La crisis de los Rolex ha escalado hasta perturbar seriamente la gobernabilidad. La esfera pública se ha visto contaminada por el descrédito y la imagen de un manejo inescrupuloso por parte del poder. Hemos presenciado, con creciente asombro, cómo la ausencia clamorosa de asesoría y consultoría para la comunicación política adecuada ha hecho escalar esta crisis.
Lo que pudo ser abordado desde un inicio con criterio profesional empezó incurriendo en errores elementales como ignorar la primera regla del arte de la persuasión que propone Kurt Mesterston: evitar la disonancia. La disonancia cognitiva se refiere al conflicto mental que ocurre, según la psicología social, cuando los comportamientos y creencias de una persona no concuerdan. No se puede creer, seguir a una persona que se contradice. La disonancia cognitiva causa sentimientos de intranquilidad y tensión.
A partir de la siembra de versiones contradictorias que se sucedieron unas tras otras en el afán, absurdo, de generar una versión creíble sobre la posesión de los Rolex por parte de la presidenta Boluarte, se minó desde el inicio toda argumentación válida, toda credibilidad por parte de su gobierno.
Más tarde otra regla de Mesterston fue arrasada por la impericia: la ley de la valoración. Según esta todas las personas necesitan y quieren elogios, reconocimiento y aceptación. Dina Boluarte pretendió al reiterar su pertenencia al Perú provinciano y andino (patente en el uso del término’ wayki’, hermano en quechua), conseguir la solidaridad de aquel a partir de reconocer y elogiar a este colectivo, pero ocurrió lo contrario, un efecto búmeran, a partir del descredito precedente.
Los políticos y autoridades deben ser capaces de entender que los expertos profesionales (asesores de imagen) son necesarios para una comunicación política correcta. No intente usted apagar un incendio a su manera. Llame a los bomberos, recurra a los profesionales del manejo de crisis.
Carlos Orellana