De acuerdo con el último reporte de Latinobarometro la confianza de la ciudadanía en un régimen democrático ha ido en declive desde el año 2010, con una caída de 15 puntos porcentuales. Mientras que hay dos tendencias que han ganado aceptación, por un lado, los regímenes autoritarios y por otra vía la indiferencia política han ganado terreno en los últimos años.
Sin embargo, lo anterior no puede atribuirse solo a la existencia de las electo-dictaduras, sino también a las deficiencias de las democracias de la región, pues, aunque han pasado varios años bajo este régimen de gobierno, persisten la desigualdad, la pobreza y la injusticia en América Latina.
Son pocos los países que cuentan sin gobernantes imputados, acusados o condenados por algún cargo de corrupción. Las élites se han encargado de erosionar la fortaleza de las instituciones para forzar las reglas del juego y quedarse en el poder.
Aunado a eso, los personalismos y la debilidad presentada por los partidos políticos que dan aún más poder a las personas en cargos de responsabilidad y la corrupción que tergiversa el poder del voto al intervenir en las campañas electorales con enormes sumas de dinero y provoca una competencia desleal son de los elementos que más socavaban y debilitan a la democracia.
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