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Abjasia – Países Olvidados en el Mundo (10)

Portada mapa Abjasia

Tabla de contenidos

En el capítulo anterior, exploramos el Estado Wa, una región montañosa y rebelde al borde de China y Birmania, donde la autodeterminación se construye a punta de fusil, silencio internacional y narcotráfico. Con un ejército propio, gobierno independiente y economía basada en la frontera opaca del sudeste asiático, el Estado Wa representa uno de los tantos territorios que, aunque no figuran en la ONU, viven como repúblicas de facto.

Ahora, cerramos la primera temporada de esta serie con un regreso al Cáucaso, esa región quebrada por imperios y guerras donde aún perviven los ecos del colapso soviético. En esta ocasión, nos adentramos en Abjasia, una república autoproclamada que rompió con Georgia en los años noventa, resistió la guerra, pactó con Moscú y, desde entonces, ha existido en los márgenes del sistema internacional siendo un caso muy similar al de Osetia del Sur. Con un presidente, parlamento, fuerzas armadas y tratados internacionales firmados con Rusia, Abjasia opera como un país real, aunque la mayoría del planeta finja que no existe. Aún así, su historia es una advertencia geopolítica; los conflictos congelados nunca mueren, solo cambian de forma.

Abjasia

Historia de Abjasia

La historia de Abjasia es un espejo de las fracturas imperiales del Cáucaso. Antiguamente fue un principado independiente que orbitaba entre la influencia otomana y rusa, hasta ser incorporada por el Imperio Ruso en el siglo XIX. A partir de 1931, bajo el régimen soviético, fue convertida en una república autónoma dentro de la RSS de Georgia, lo que sembró un conflicto identitario de largo aliento. Durante la era de Stalin, las políticas de georgianización impuestas desde Tiflis incluyeron la represión del idioma abjasio y una migración masiva de georgianos hacia la región, lo que agudizó las tensiones étnicas.

El colapso de la Unión Soviética en 1991 aceleró el colapso del frágil equilibrio regional. Georgia declaró su independencia y abolió por completo la poca autonomía abjasia, lo que desencadenó una guerra devastadora entre 1992 y 1993. Las fuerzas separatistas abjasias, reforzadas por milicianos chechenos y por estrategias de inteligencia y contrainteligencia, enfrentaron al ejército georgiano en una guerra sangrienta por el control de Sujumi y el resto del territorio. Rusia jugó un papel ambiguo pero crucial; aunque oficialmente neutral, facilitó apoyo logístico y permitió el paso de combatientes hacia Abjasia. El conflicto terminó con la victoria abjasia y la expulsión de más de 250.000 georgianos étnicos, provocando un cambio demográfico irreversible que consolidó el control separatista.

La guerra en Abjasia no fue un hecho aislado, sino parte de una ola de conflictos postsoviéticos que fracturaron el Cáucaso como otros países que vimos en esta serie. Georgia tras independizarse, otras regiones como Abjasia y Osetia del Sur también reclamaron su autodeterminación, respaldadas -de forma directa o encubierta- por Rusia. La disolución soviética dejó un vacío de poder que no fue llenado por democracia ni integración regional, sino por nuevas fronteras étnicas armadas. Desde entonces, Abjasia y Osetia del Sur se convirtieron en puntos sensibles en la relación entre Rusia y Georgia, detonantes permanentes de tensión geopolítica.

Desde el fin de la guerra, Abjasia ha operado como una república independiente de facto con estructuras propias, pero también con una historia interna marcada por la inestabilidad. Aunque se han celebrado elecciones presidenciales regulares, el territorio ha atravesado varias crisis políticas, intentos de derrocamiento, protestas masivas y renuncias forzadas. En 2014, el entonces presidente Aleksandr Ankvab fue obligado a dimitir tras manifestaciones populares. En 2020 ocurrió algo similar, Aslán Bzhania asumió el poder, pero su mandato fue interrumpido en 2024 tras un escándalo por acuerdos secretos con Rusia, lo que desató nuevas protestas y lo forzó a renunciar. En su lugar asumió Badra Gunba, quien fue confirmado como presidente en las elecciones de 2025.

Vladímir Putin sostiene una reunión oficial con el entonces presidente de Abjasia, Aslán Bzhania, en una muestra del vínculo estratégico entre Moscú y Abjasia. Tras masivas protestas por un acuerdo de inversión con Rusia, Bzhania presentó su renuncia, siendo reemplazado de forma interina por Badra Gunba, quien fue posteriormente elegido presidente en marzo de 2025. (Fuente: JamesTown)

Por último, dejaremos el cuadro referente a los países que tienen relaciones tanto formales o informales con Abjasia.

