En plena crisis económica que restringe el acceso al dólar desde hace más de dos años, el precio del dólar paralelo en Bolivia ha comenzado a caer con fuerza. Este fenómeno, visible en operaciones físicas y digitales (USDT y USDC), se expresó el 24 de julio de 2025 con valores de Bs 13,56 para la venta y Bs 13,48 para la compra, niveles no vistos desde comienzos de año. Más que un dato cambiario, esta baja refleja reacciones sociales, políticas y económicas: desde ajustes en el consumo hasta expectativas empresariales ante un posible cambio de rumbo. Como en toda coyuntura crítica, los mercados responden no solo a la economía real, sino también a las señales que emiten los actores del poder.
La caída del dólar paralelo, sin embargo, no puede analizarse como un síntoma aislado ni como una recuperación real de la economía. Diversos factores coyunturales están incidiendo en este movimiento: el agotamiento del poder adquisitivo de la población, la moderación de la demanda especulativa, la aprobación de créditos internacionales y el clima previo a las elecciones del 17 de agosto. A esto se suman señales de ajuste desde el propio aparato estatal y una reconfiguración de las expectativas tanto personales como institucionales. Este artículo analiza a profundidad el fenómeno, las razones detrás de esta baja y los escenarios que podría enfrentar Bolivia en los próximos meses si la tendencia se mantiene, revierte o se agudiza.
¿Qué es el dólar paralelo y por qué existe en Bolivia?
El dólar paralelo, también llamado dólar blue, es el valor que se negocia fuera del mercado oficial. En Bolivia, esta cotización cobró fuerza desde 2023, cuando se agravó la escasez de divisas en el sistema financiero formal. Al restringirse la venta de dólares en bancos —y con el Banco Central limitando el acceso a sus reservas— surgió un mercado informal donde el tipo de cambio superó ampliamente el oficial, fijo desde hace años en Bs 6,96. En ese contexto, ciudadanos y empresas comenzaron a recurrir a casas de cambio no reguladas, redes sociales, exchanges y otras plataformas para conseguir divisas por vías alternativas.
La existencia y crecimiento del dólar paralelo en Bolivia responden a una combinación de desequilibrios económicos estructurales y decisiones de política monetaria. La caída en los ingresos por exportación de gas natural, el agotamiento de las reservas internacionales, el déficit fiscal persistente y las dificultades del Gobierno para acceder a financiamiento externo han generado una presión sostenida sobre el boliviano. Frente a este entorno de incertidumbre y escasez, el mercado informal ofrece una vía alternativa —aunque más costosa y volátil— para acceder a divisas. Este fenómeno ha afectado no solo a grandes importadores y exportadores, sino también a ciudadanos comunes que necesitan proteger sus ahorros o enviar remesas al exterior.
Al ser un indicador sensible de confianza económica, el dólar paralelo también refleja el estado de ánimo de la población frente a la política. El endurecimiento del control estatal sobre el tipo de cambio, combinado con una percepción de inestabilidad institucional, ha incentivado a muchos bolivianos a dolarizar sus ingresos como forma de resguardo. Así, el precio del dólar paralelo no solo expresa una dinámica cambiaria, sino que se ha convertido en un termómetro de la economía real y de las tensiones entre el mercado y las políticas oficiales. Su persistencia revela una brecha entre lo que dicta la norma y lo que demanda la realidad económica del país.
Cotización actual del dólar paralelo
Este 24 de julio de 2025, el dólar paralelo en Bolivia registró una nueva caída que confirma la tendencia descendente de las últimas semanas. Según plataformas especializadas como EnParaleloBolivia y DolarBoliviaHoy, los valores oscilaron entre Bs 13,02 y Bs 13,56 para la venta, y entre Bs 13,22 y Bs 13,48 para la compra, según canal y ubicación. En la mañana, algunas fuentes informales reportaron transacciones en Bs 13,56 (venta) y Bs 13,48 (compra), mientras que al mediodía los rangos descendieron aún más, evidenciando una jornada de baja sostenida. Esta cotización representa una caída significativa frente a los picos de mayo, cuando el paralelo superó los Bs 18,80.
