Hoy, como desde hace más de un mes, son días muy difíciles. El dolor de cientos de miles de personas que están siendo realmente afectadas en Colombia, por los daños en las infraestructuras públicas y privadas de todo el país, no se puede negar. Asimismo, pensar que todos los que aun siguen marchando, que aparentemente se caracteriza por una mayoría de jóvenes, tiene una sola motivación para lograr un mismo fin, sería igual a negar la complejidad de un fenómeno, que hoy, tiene grandes y claros sesgos.
Existe una profunda intención de cambio social dentro de la mayoría de la comunidad, principalmente por la gran desconfianza hacia la institucionalidad de nuestro sistema. Es cierto que, desde hace algunos años, el viejo diseño institucional ha venido teniendo tropiezos. La democracia representativa, que se basa en la separación de poderes para encontrar el equilibro institucional, se está volviendo cada vez más vulnerable, especialmente porque este sistema en su inicio, hace tres siglos atrás, apenas reconocía los derechos de la ciudadanía.
Hay que decir, por lo menos que, dentro de esta ultima década se han venido dando cambios, que si bien son paulatinos, en la practica social han significado la reorganización de reglas económicas y también políticas.
La cooptación de los órganos de control, el extremismo y también la aberrante polarización en el país, están acabando con lo poco (o casi nada) que se tenía de democracia. También es claro que, la perdida de respeto por la autoridad y las instituciones, está cobrando mayor relevancia, sobretodo por el discurso populista y demagogo. Habría que ver si es verdad que nada de esto tenga raíces en tintes políticos, en un escenario que cada día se vuelve más valioso y decisorio, sobre el rumbo que va a tomar el país a partir de las próximas elecciones.
Es transcendental que el poder participativo y representativo, se acerque a eso que siempre le llamamos “pueblo”, y que realmente se conviertan en escenarios de liderazgo para nuevos actores políticos. Apenas se están abriendo los pasos para las elecciones pero desde ya se deberían iniciar las campañas para acabar con la abstención, en donde el 60% de los colombianos prefieren no participar.
Desafortunadamente, no se reconoce con la importancia necesaria, la gran parte de la ciudadanía que está asediaba por mucha precariedad, falta de oportunidades y desigualdades. Porque al fin y al cabo, dentro de ese “tumulto” de personas, están siendo más visibles los mensajes confusos y violentos, y no los que buscan derechos plenos. Si la gente está en la calle es porque quiere se escuchada, pero el tiempo hace que la credibilidad del mensaje se esté perdiendo.
El gran reto ahora, de quienes quieren este cambio, es hacer perdurar estas inconformidades en el tiempo, en los escenarios políticos, en los escenarios electorales y en la opinión pública, porque si esto no se canaliza, entonces ¿para qué?. No se hizo nada.