PaísAño de reconocimientoContexto político
Rusia2008Reconocimiento tras la guerra con Georgia; base militar permanente en Abjasia.
Nicaragua2008Alianza estratégica con Rusia y rechazo al orden occidental.
Venezuela2009Reconocimiento bajo el gobierno de Hugo Chávez como muestra de alineamiento con Moscú.
Nauru2009País insular que recibió ayuda financiera rusa a cambio del reconocimiento.
Osetia del Sur2008Reconocimiento mutuo entre territorios separatistas respaldados por Rusia en el Cáucaso.
Transnistria2008Reconocimiento simbólico entre Estados no reconocidos; refuerzan legitimidad mutua.
Zimbabue2023Reconocimiento anunciado en foros regionales africanos; busca estrechar relaciones con Rusia y China.
Fuentes: BBC News, Al Jazeera and Russian Ministry of Foreign Affairs

Sistema de gobierno de Abjasia

Desde su independencia de facto, Abjasia ha construido un aparato institucional propio que reproduce las formas de un Estado moderno, aunque con profundas limitaciones. Cuenta con una Constitución promulgada en 1994, un presidente electo por voto directo, un parlamento unicameral y un sistema judicial que, en la teoría, garantiza la separación de poderes. No obstante, en la práctica, la gobernabilidad se encuentra profundamente influenciada por la presencia y supervisión rusa. Las elecciones, aunque regulares, han sido denunciadas por Tiflis -la capital de Georgia- y aliados occidentales como ilegítimas, y son reconocidas únicamente por los Estados aliados a Moscú o por otras repúblicas no reconocidas.

El presidente de Abjasia ostenta amplios poderes ejecutivos y actúa como jefe de Estado y comandante de las fuerzas armadas. El parlamento, compuesto por 35 miembros, desempeña funciones legislativas, aunque sus decisiones suelen estar alineadas con la agenda presidencial. El poder judicial, por su parte, carece de independencia plena y es percibido como una herramienta de validación del poder político según las denuncias internacionales. A nivel local, los municipios y distritos se organizan bajo una estructura burocrática que responde al poder central, y en muchos casos, también a intereses de clanes familiares o élites económicas con nexos históricos en la región.

Manifestantes en Sujumi portan banderas de Abjasia y de la Federación Rusa durante una protesta. (Fuente: Top War)

La escena política abjasia está dominada por un pequeño grupo de partidos que, aunque formalmente plurales, operan en un ecosistema cerrado y altamente controlado. Los dos principales actores han sido Forum por la Unidad Nacional de Abjasia (FNUA) y el Partido Popular de Abjasia (PPA). El FNUA, de corte nacionalista y conservador, fue fundado por el expresidente Sergei Bagapsh y ha promovido una visión de soberanía fuerte con dependencia estratégica de Rusia. Por otro lado, el PPA, más pragmático y tecnocrático, ha sido considerado cercano a los intereses del Kremlin y ha mantenido una postura favorable a la integración económica y militar con Moscú.

La ciudadanía abjasia es otro componente particular del sistema, pues debido al aislamiento internacional, la mayoría de los residentes dependen del pasaporte ruso para viajar o realizar trámites fuera del país. Además, existe una exclusión sistémica de los georgianos étnicos que fueron desplazados durante la guerra de los años 90, quienes no solo perdieron sus hogares, sino también sus derechos políticos dentro del territorio. Así, Abjasia funciona como un Estado plenamente organizado hacia adentro, pero con una legitimidad cuestionada y una arquitectura institucional permeada por la geopolítica de supervivencia.

La vida en Abjasia

La vida en Abjasia transcurre entre el encanto natural del mar Negro y la sensación persistente de estar atrapado en una burbuja geopolítica. Sujumi, la capital, conserva vestigios de lo que alguna vez fue una ciudad turística soviética, con bulevares al borde del mar, edificios decadentes y un aire melancólico de promesa rota. Aunque la guerra terminó hace décadas, sus cicatrices siguen presentes a través de edificios aún en ruinas, familias desplazadas que nunca regresaron y una generación que creció sin conocer otra bandera que no fuera la abjasia o la rusa. A pesar de ello, hay vida, resistencia cotidiana y una sociedad que ha aprendido a funcionar al margen del mundo.