El contraste con el tipo de cambio oficial, fijado en Bs 6,96 por el Banco Central, sigue siendo notable, aunque la brecha se ha reducido de más del 160 % a poco más del 90 % en las últimas semanas. Este descenso no implica una unificación de los mercados, sino una variación dinámica del paralelo que responde a múltiples factores transitorios. También debe considerarse que este mercado no cuenta con una referencia única: la cotización puede variar por ciudad, método de transacción (efectivo, transferencia, cripto) y hasta por hora del día. Aun así, la caída sostenida ha generado interrogantes en la ciudadanía sobre si se trata de un fenómeno momentáneo o un cambio estructural.
Principales causas de la caída
La caída del dólar paralelo en Bolivia responde a factores coyunturales, expectativas políticas y decisiones económicas. De forma inusual, el contexto electoral ha reducido la demanda de dólares. Según el economista Fernando Romero, esto se debe a una mayor percepción de certidumbre política. Encuestas que anticipan un posible triunfo opositor —con enfoque promercado— han generado expectativas de que el próximo gobierno enfrente la escasez de divisas, combustibles e inflación. Esto reduce la necesidad de cobertura inmediata y frena la especulación, aliviando la presión sobre el tipo de cambio paralelo.
En estos contextos, donde la narrativa pública se convierte en un terreno de disputa, los actores políticos buscan posicionar mensajes que generen efecto económico sin necesidad de legislar: un recurso táctico frecuente en campañas complejas. Estos movimientos responden a estrategias perfectamente planificadas desde estructuras especializadas como los denominados “war rooms”, donde se analiza el entorno, se define el momento del mensaje y se calibra el impacto político con precisión electoral.
Desde lo económico y social, también influyen razones inmediatas. La inflación ha deteriorado el poder adquisitivo, limitando la compra de divisas para resguardo. Familias y pequeños negocios priorizan gastos esenciales sobre proteger sus ahorros. A esto se suma la aprobación de créditos internacionales, que ha inyectado liquidez y generado confianza en la capacidad del Estado para cumplir sus obligaciones a corto plazo. En el ámbito empresarial, la menor demanda de dólares por parte de importadores y operadores logísticos —por desaceleración o expectativa de mejora— también ha contribuido al descenso. Todo esto ha reducido la presión sobre un mercado aún informal, sensible y reactivo.
¿Es esta baja del dólar sostenible?
Aunque la baja del dólar paralelo ha generado alivio en algunos sectores, los analistas coinciden en que es un fenómeno coyuntural y frágil, más vinculado a expectativas que a cambios reales en la economía. La menor demanda de divisas responde a una contención momentánea del consumo, al optimismo electoral y a un respiro fiscal por créditos externos. Pero los problemas estructurales —como la caída de exportaciones, el déficit fiscal y la escasez de dólares oficiales— persisten. La brecha con el tipo oficial sigue siendo amplia, y cualquier giro político o financiero podría revertir esta tendencia en pocos días.
Además, existe un riesgo latente de efecto rebote. Si el resultado de las elecciones no se traduce en acciones concretas para restaurar la confianza macroeconómica —como una política monetaria más flexible, acceso fluido a divisas, control del gasto público o acuerdos multilaterales sostenibles— es probable que el mercado vuelva a tensionarse. En este escenario, tanto personas como empresas podrían retomar una demanda activa de dólares, generando nuevas presiones sobre la cotización paralela. La sostenibilidad de esta baja dependerá, por tanto, no solo de lo que ocurra en las urnas, sino también de la capacidad del próximo gobierno para transformar expectativas en medidas reales y consistentes.
Conclusión
La caída del precio del dólar paralelo en Bolivia, visible con fuerza en julio de 2025, expone tanto los límites de la economía como las tensiones políticas latentes. Aunque puede verse como un alivio, responde a factores transitorios: expectativas de cambio de gobierno, menor demanda especulativa, freno en la compra de divisas y reciente ingreso de créditos externos. Más que una mejora estructural, esta baja revela la fragilidad de una economía que depende del mercado paralelo para compensar sus déficits.
Frente a este escenario, la pregunta no es solo si el dólar seguirá bajando, sino si el país podrá reducir su dependencia de este tipo de cotización informal sin generar nuevas tensiones. La estabilidad del tipo de cambio paralelo requerirá más que expectativas: dependerá de decisiones firmes en materia fiscal, comercial, energética y monetaria. Mientras tanto, el comportamiento del dólar paralelo seguirá actuando como un termómetro de confianza —o desconfianza— hacia el rumbo que el país decida tomar. La ciudadanía y el sector privado seguirán atentos no solo al precio diario, sino al mensaje que ese precio transmite sobre el presente y el futuro de la economía boliviana.