Hace un año, durante las conferencias que dicté en universidades como San Marcos, Federico Villarreal, Pedro Ruiz Gallo y en el Congreso de la República, señalé con total certeza que el orden político se quebraría durante el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski, llegándose a una vacancia del mandatario. Acontecimiento que finalmente se produjo. Además anuncié que en caso de darse este escenario, el gobierno de Vizcarra – quien constitucionalmente era el primero en la línea de sucesión- tendría los días contados luego de las Elecciones Regionales debido a que las autoridades locales no acudirían al Ejecutivo, sino al Legislativo para obtener beneficios a favor de sus respectivas localidades, quedando así como una figura decorativa o en caso extremo fuera de la Presidencia.
En el plano de los hechos ocurrieron inicialmente como lo indiqué: con su aplastante mayoría parlamentaria Fuerza Popular se convirtió en el que mandaba en el país. Los gobernadores regionales y alcaldes se dirigían directamente a los parlamentarios naranjas en búsqueda de leyes y otras normas que los beneficiaran. Sin embargo, sucedió algo inesperado: Vizcarra no se conformó con ser un Presidente títere y logró ser capaz de golpear al poderoso partido Fuerza Popular, el cual pensaba que este sería siempre sumiso al haber sido Keiko Fujimori quien lo colocó en el puesto, dejándolo fuera de combate.
Para ello utilizó hábilmente la fuerza del antifujimorismo, el rechazo de los medios a la Ley Mulder y esa espada constitucional llamada cuestión de confianza.
El resultado lo sabemos todos: Alberto Fujimori retornó a la cárcel, Keiko Fujimori se encuentra con prisión preliminar, los parlamentarios fujimoristas desconcertados y un partido fujimorista que no tiene manejo de la política de contacto directo con la población, es decir, carente de grassroots.
Los afiebrados analistas antifujimoristas celebran esto como una victoria total, pero mi lectura es que se ha roto el orden político pues el partido el único partido que daba estabilidad al sistema está hecho añicos. Anuncio ahora, no como ánimo de presdigitador, sino como un politólogo que ha analizado los hechos fríamente, que habrá un adelanto de elecciones, único mecanismo que puede dar oxígeno al sistema y que los enemigos de Fuerza Popular van a emplear para darle la estocada final.
En caso de que los actores políticos sean tan estúpidos como para no llamar adelantar las elecciones, entonces surgirá la necesidad de un cambio radical. Algo entendible pues los peruanos no olvidan los repugnantes audios que el IDL saco a la luz y que desnudaban la corrupción del Poder Judicial, el caso Odebrecht, entre otros. Y tengan por seguro, queridos lectores, que el grito de cambio que exige la población será rápidamente escuchado por Antauro Humala y otros líderes antisistema.