La mayoría de los abjasios viven de la agricultura de subsistencia, el pequeño comercio, las remesas y la ayuda rusa. El turismo desde Rusia es una de las pocas fuentes activas de ingresos, especialmente durante el verano, cuando miles de visitantes cruzan el paso fronterizo con Sochi buscando playas sin restricciones ni precios occidentales. No obstante, fuera de esa temporada, el desempleo y la economía informal dominan el panorama. La juventud abjasia enfrenta una paradoja, pues vive en una patria autoproclamada que les inculca orgullo nacional, pero con escasas oportunidades de desarrollo. Muchos sueñan con emigrar, no por falta de identidad, sino porque tienen mas oportunidades en otros países como la misma Rusia.

El acceso a servicios básicos es irregular. Aunque existe una red escolar y universitaria, los recursos son limitados y muchas instituciones dependen directamente de fondos rusos. El sistema de salud opera con infraestructura heredada de la era soviética, y en casos complejos, los pacientes deben ser trasladados a hospitales rusos. La libertad de prensa es restringida y el debate político es tenue, pues la estabilidad se privilegia por encima del pluralismo. En ese contexto, vivir en Abjasia es vivir en una paradoja permanente; al ejercer una independencia no reconocida, se respira una nacionalidad no validada, y se sobrevive en un Estado que existe más por voluntad que por aceptación internacional.

Celebración del Día de la Victoria en Abjasia por el 30° aniversario de su independencia de Georgia (Fuente: Sputnik)

Economía de Abjasia

La economía abjasia es un reflejo del limbo político en el que vive el territorio, pues es limitada, dependiente y desconectada del sistema financiero global. Con un PIB estimado no oficial de apenas unos cientos de millones de dólares anuales, el Estado depende en más de un 60% del financiamiento directo proveniente de Moscú, que subsidia desde salarios públicos hasta infraestructura básica. La ausencia de reconocimiento internacional le impide acceder a créditos multilaterales, establecer relaciones comerciales formales o participar en organismos financieros globales. Como consecuencia, la economía se ha configurado como un sistema semicerrado, donde la informalidad, el trueque y los vínculos bilaterales con Rusia son el motor principal.

Uno de los pilares más visibles de la economía local es el turismo ruso como ya adelantamos. Durante el verano, decenas de miles de turistas cruzan la frontera rusa atraídos por las playas del mar Negro, el bajo costo de vida y la posibilidad de vacacionar fuera de la mirada de Occidente. Este flujo permite dinamizar pequeños negocios, hostales familiares y mercados locales, aunque solo durante unos pocos meses al año. La agricultura -centrada en cítricos, tabaco, uvas y té- sigue siendo una actividad relevante, pero enfrenta obstáculos logísticos severos: sin acceso a exportaciones legales amplias, gran parte de la producción queda para consumo interno o se comercializa en mercados rusos por vías no oficiales.

El comercio exterior legal está prácticamente limitado a Rusia, que absorbe casi la totalidad de sus importaciones y exportaciones. En paralelo, también existe un comercio gris -a medio camino entre lo informal y lo tolerado- con regiones como Osetia del Sur y Transnistria, donde el rublo actúa como moneda común y la legalidad internacional es secundaria. La inversión extranjera directa es nula salvo por ciertos proyectos impulsados por oligarcas rusos o empresas con respaldo del Kremlin. En ese contexto, el futuro económico de Abjasia se sostiene por una ecuación inestable mezclado en el apoyo financiero ruso, economía de subsistencia, y una integración selectiva a un mundo paralelo de Estados no reconocidos.

Conclusión

Abjasia representa mucho más que un conflicto territorial congelado; es el símbolo viviente de cómo se construyen, sostienen y sobreviven los Estados en los márgenes del orden internacional. Con bandera, constitución y ejército, pero sin acceso a organismos multilaterales ni reconocimiento global, esta república separatista ha tenido que redefinir lo que significa ser un país en el siglo XXI. Su alianza con Rusia le ha permitido existir, pero también la ha encerrado en una dependencia estructural que limita su soberanía real. En el tablero del Cáucaso, Abjasia no es solo una anomalía, sino una advertencia: los mapas no lo dicen todo, y muchas veces los Estados más frágiles son también los más resilientes.

Así cerramos esta primera temporada de Países olvidados en el mundo. En cada capítulo, fuimos desmontando el mito de que el reconocimiento lo es todo. Osetia del Sur, el Estado Wa, Transnistria, Somalilandia o Abjasia nos mostraron que la soberanía puede ejercerse en la sombra, que la identidad nacional puede resistir al aislamiento, y que el poder no siempre necesita visibilidad. Lejos de los focos, estos territorios disputan su existencia en la grieta entre legalidad y legitimidad. La segunda temporada llegará cuando las fronteras vuelvan a crujir. Porque, en el fondo, ningún país olvidado lo está para siempre.

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