El 29 de septiembre de 2025, la Casa Blanca presentó un plan de 20 puntos para Gaza que busca un alto el fuego inmediato, la liberación de rehenes y prisioneros, una retirada israelí por fases y la creación de una autoridad transicional internacional en el territorio. El primer ministro israelí Benjamín Netanyahu expresó su apoyo público; en paralelo, la Administración señaló que el presidente definirá la ventana para que Hamás responda formalmente. El texto incorpora además exigencias de desarme de Hamás, el elemento más controvertido para la organización.
La diplomacia regional se movió rápido: Egipto, en coordinación con Catar y Turquía, intenta persuadir a Hamás para que acepte o proponga ajustes; analistas prevén que el grupo plantee revisiones antes de cualquier compromiso. Mientras tanto, en Gaza continúa el deterioro humanitario que da urgencia al plan. En síntesis: hay apoyo israelí y un marco detallado sobre el papel de una autoridad transicional; falta la respuesta de Hamás y la concreción de mecanismos verificables que vuelvan aplicables los 20 puntos sobre el terreno.
¿De dónde sale el plan y qué pretende?
El plan nace en la Casa Blanca tras la reunión del 29 de septiembre de 2025 entre Donald Trump y Benjamín Netanyahu, con publicación oficial del documento de 20 puntos y respaldo público de Israel. Mediadores de Egipto y Catar lo trasladaron a Hamás; la Casa Blanca agregó que Trump decidiría el plazo para su respuesta (se habló de 3–4 días). La iniciativa busca frenar una guerra de casi dos años y se presenta como marco inmediato para negociar la salida.
En cuanto al contenido, el plan combina: alto el fuego inmediato, canje integral de rehenes y prisioneros, retirada israelí por fases hacia zonas tampón, desarme de Hamás y una autoridad transicional internacional que administre Gaza durante el periodo de estabilización con acceso humanitario ampliado. Varios análisis señalan que retoma ideas circuladas previamente, pero las agrega en un paquete único con secuencia y verificación, algo que sus promotores consideran la novedad operativa.
La pretensión política es doble: detener la violencia y anclar una gobernanza transitoria que impida la reanudación de combates. Sin embargo, hay ambigüedades (tiempos, verificación, composición de la autoridad) y se espera que Hamás pida revisiones antes de aceptar una base de negociación. Egipto, Catar y Turquía presionan para encauzar esas enmiendas, mientras el cronómetro lo marca la Casa Blanca con la ventana de respuesta.
Los 20 puntos, resumidos por ejes
Seguridad y fin de hostilidades. El documento plantea un alto el fuego inmediato, el desarme de Hamás y mecanismos de verificación para sostener la tregua. Israel respalda públicamente el esquema; la Casa Blanca ha dicho que el presidente definirá el plazo de respuesta de Hamás (se habló de 72–96 horas). En paralelo, se discute crear una instancia de coordinación para monitorear el cumplimiento en terreno.
Humanitario y rehenes. El plan liga el cese de fuego a un canje integral: liberación de todos los rehenes israelíes y excarcelación de prisioneros palestinos, junto con apertura de corredores de ayuda, entrada sostenida de suministros y protección de infraestructura crítica. Mediadores como Egipto y Catar presionan a Hamás para aceptar o, al menos, proponer revisiones sin desmontar el corazón del paquete.
Gobernanza y posguerra. La arquitectura prevé una retirada israelí por fases hacia zonas tampón y la instalación de una autoridad transicional internacional que administre Gaza durante el periodo de estabilización, con hoja de reconstrucción y reglas sobre seguridad interior. Son los puntos que, según fuentes y analistas, más chocan con las líneas rojas de Hamás (desarme y exclusión del gobierno), por lo que se anticipan enmiendas antes de un eventual sí.
Quién apoya, quién objeta y por qué
Israel (Netanyahu). El primer ministro Benjamín Netanyahu expresó apoyo público al plan tras su reunión del 29 de septiembre en la Casa Blanca. Para el Gobierno israelí, la combinación de alto el fuego inmediato, canje de rehenes, retirada por fases y desarme de Hamás es compatible con sus objetivos de seguridad, siempre que haya verificación y una autoridad transicional que impida la reconstrucción militar de Hamás. En ese marco, Netanyahu ha urgido a Hamás a aceptar la propuesta.
Hamás. El grupo enfrenta un dilema entre aceptar con revisiones o rechazar y arriesgar una escalada. Fuentes y analistas prevén que exigirá cambios en puntos sensibles como el desarme y la hoja política (vínculo con un horizonte estatal), además de garantías sobre prisioneros y secuenciación de la retirada. Las presiones de Qatar y Turquía, más el costo humanitario acumulado empujan hacia una respuesta que al menos deje abierta una base de negociación.
Mediadores y aliados. La Casa Blanca señaló que Trump fijará la ventana de respuesta de Hamás (se habló de 3–4 días), mientras Egipto y Qatar acompañan el traslado de propuestas. Francia y socios árabes ven avances pero expresan reservas: falta claridad sobre Estado palestino, cronograma de retirada y papel de la Autoridad Palestina/“peace board” (incluida la figura de Tony Blair). En síntesis, hay apoyo condicionado en Occidente y el Golfo, y un pedido común: concreción de mecanismos verificables y garantías políticas para la fase post-alto el fuego.
Conclusión
El “plan de 20 puntos” coloca sobre la mesa una secuencia clara: alto el fuego verificable, canje total de rehenes y prisioneros, retirada por fases y autoridad transicional internacional. Lo distintivo no es una idea inédita, sino empaquetar varias piezas conocidas con un reloj político encima y con verificación explícita, algo que Israel respalda y que obliga a Hamás a definir si entra a una base negociadora.
De aquí en adelante, lo que valida o desinfla la propuesta son tres cosas: (1) la respuesta formal de Hamás y qué cambios pide, (2) el detalle operativo (quién verifica, cómo se protege a civiles, cómo se gobierna mientras se reconstruye) y (3) el alineamiento de garantes regionales e internacionales para financiar y sostener el proceso. Si esas piezas encajan, el plan pasa de titular a itinerario; si no, volverá a ser otro punto en la larga lista de intentos fallidos.