Hasta ahora, la Inteligencia estuvo monopolizada por los Estados, porque tienen los recursos para mantener redes de espionaje, analistas trabajando 24/7; y todo ello pagado con los impuestos de los mismos ciudadanos que eran espiados. El paradigma de que el uso de la inteligencia es imposible o lejano a nuestras vidas, es parte de la historia.

En la actualidad, muchas empresas y corporaciones a nivel mundial, cuentan con unidades de Inteligencia dirigidas por expertos para analizar ámbitos críticos como las nuevas amenazas, los cambios geopolíticos, la competencia, los mercados y sus cambios, las regulaciones locales y mundiales.

En un escenario ideal, las instituciones públicas estratégicas, deberían tener unidades de inteligencia; así el ministerio de turismo debe tener una Unidad de inteligencia dedicada a la generación de escenarios sobre el turismo mundial, los riesgos y amenazas a la actividad, más aún en América Latina con una creciente inseguridad. El ministerio de Relaciones Exteriores, comercio o economía, debería recopilar información sobre personalidades mundiales y crear perfiles para obtener ventaja en futuras negociaciones. Mucho de este conocimiento se engloba bajo el nombre de Inteligencia competitiva (es decir, la inteligencia enfocada al mundo empresarial), que perfectamente se puede adaptar a otras actividades como la política.