El sociólogo progresista Bernardo Arévalo, miembro del Movimiento Semilla, se ha alzado como el ganador en las elecciones de Guatemala. Su contundente triunfo se tradujo en un 58% de los votos, en contraste con el 37.2% obtenido por su oponente, la ex primera dama Sandra Torres, proveniente de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE). Esta última transformó su postura de la socialdemocracia hacia posiciones más conservadoras en su tercer intento por llegar a la presidencia.
Las declaraciones iniciales de Arévalo como presidente electo resaltaron la humildad y el llamado a la acción. «Hoy aceptamos con mucha humildad la victoria que nos ha dado el pueblo de Guatemala. Las urnas se han expresado […]. Lo que el pueblo grita es ‘basta ya de tanta corrupción'», declaró, haciendo eco de su principal promesa electoral: combatir la corrupción que afecta al país.
Las palabras de agradecimiento de Arévalo se extendieron hacia todos los guatemaltecos que votaron, sin importar la opción elegida. Subrayó que participar en el proceso electoral es un acto de defensa de la democracia y, en este momento histórico, un acto de valentía por cada persona que emitió su voto.
La vicepresidenta electa, Karin Herrera, enfatizó su compromiso de liderar un Gobierno inclusivo, «para todos y todas las guatemaltecas», y así cuidar a las familias. Arévalo reafirmó su intención de trabajar por el bienestar conjunto de Guatemala, incluso reconociendo a Sandra Torres y sus electores, asegurando que sus derechos ciudadanos serán promovidos y protegidos.
El triunfo de Arévalo conlleva una sorpresa que se inició en la primera vuelta de las elecciones, el 25 de junio. El candidato del Movimiento Semilla, un partido antisistema nacido tras las protestas anticorrupción de 2015, obtuvo una inesperada segunda posición, a pesar de no figurar en los pronósticos electorales. El surgimiento de este movimiento ha generado ilusiones entre los votantes guatemaltecos, quienes ven en él una posible contención al creciente autoritarismo que ha afectado al país en los últimos años.
La victoria de Arévalo fue celebrada con entusiasmo por su equipo y sus seguidores. La sede de su campaña fue el epicentro de la celebración, donde cientos de guatemaltecos expresaron su alegría con banderas nacionales, bocinas y cánticos.
En contraposición, Sandra Torres enfrentó dificultades y canceló una conferencia prevista en la sede de su campaña. Previamente había expresado preocupación sobre el proceso electoral y cuestionó la integridad del mismo, alegando fraude desde algunas horas antes de revelados los resultados oficiales.
El actual presidente, Alejandro Giammattei, felicitó a los guatemaltecos por su participación en las elecciones y extendió la invitación a Arévalo para iniciar una transición ordenada, de modo que el traspaso de poder se realice el 14 de enero.
Con una participación ciudadana que alcanzó algo más del 45% del padrón electoral, la jornada electoral se caracterizó por su normalidad y pocos incidentes aislados. El magistrado del Tribunal Supremo Electoral (TSE), Gabriel Aguilera, instó a los partidos políticos a aceptar con madurez política los resultados de la elección, destacando que Guatemala sigue consolidando su democracia.
La victoria de Arévalo fue celebrada también por exfiscales y exjueces que habían abandonado el país debido a la persecución contra aquellos que lucharon contra la corrupción. La perspectiva de un cambio en la dirección del país generó optimismo entre quienes se vieron obligados a exiliarse.
La presidencia de Arévalo no carecerá de desafíos. Gobernará en un Congreso adverso, donde dos partidos tradicionales, Vamos y la UNE, cuentan con mayoría. Su enfoque en la lucha anticorrupción deberá definirse entre perseguir penalmente a los actores corruptos o establecer mecanismos para prevenir la continuación de dichos actos.