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Batalla de narrativas: cómo Irán e Israel compiten por la opinión pública

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En la geopolítica del siglo XXI, la confrontación ya no se limita a la fuerza militar ni a los foros diplomáticos clásicos: se libra también en el terreno de la narrativa, donde el poder blando y la “guerra de la información” se fusionan. Siguiendo la lógica de Joseph Nye, los Estados compiten por atraer y convencer -no solo por coaccionar- mediante productos culturales, redes sociales y medios transnacionales que moldean la percepción global. Este frente discursivo, potenciado por la tecnología digital y la economía de la atención, influye en sanciones, inversiones y alianzas tanto como cualquier tratado de defensa.

En este tablero, Israel e Irán encarnan una rivalidad ejemplar: Tel Aviv profesionaliza la hasbará combinando diplomacia cultural, campañas multilingües y formatos inmersivos para proyectar la imagen de una sociedad innovadora y plural, mientras Teherán expande señal internacional, festivales de cine y programas culturales que refuerzan un relato anti-imperialista y solidario con Palestina. La pugna por la opinión pública .amplificada y a menudo filtrada por los medios occidentales- no solo condiciona votaciones en la ONU y acuerdos comerciales; también redefine los márgenes de legitimidad de ambas potencias en un Oriente Medio donde la percepción puede ser tan decisiva como la disuasión militar.

Diplomacia cultural y hasbará israelí

Israel ha comprendido que el poder de la narrativa no solo sirve para justificar sus acciones ante el sistema internacional, sino también para construir una imagen de país moderno, plural y tecnológicamente avanzado. A través de su política de hasbará -término hebreo que significa “explicación”, pero que se refiere a su estrategia de comunicación pública- el Estado israelí ha sofisticado sus canales digitales y culturales para llegar a audiencias globales en múltiples idiomas. Desde videos breves subtitulados automáticamente hasta campañas que integran influencers extranjeros, la diplomacia pública israelí combina estética, emotividad y datos para posicionarse como víctima legítima frente a amenazas externas.

Uno de los pilares de esta estrategia es la expansión hacia formatos no convencionales, como el uso de avatares generados por inteligencia artificial que difunden mensajes oficiales en redes sociales en más de 40 idiomas. Además, Israel ha apostado por crear embajadas culturales en entornos virtuales (como el metaverso) y fortalecer su presencia en festivales internacionales de cine, música y tecnología, donde promueve narrativas que resaltan la innovación, la inclusión y la resiliencia. Paralelamente, mantiene una fuerte presencia en redes sociales dirigidas a audiencias de países árabes y persas, particularmente a través de cuentas del Ministerio de Exteriores que publican en farsi, árabe e inglés, y que buscan contrarrestar el discurso hostil difundido por medios iraníes y pro-palestinos.

Estrategia narrativa de Irán

Frente al despliegue comunicacional de Israel, Irán ha cultivado una narrativa profundamente ideológica, estructurada en torno al anti-imperialismo, la resistencia y la solidaridad con los pueblos oprimidos, en especial el palestino. Su aparato mediático internacional, encabezado por cadenas como PressTV (en inglés), HispanTV (en español) y Al-Alam (en árabe), funciona como plataforma de difusión de esta visión del mundo. Estos canales no solo replican los discursos oficiales del régimen, sino que moldean el relato con un enfoque moralista, en el que Irán se presenta como el contrapoder ético frente a Occidente, al sionismo y a las «élites globales».

En el frente cultural, Irán ha fortalecido su diplomacia blanda con eventos como el Festival Internacional de Cine Fajr, que cada año premia producciones alineadas con su visión política y espiritual. Al mismo tiempo, promueve exposiciones de arte persa, giras de música tradicional y programas de becas para estudiantes de países en desarrollo, particularmente en África y Asia Central. Esta estrategia busca construir empatía, legitimar su sistema político como alternativa al liberalismo occidental y, de forma indirecta, neutralizar la narrativa israelí en foros internacionales. En paralelo, su proyección hacia la diáspora y su presencia en redes sociales específicas, apuntan a modular la percepción de las comunidades musulmanas en Europa y América Latina.

Narrativas dominantes y marcos discursivos

La competencia narrativa entre Irán e Israel se expresa a través de marcos discursivos claramente definidos, que buscan posicionarse en la esfera pública global mediante medios tradicionales, plataformas digitales y eventos culturales. Ambos Estados articulan sus mensajes en torno a ejes legitimadores que refuerzan su postura frente al conflicto regional y la percepción internacional de sus acciones.

Israel suele centrar su narrativa en la legitimidad democrática, la autodefensa frente a amenazas regionales y la continuidad histórica de su Estado. Este enfoque resalta su condición de democracia liberal en un entorno considerado inestable, y enfatiza la protección de su población civil como justificación para sus acciones. En contraste, la narrativa iraní se construye sobre conceptos como resistencia, soberanía nacional y oposición al orden internacional liderado por Occidente. El discurso oficial promueve la idea de que Irán actúa como contrapeso frente a potencias que, según su visión, ejercen una hegemonía injusta.

En el ecosistema mediático internacional, estas narrativas se ven influidas por los marcos editoriales de cada medio. En general, los medios occidentales tienden a reflejar posturas diferenciadas: algunos priorizan la perspectiva israelí, enfocándose en la seguridad y las amenazas externas, mientras otros dan mayor visibilidad a las consecuencias humanitarias del conflicto, especialmente en relación con la población palestina. Este tratamiento desigual no responde únicamente a orientaciones ideológicas, sino también a factores como audiencias objetivo, agendas nacionales y coyunturas políticas específicas. El resultado es una representación fragmentada del conflicto, donde la percepción del público depende en gran medida del medio de referencia y del encuadre informativo que este adopta.

Conclusión

La disputa entre Irán e Israel por la opinión pública internacional refleja una dimensión clave de la política contemporánea: la centralidad de la narrativa como instrumento de poder estratégico. A través de medios estatales, diplomacia cultural, presencia digital y participación en foros internacionales, ambos Estados construyen y proyectan relatos destinados no solo a defender sus intereses, sino también a modelar la percepción externa sobre sus acciones, valores y legitimidad.

Más allá de su enfrentamiento directo, esta pugna discursiva revela cómo las guerras modernas no se libran únicamente con armamento, sino también con símbolos, palabras e imágenes. En un entorno informativo saturado y polarizado, la eficacia de una narrativa depende tanto de su coherencia interna como de su capacidad de adaptarse a contextos diversos y audiencias fragmentadas. En este marco, entender cómo se configuran, difunden y reciben estos relatos permite analizar con mayor profundidad los conflictos internacionales, más allá de sus expresiones militares o diplomáticas.

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