Se dice que política y religión son dos temas que deben quedar por fuera de la mesa. Sin embargo, desde el inicio de los tiempos, esta relación ha sido bastante controversial y en muchos casos violenta. Desde una aproximación histórica, se puede decir que, tanto la política como la religión, han sido casi inseparables, o por lo menos, en su mayoría. Desde la aparición de las culturas, e incluso, desde la explicación misma de la vida, ha existido la necesidad de establecer un orden que defina las relaciones de poder, y es justamente allí, donde estos dos temas se ven estrechamente relacionados.
Desde las sociedades antiguas, la religión ha significado la forma de estructura jerárquica para la sociedad, y en ese mismo orden de ideas, siempre ha jugado un papel predominante en la configuración e historia del mundo. Solo por mencionar algunos, no podemos olvidar hechos como la posición que ostentaban los sacerdotes en la sociedad, la reforma protestante, el absolutismo de las monarquías e incluso, devolviéndonos algunos siglos más, las siete cruzadas.
Innumerables han sido los cambios que durante el pasar de los años ha venido presentando la religión. Por consiguiente, la separación entre Iglesia y Estado como se conoce hoy por hoy, ha sido el resultado de múltiples configuraciones dentro del espectro constitucional y político de hace ya varias décadas. En Colombia, por un lado, el dominio del catolicismo fue absoluto, y la Constitución de 1886 enraizó a esta como la religión oficial del régimen político y social.
No obstante, el monolítico dominio católico del país comenzó a decaer a finales del siglo pasado y, la multiplicación de religiones cristianas se disparó. No fue sino hasta 1991, con la participación de representantes evangélicos en la Asamblea Nacional Constituyente, que se logra esa ruptura con la iglesia católica, pues la aparición de estos nuevos actores religiosos significó un nuevo panorama político y unas nuevas dinámicas en la relación poder y religión, convirtiendo a Colombia en Estado laico con libertad de cultos.
De este modo, la iglesia católica ha quedado ligada a lo tradicional y, a diferencia de esta, las iglesias evangélicas pentecostales han buscado permear y desempeñar un papel más activo dentro de la política y convirtiéndose en el segundo grupo más importante de la religión. Formalmente no hay un dato concreto sobre cuantos cristianos evangélicos hay en el país, pero existen cálculos que oscilan entre los 8 y los 12 millones. Hasta ahora, lo que si está claro es que hay 6.800 entidades religiosas que configuran un 98,8 por ciento los evangélicos[1]. Pero ¿qué tanto pesa la fe a la hora de votar?
El panorama político cristiano actual del país, no solo se compone de partidos políticos ligados a estos, sino que, a su vez, existen grupos, organizaciones y lideres políticos fuertes que son apoyados y hacen parte de partidos no cristianos. Ante esto, el tema de la fe dentro de las campañas políticas en Colombia ha empezado a tomar bastante auge especialmente en las elecciones legislativas. Sin embargo, es importante aclarar que en las elecciones presidenciales pasadas (2018), se lanzaron dos candidatos con bastante ideología religiosa: uno católico radical y una candidata evangélica, quienes curiosamente no eran formula de partidos políticos con asociaciones cristianas.
Hoy se ve que la dimensión pública que se les asigna a las iglesias cristianas no se traduce necesariamente en un fiel, un voto. El total de la suma de todos los candidatos cristianos al Senado fue de 1´200.000 votos, en donde muchos quedaron sin curul. Por lo que, es evidente que, el alcance de los discursos no conlleva una verdadera afluencia para hacer diferencia en las urnas.
Claramente, es difícil encontrar las verdaderas razones por las que se vota por un candidato y múltiples son los elementos que entran en juego en la cooptación de votos. Pero, la fe y la religión son dos nuevos elementos que han entrado al ruedo. De igual manera, las religiones siguen siendo parte esencial de la política, exceptuado al catolicismo. Y, aunque, exista una fuerte dispersión en el voto de los feligreses, se denota que la labor que las iglesias pentecostales han venido desarrollando desde las bases sociales es muy importante. En todo caso, no hay que dejar de lado la posición social que ostentan y su fortaleza para incidir decididamente en las elecciones.
[1] Estos datos no tienen en cuenta a las entidades religiosas que no tienen personería jurídica.