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La mañana de este lunes 15 de diciembre ha traído consigo una confirmación estadística que hiela la sangre a gobiernos e inversores por igual en la región de Latinoamérica. La revista Forbes, utilizando la métrica implacable del Índice de Conflictos y Violencia Política (ACLED), ha revelado su ranking de los «Países más peligrosos del mundo en 2025». El resultado no es solo una lista; es una acusación geopolítica.
Lejos de los campos de batalla tradicionales en Europa del Este o las tensiones en el Mar de China, el verdadero epicentro de la letalidad global se ha desplazado al hemisferio occidental. De las 10 naciones más peligrosas del planeta, cuatro son latinoamericanas. El informe de ACLED arroja una conclusión aterradora: en 2025, es estadísticamente más probable morir violentamente en ciertas democracias de América Latina que en naciones africanas azotadas por guerras civiles históricas como Sudán.
El dato más impactante para Norteamérica es la inamovible posición de México. Ocupando el puesto número 4, México se sitúa inmediatamente después de zonas de guerra total como Palestina (#1), Birmania (#2) y Siria (#3).
Lo verdaderamente alarmante para los analistas de inteligencia no es solo la posición, sino la columna de «Cambio de rango»: 0. Esto significa que la violencia extrema en México se ha estabilizado y normalizado. Ya no es una crisis coyuntural; es un estado permanente. Estar por encima de Nigeria (#5) implica que la violencia de los cárteles mexicanos posee una capacidad de fuego y control territorial superior a la de insurgencias terroristas como Boko Haram. Para el turismo y la inversión en 2026, esto envía un mensaje claro: la estrategia de «abrazos» o contención ha fallado estructuralmente, consolidando al país como la zona de conflicto no bélico más letal del mundo.
Si México es una crisis crónica, Ecuador es un colapso agudo sin precedentes. El informe de Forbes destaca a la nación andina en el puesto número 6, pero el dato que ha encendido todas las alarmas en Washington y Bruselas es su «Cambio de rango»: +36.
Ningún otro país en la lista ha sufrido una degradación tan violenta y acelerada en tan poco tiempo. Subir 36 puestos en un solo año indica que el Estado ecuatoriano ha perdido el monopolio de la fuerza en vastas zonas de su territorio. La «mexicanización» de Ecuador, impulsada por la disputa de puertos para la salida de cocaína hacia Europa y Asia, ha transformado a un país que solía ser una isla de paz en un escenario más peligroso que Haití o Pakistán. Este dato es devastador para la economía ecuatoriana, augurando una fuga masiva de capitales y un aumento drástico en la prima de riesgo soberano para el inicio de 2026.
El ranking confirma que la inseguridad no conoce ideologías ni fronteras geográficas en la región:
¿Qué nos dice este ranking sobre el estado del mundo en 2025? Nos dice que el concepto de «guerra» ha cambiado. Palestina, Birmania y Siria (#1, #2 y #3) representan el conflicto bélico clásico: ejércitos, bombardeos y disputas territoriales políticas. Sin embargo, la presencia dominante de México, Ecuador, Brasil y Haití en el top 10 indica el auge de la «Insurgencia Criminal».
En estos países, el enemigo no es un ejército invasor, sino organizaciones transnacionales con un poder de fuego capaz de desafiar la soberanía estatal. Para las empresas multinacionales, esto cambia las reglas del juego: operar en Latinoamérica en 2026 requiere protocolos de seguridad militarizados, similares a los que se usarían en Medio Oriente.
El informe de Forbes/ACLED es un baño de realidad. Mientras los gobiernos latinoamericanos discuten integración económica o alineamientos ideológicos, la realidad en el terreno es que 4 de los 10 lugares más hostiles de la Tierra están en nuestro vecindario.
La escalada de Ecuador (+36 puestos) es la advertencia final: la seguridad puede deteriorarse a una velocidad vertiginosa si no se toman medidas drásticas. Para los inversores, el mensaje es de cautela extrema; para los ciudadanos, es la validación de que el miedo que sienten en las calles no es una percepción, sino una realidad estadística global. El 2026 no se perfila como un año de recuperación, sino de supervivencia.
