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El año 2019 como punto de quiebre en la política peruana

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Goberna Reports se complace en presentar un análisis sobre los hechos en Perú en 2019, como parte de su serie sobre los estallidos sociales en Latinoamérica.

Las protestas fueron un grito de desesperación frente a la crisis política e institucional que atravesaba el país, reflejando el rechazo generalizado hacia un sistema político fragmentado. La confrontación entre el Ejecutivo y el Congreso evidenció la fragilidad de las instituciones y la creciente desconexión entre la clase política y la ciudadanía causando un punto de quiebre.

El año 2019 marca un hito en la historia política reciente de Perú, representando un claro quiebre en el escenario político. Según diversos analistas políticos, durante este año se visibilizó una crisis profunda que afectó a los actores políticos tradicionales, dejando al descubierto problemas estructurales que llevaban más de dos décadas arraigados en la política peruana. A pesar de que la atmósfera democrática parecía gozar de una estabilidad relativa en ciertos momentos, la sensación de pacificación fue, en muchos casos, solo aparente. El giro hacia la inestabilidad estuvo vinculado, principalmente, a la confrontación con un Congreso de la República que, bajo la mayoría de su composición, estaba dominado por fuerzas cercanas al fujimorismo.

Quiebre

Un enfoque estratégico a lo largo de la crisis

El fujimorismo, que remite al liderazgo de Alberto Fujimori, ex presidente de la nación es una corriente política que sigue vigente en la vida pública peruana. A pesar de los escándalos que marcaron su mandato en los años 90, incluyendo acusaciones de corrupción, violaciones a los derechos humanos y abuso de poder, el fujimorismo continúa siendo una pieza central en la política del país. Para muchos, el legado de Fujimori está vinculado a la derrota del terrorismo y la superación de la crisis económica de los años 80, aunque otros lo ven como una figura controversial cuya gestión dejó una huella de polarización en la sociedad.

Es interesante lo que señaló Michael Shifter, presidente del Centro de Análisis Político Diálogo Interamericano, quien señaló que Fujimori “poseía una notable habilidad política, lo que le permitió mantenerse en el Congreso y construir una base de apoyo significativa, pero también dejó claro que su influencia tenía un límite”. Este análisis resalta cómo, a pesar de su capacidad para generar apoyos y construir una base política, las restricciones inherentes a su figura y al contexto político del país no le permitieron consolidar un sistema estable y duradero.

El papel del Congreso en la crisis política

Para entender la crisis política que atravesó Perú en 2019, es imprescindible analizar el papel fundamental del Congreso de la República, que, lejos de ser un espacio de deliberación democrática, se convirtió en un actor clave de la inestabilidad política. En este contexto, el Congreso estaba compuesto principalmente por miembros del fujimorismo y fuerzas afines, lo que generó una creciente polarización con el ejecutivo. Este conflicto de poderes alcanzó su punto álgido con la disolución constitucional del Congreso, un acontecimiento que dejó al país sumido en incertidumbre y profundizó la crisis institucional.

La disolución del Congreso de la República, decidida por el presidente Martín Vizcarra, provocó una serie de reacciones en la opinión pública y en los diversos actores políticos del país. A pesar de ser respaldada por la Constitución, la medida fue vista por muchos como un paso hacia el debilitamiento de la democracia peruana, abriendo el debate sobre los límites de la democracia y la posibilidad de un quiebre en el sistema político. Esta crisis reveló la debilidad estructural de los partidos políticos en Perú, quienes, en su mayoría, carecen de una base sólida de apoyo popular y no logran trascender las lógicas clientelistas y de corto plazo que dominan la política nacional.

El debilitamiento de los partidos políticos es una característica que atraviesa la historia reciente del país. En lugar de ofrecer propuestas claras y sostenibles para el desarrollo, los partidos han sido incapaces de generar una verdadera cohesión y una visión de futuro a largo plazo. La falta de un sistema partidario robusto y funcional contribuyó, en gran medida, a la fragmentación política y a la desconexión entre la clase política y la ciudadanía.

Conclusión: hacia un futuro incierto

Uno de los principales problemas que se visibilizó en 2019 fue la debilidad de los partidos políticos, quienes han sido incapaces de desarrollar una identidad sólida, estructural y de largo plazo que permita una verdadera representatividad en el Congreso y en otros espacios de poder. Esta falta de institucionalidad genera una desconexión creciente entre los políticos y la ciudadanía, lo que se traduce en una política de corto plazo, centrada en intereses particulares, y no en el bienestar colectivo. El escaso interés por consolidar partidos sólidos y con visión de futuro limita las posibilidades de construir un sistema político estable y confiable, lo que a su vez contribuye a la desconexión de la población hacia las instituciones.

El 2019, no solo representó un punto de quiebre en el plano político, sino también un recordatorio de las profundas debilidades estructurales que aquejan a la democracia peruana. La disolución del Congreso y la polarización política evidenciaron la fragilidad de las instituciones del país, mientras que la falta de liderazgo efectivo en los partidos políticos dejó al país atrapado en un ciclo de inestabilidad e incertidumbre. El reto para Perú es cómo reconstruir un sistema político más cohesionado, con instituciones capaces de generar confianza en la ciudadanía y superar las crisis cíclicas que han marcado la historia reciente del país.

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