Por Roberto Amadeo Bazán
Es antiguo escuchar el juzgamiento al pueblo por haber elegido mal a sus autoridades políticas que terminan en la cárcel o están prófugos, pero ¿qué maleficio carga el pueblo en su conciencia por tan desprestigiada elección? Trae a la memoria las expresiones políticas de dos personajes que nos da que pensar: Uno fue don Augusto B. Leguía cuando fue elegido Presidente de la República por tercera vez, en el llamado “balconazo” del Palacio de Gobierno, dio su discurso ante la algarabía de sus seguidores: “Pueblo imbécil, ayer me botas, ahora me recoges…”, nadie puso reparo en el denigrante insulto (o quizás lo merecían), al contrario, lo alababan como un gran orador. El otro personaje fue Mahatma Gandhi cuando afirmo: “Si hay un idiota en el poder es porque quienes lo eligieron están bien representados…”. Sin duda, el pueblo carga la responsabilidad por su desperdiciado voto.
Pero ¿Por qué? Seguramente hay diferentes respuestas al respecto, nosotros elegiremos una: La ignorancia política aprovechada por candidatos avivados que gustan del engaño. Candidatos que hacen uso del discurso con sorna para debilitar al adversario sin importarle el conocimiento programático, de igual forma, el pueblo oyente disfruta de la contienda humorística o golpes con sorna sin interesarle el sentido coherente del discurso en razón de lo que propone y compromete, vacío convenido de una parte y de otra la indiferencia política al programa del candidato, cuestión que después tiene su costo.
No es el discurso vs conocimiento, sino un discurso que encandila a incautos con oratoria vacía, y por otro lado, conocimiento que aburre por engorroso; es decir, se despliega información que nadie la entiende. Y estos deplorables candidatos piensan y ¿para qué van a conocer la propuesta técnica sino no son economistas ni ingenieros o abogados? Así, sus discursos son meramente emotivos.
Otros, para desviar su pálida campaña, tienen el servicio de acólitos que malintencionadamente enturbian toda ciencia humana, estos aseveran que “la política es cochina”, lo que quieren es alejar a la población de la ciencia y de su propio compromiso en estos temas. La política no es cochina, es ciencia y arte de gobernanza y gobernabilidad, lo que es cochino es la “politiquería” sobre el cual los demagogos se ensalzan y traman todo tipo de manipulación para seguir engañando. No está muy lejano esas consignas: “Todos son iguales y da lo mismo que gane uno u otro”, “No importa que robe lo que importa es que haga obras”, “La unidad de todas las sangres”, “La gran transformación…”, “Es candidato de lujo por ser un buen técnico que sacará adelante al Perú”. Conclusión: ¿Dónde están los portadores de estas consignas?
Por obra de los politiqueros, se ha estigmatizado a la política como algo malo o de ociosos. Revertir este estigma es un gran reto para el candidato identificado con su pueblo y que ha interiorizado a su patria en su sentimiento; éste, imbuido de sencillez y humildad, gradualmente, debe trasmitir enseñanzas que vaya debelando o sacando la venda de los ojos y destaponando los oídos del pueblo responsable de su elección.
Una condición para que un candidato entre a la escena electoral es que tenga elemental conocimiento pedagógico y buen manejo de metodología didáctica. Ello con el propósito de manejar mejor la elaboración de sus mensajes y sepa comunicarse de acuerdo a los espacios donde se comunica con el pueblo y sus diferentes organizaciones de la sociedad civil.
La pedagogía política ayudara a entender mejor el mensaje que se encuentra en el programa del candidato (reducirá el tecnicismo a una interpretación sencilla) y la didáctica contribuirá a que ese mensaje no sea engorroso sino de fácil entendimiento, puesto que, en su forma de elaboración se construirán cuadros comparativos o deductivos, asimismo con la presentación del uso de fotos que se relacionan con resultados concretos. En la didáctica se utiliza el método reiterativo no repetitivo.