sin embargo, la historia demuestra que lograr la paz en Medio Oriente es una tarea monumental que requiere más que acuerdos temporales: necesita voluntad política, concesiones mutuas y un compromiso genuino con el bienestar de las poblaciones afectadas.