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LOS PUNTOS SOBRE LAS ÍES | CLAUDIA SHEINBAUM: El arte de tropezar con palabras y conceptos | Opinión

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Estamos frente al último experimento del laboratorio político de la izquierda mexicana, un híbrido de tecnócrata con discurso popular, atrapada en su propia incapacidad para dotar de contenido a las palabras, al parecer, le impusieron el guion y olvidó el final.

En sus intervenciones públicas, a menudo parece que la sintaxis le juega bromas pesadas y los conceptos más elementales se le escapan como agua entre los dedos, parece empeñada en que el decir, importe más que el pensar, como si la política fuera un concurso de frases redondas pero huecas.

La presidenta de México es la demostración viviente de que en política no siempre se asciende por mérito, sino por herencia, no heredó un cargo, sino un libreto y lo recita con la fe de una actriz de teatro escolar, de memoria, sin preguntarse si las palabras tienen sentido y los conceptos coherencia.

Su oratoria es un campo minado, pero sin explosiones, avanza, tropieza, corrige, y vuelve a tropezar. Es como ver a alguien mal bailar un vals con las ideas, da dos pasos, pisa el argumento y se queda mirando al piso, no trastabilla por nervios que, hasta cierto punto podría justificarse, trastabilla por falta de mapa conceptual.

México, ese país que necesita claridad y firmeza, recibe a cambio discursos de algodón de azúcar, bonitos de lejos, empalagosos de cerca, sin ningún valor nutritivo, con el riesgo de provocar nauseas sin solución de continuidad.

Sheinbaum es la “temporada dos” de AMLO, pero con menos carisma y más titubeo. La hoja de ruta es idéntica, los buenos, los malos, el pueblo, la lucha eterna contra “los corruptos” … y la interminable evasión de la realidad, se ha vuelto un Netflix político, donde cambian los protagonistas, pero el drama es el mismo.

El problema no es un lapsus ocasional, el problema es un gobierno que cree que las frases sin sentido son políticas públicas, confunde emotividad con dirección, piensa que un enemigo retórico es más urgente que una reforma estructural.

Decía Borges -siempre Borges- que “la duda es uno de los nombres de la inteligencia”, Sheinbaum no duda y eso no es fortaleza, más bien siempre habla y actúa al filo de la navaja y casi siempre decapita al sentido común, convirtiendo el exabrupto y el ridículo en una norma de conducta y protocolo presidencial.

En la política real, un tropiezo verbal es un lapsus, en la retórica política de Claudia, es el síntoma de algo más grave, un vacío, que al final resulta un eco de la voz de AMLO, rebotando en toda la geografía azteca.

Sheinbaum

México no merece una presidenta que tropiece con las palabras, merece una que se tropiece con la realidad… y se levante con un plan, no con una consigna. El Ecuador se salvó de andar en estas disquisiciones, las situaciones análogas y la similar personalidad y talento de quien pudo ser presidenta, la señora Luisa González, nos hubiese obligado a aumentar ese nombre y el del innombrable en este texto.

El filósofo español José Ortega y Gasset acerca de tendencias políticas reflexionaba: “ser de la izquierda es como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil, ambas, en efecto, son formas de hemiplejia moral”. La frase puede sonar brutal, pero en el caso de Sheinbaum, sirve como advertencia, cuando la ideología se convierte en excusa para la mediocridad, el país entero se convierte en rehén de una narrativa que no admite matices ni autocrítica.

La cuestión y conflicto para México no es sólo tener a una presidenta con discurso débil, sino institucionalizar un estilo donde las palabras pesan menos cada día y en política, cuando las palabras se vacían, las decisiones se vuelven opacas. En este contexto, lo que queda entonces, es una maquinaria ideológica que se justifica a sí misma, mientras los problemas reales siguen esperando fuera de la retórica.

Al final, Claudia Sheinbaum pasará a la historia, no como la primera presidenta de México, sino como la primera en convertir cada discurso en una avalancha de frases que sustituyen a las ideas.

Quizás dentro de unos años, cuando se estudie su gestión, los historiadores tengan que decidir si fue un gobierno o un taller de oratoria fallida y entonces, entre tanto tropiezo verbal, alguien concluirá que lo único consistente en Sheinbaum fue su inconsistencia, esa que ha provocado que el silencio sea una necesidad nacional… porque escucharla demasiado tiempo también se ha convertido en un problema de salud pública.

Mauricio Riofrio Cuadrado

Abogado-Periodista & Consultor Político

2 respuestas

  1. Mauricio Riofrio hace un análisis concreto de los discursos de la presidenta Sheinbaum, son un dulce de algodón, bonitos por afuera pero que no son alimento y puede ser hasta perjudicial. Sigue una retórica de su predecesor, el mismo libreto pero sin la sustancia.

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