A lo largo del tiempo, la estructura del líder político ha desarrollado características compartidas con otros de su mismo espacio, con el fin de consolidar una imagen de lealtad, apoyo y eficiencia en la gestión de la cosa pública. Independientemente de su fin, ideología o hechos que hayan sido dignos de aplaudir o no, varios líderes han acudido a ciertas variables que los han ensalzado entre sus masas y que definitivamente ha generado adeptos desde un leve pero constante activismo social hasta una dura e incluso muchas veces caldeada militancia partidista.
Y es que el liderazgo político genera pasiones que muchas veces soslaya la racionalidad de lo que efectivamente es correcto hacer y no. Escapa del marco de la realidad y nos sitúa en un espectro donde la ineficiencia y el accionar errático se cumplen solamente si es atribuida a los actores políticos que van en contra de los proyectos ideológicos del que una persona se apoya. El liderazgo cuya estructura se convierte en un ente pasionista va más allá y logra penetrar en las emociones, sensaciones, sentidos e interpretaciones del ser humano generando una reproducción masiva en pequeñas masas y que gracias a la propaganda, discurso e imagen política de un líder, se consolida como una sola premisa de verdad; indiscutible y que hasta puede reprimir si no es aceptada. A esto es a lo que yo llamo un liderazgo de masas, un fenómeno apoyado en un tejido social leal y que busca consolidar un proyecto político en base a ciertas premisas que, por otro lado, las autoridades sin adeptos no tienen y que deberían trabajarlas.
Estas autoridades quienes yo las ubicaría en un espacio-tiempo inerte sin impacto ni alcance político y que se han autoproclamado líderes de arrastre de pensamiento, han carecido de una construcción previa de su imagen y de un trabajo de políticas que sean del gusto del electorado. A veces, lo elemental escapa de las manos de un político y lo ve tan irrelevante que no lo considera trascendental en su carrera política y tampoco para la consecución de un espacio en la gestión pública de una localidad, país o región (háblese de región como un espacio donde un líder representa un organismo internacional en campos sociales, religiosos o culturales). A lo que yo llamaría factores elementales en la conformación del liderazgo político destaca la autenticidad, el carisma, eficiencia y la persuasión.
La autenticidad puede construir líderes cercanos a la gente, líderes que viven y sienten al igual que el pueblo, que no existen en una dimensión paralela donde la insensibilidad reina en sus capacidades de percepción de la realidad y más bien representan a su localidad en base a la identificación de sus necesidades en la convivencia.
El carisma no puede quedar de lado en un actor político cuyo estilo y personalidad son potenciales factores a explotar a favor del electorado; esto evita que un líder pase desapercibido por sí solo y ubica su presencia como un ente de opinión y de alcance a las masas garantizando su presencia en los temas de coyuntura política. El carisma logra lo que otras habilidades no, además de lo señalado, permite un control casi absoluto de las emociones y brinda seguridad en cada palabra que se dice. Muchas veces lo que llega a la gente no es el mensaje ni el canal, sino la forma y la intencionalidad del mensaje.
La eficiencia es quizá el factor del liderazgo político que más se aproxima a los resultados de la gestión pública neta. El líder necesita desarrollar una capacidad de resolución de problemas y conflictos y garantizar su buen curso, todo ello con el fin de cumplir los objetivos propuestos en sus proyectos políticos (que vayan en beneficio de los mandantes) y demostrar resultados que estén dentro del marco de la eficiencia en la gestión de políticas públicas.
La persuasión es una habilidad de un líder político que va más allá de una simple manipulación de las masas a través del mensaje; el tejido emocional de las masas es a donde el líder debe apelar con premisas de carácter mesiánicas cuyo contenido establecerá los pilares de la coyuntura a posteriori con ideas de transformación en todos los niveles de una democracia.
La autoridad (falso líder), ha hecho caso omiso a estos factores que ahora son muy demandados por las nuevas generaciones a través de los distintos espacios de opinión y debate, no olvidamos que lo elemental es la elaboración y consecución de políticas públicas que sean prolijas al desarrollo de sociedades a través del mejoramiento de la calidad de vida de los pueblos, sin embargo, los mensajes de difusión de dichas ideas no han tenido el alcance deseado y no es que se deba únicamente a los medios y espacios de difusión sino a la forma de masificarlos.
Andrés Loja Correa (Ecuador)
Licenciado en Comunicación Social con mención en Periodismo de Investigación, Experto en Comunicación Política por la Universidad Indoamérica y Consultor Político certificado por Goberna, Productor audiovisual y Editor General de Contenidos en MC Productions NJ, CEO de Vizzore Comunicación.